De pronto, las puertas de mi clóset se abren y la persona me mira. Tiene la cara tapada, pero estoy segura de que no es el maestro Sandro.
Su complexión no es la de él.
—Te encontré —dice. En un movimiento rápido, la persona me tiene atrapada.
—¡Suéltame! —grité, pateando para que me deje.
Me avienta a la cama y el celular se me cae de la mano. La persona camina hacia él y lo toma.
—Le estás hablando a tu novio —se pone el teléfono en la oreja—. La buscas en la cabaña, ya sabes dónde está —dice, y luego avienta mi celular al piso.
Veo la puerta de mi habitación. Mientras él está de espaldas revisando el cuarto, yo me deslizo para bajarme de la cama.
Las lágrimas llenan mis ojos y veo nublado. Me las limpio, me pongo de pie y corro hacia la puerta. Estoy cerca cuando siento un fuerte agarre en mi brazo y cómo me empuja otra vez, haciéndome chocar contra el clóset.
—Dime, detective Watson, ¿Dónde está el celular de tu supuesta amiga Alice? —me agarra de la cara y me avienta otra vez hacia atrás.
Las lágrimas siguen cayendo, nublándome la vista.
—Yo no lo tengo —digo entre sollozos.
—¿Segura? Pues eso no es lo que me dijo la zorra de Alice —me toma del cuello, y siento cómo el aire se me escapa de los pulmones—. Es más, hasta me dijo que tienes la carta de Joseph.
—¡Lisa! —escucho el grito de Dante a través de la llamada.
—Dime dónde tienes el celular —grita, apretando más mi cuello.
—Ya no lo tengo, se lo di al detective Bianchi al igual que la carta —logró decir con voz entrecortada.
—¡Maldita sea!, Dalisa. Lástima que los muertos no hablan —me toma de los hombros y me levanta—. Entonces vamos, antes de que llegue tu Romeo.
Me pone un trapo en la nariz. Me desespero al no poder respirar y luego siento mi cuerpo sin fuerzas. Me desmayo.
_______
Desperté confundida. Miro a mi alrededor. Hay muchas camas en mal estado, pero yo soy la única en el cuarto.
Solo hay camas y sábanas sucias.
Las ganas de llorar me invaden. Me abrazo las piernas, recordando cómo llegué aquí. Estoy en el lugar que tanto buscaba; quería saber qué hacían aquí y ahora estoy aquí. La puerta se abre y levanto la cabeza.
Becky.
Ella se sienta en la cama donde estoy yo. Limpia mis lágrimas, me sonríe y me abraza. Recargo mi cabeza en su hombro y empiezo a llorar otra vez. No entendía qué estaba pasando; creí que le habían hecho algo malo a ella.
—No te preocupes, todo va a estar bien —me dice, dándome palmaditas en la espalda para tranquilizarme.
Me separo de su abrazo y limpio mis lágrimas.
—¿Cómo fue que llegaste aquí? —pregunto. Ella me sonríe.
—Al principio pensé que fue por culpa de Sara, pero después me enteré de que ella no tuvo nada que ver. Realmente te sorprenderá cómo terminé aquí —se acomoda y comienza a contarme.
—Fue Alice. Se molestó porque me enteré de su romance con el doctor Pietro y, de tonta, le dije que se lo iba a decir a Dante —la miro sorprendida.
—¡¿Alice?! —exclamé, negando con la cabeza.
No puede ser. Alice me acompañó a su casa para ver qué le había pasado a su mamá.
—Créeme, Alice es bien doble cara —dice, con la voz quebrándose—. Ella fue la que le dijo a Sara que yo también tenía un romance con el maestro Sandro, e inventó que estaba embarazada.
Recuerdo la prueba de embarazo y la foto de Becky con el maestro Sandro, las que Alice me enseñó.
—Pero cuando fuimos Alice y yo a tu casa, ya no estaba tu mamá y encontramos una foto junto con la prueba de embarazo.
Ella niega con la cabeza mientras llora.
—El maestro Sandro me citó en el bosque una madrugada, diciendo que quería decirme algo importante, pero que nadie debía saber que iríamos porque no quería que su esposa ni mi mamá se enteraran. Yo ya tenía problemas con mi mamá, porque también creyó que estaba embarazada por culpa de Alice, y se enteró de mi romance con el maestro Sandro. Y yo, de tonta, acepté —limpia sus lágrimas con la manga su sudadera—. Cuando llegamos a la cabaña, él me habló de todo lo retorcido que hacían aquí. También me dijo que el director Caruso y él planeaban sacar del juego a los fundadores de todo esto. Luego me dijo que yo iba a ser parte de la cabaña. Me arrepentí de ir con él cuando ya no tenía escapatoria; yo solita me metí en la boca del lobo. Empecé a correr, pero cuando ya iba a salir, él me alcanzó. Grité, pero él era más fuerte. Me puso algo en la nariz y todo se volvió oscuro. Cuando desperté, ya estaba aquí.
La abrazo. Miro su cuello y recuerdo la marca que tenían Sara y Alice.
—A Sara, cuando la encontraron, le habían dejado una marca en el cuello, igual que a Alice —me separo y la miro.
—Es la marca de que estuvieron con los de arriba. A esas chicas las catalogan como chicas premium —dice, justo cuando la puerta se abre de golpe.
—Ya despertaste, bella durmiente —me quedo tiesa al ver quién entra.
—Isabella —susurro.
—Esa soy yo. Veo que le hablaste a la tonta de Becky —se acerca hasta quedar frente a mí—. Qué mal que tengas que estar en este cuarto con olor a mugre, pero nos dijeron que no lograste meterte con Dante ni con Mateo. Eso hace que duermas aquí —me mira con superioridad—. No vas a tener un trato especial.
Empuja a Becky y se limpia las manos. Veo su ropa. No está desgastada. Ella está bien vestida. Becky, en cambio, lleva un pantalón y una sudadera gris muy gastados.
No puedo creer lo que dice. Como si tener "privilegios" en este lugar fuera algo deseable.
Me toma del brazo y me arrastra hacia la puerta. Miro a Becky; tiene miedo y los ojos llenos de lágrimas. Eso me rompe.
Me detengo antes de salir. Isabella me mira y me lanza al suelo. Las ganas de llorar vuelven.
Tengo mucho miedo. ¿Qué me van a hacer? ¿Por qué Mateo y Dante están involucrados? La miro confundida.
Ella sonríe y se agacha, feliz.
—Ya te diste cuenta, detective Watson.
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Editado: 20.11.2025