MICHAEL
Terry llegaba horriblemente tarde. Y cuando digo horriblemente, me refiero a 30 minutos de retraso y que no contestaba a mis llamadas ni mensajes. Habíamos quedado a almorzar y como hacía más de una semana que no la veía, me pareció correcto hacer la invitación. Después de todo era mi hermana y la quería, pero su impuntualidad lograba enloquecerme.
Cuando la vi atravesar las puertas de la cafetería en la que habíamos quedado, logré volver a respirar, aunque estuviese enfadado. Se acercó a mí y dejó dos besos en mis mejillas y aunque odiaba el contacto, había ciertas personas que tenían permitido hacerlo.
—Llegas tarde —anuncié.
Vi cómo su sonrisa se expandía mientras tomaba asiento.
—Buenos días, hermanito.
Un camarero se acercó y tomó nuestros pedidos. En cuanto desapareció de nuestras vistas, volví a atacar.
—Sabes que odio la impuntualidad. Y resulta ser que llegas con 30 minutos de retraso.
—Michael, cálmate un poco, sí —pidió—. Una clase se atrasó y no me quedó más remedio que salir tarde, además el tráfico es infernal a esta hora.
Podía entender sus explicaciones, pero eso no quitaba que estuviese enfadado.
—Podías avisar la próxima vez —asintió—. Eso está mejor.
—Por cierto —comentó observando a nuestro alrededor como si buscase a alguien—. ¿Dónde está Félix?
—Tenía asuntos que resolver en la oficina. He preferido venir solo.
Félix era mi asistente y definitivamente mi mano derecha. Vale que contaba con un buen amigo como socio en mi empresa, pero no se comparaba con el nivel de complementación en los negocios que manejaba con Félix. Sam solo era un amigo de toda la vida y un excelente socio.
Pronto llegaron nuestros pedidos y comenzamos a almorzar. Estuvimos hablando mientras comíamos. Me comentó cómo iban sus clases en la universidad y yo comenté algunas cosas sobre la empresa. Pronto tendríamos un gran avance y podríamos expandirnos fuera del país.
—¿A que no sabes quién vuelve a la ciudad? —busqué sus ojos azules y esperé una respuesta. Si bien no me interesaba, quizás ella buscaba conversación—. Resulta ser que tu chica Mickelson regresa dentro de unas semanas.
Al escuchar ese apellido, la piel de mi cuello se eriza y un mal presentimiento me recorre. Cuando Terry se refiere a mi chica Mickelson, quiere decir que la hija de una de las amigas de mi madre, debo agregar: esta obsesionada conmigo, regresa a la ciudad.
—Mientras que no se acerque a mí estoy perfectamente —aseguré.
Mi hermana rompió en carcajadas y continuamos comiendo mientras ella me explicaba por qué volvía.
Observé mi reloj. Ya comenzaba a ser tarde y tenía una reunión cuando volviese a la oficina. Distraídamente me centré en un punto fijo y comencé a recordar los puntos que trataríamos en la reunión. Si bien los conocía todos, siempre era bueno repasarlos. Confiaba en mi equipo, pero me gustaba comprobar todo. Era demasiado perfeccionista para el gusto de algunos.
Me di cuenta de que Terry estaba en silencio y que me observaba. Sin darme cuenta había fruncido las cejas y centrado la mirada en un punto distante sin mediar siquiera. Para mi sorpresa, Terry parecía analizar mi comportamiento o mis movimientos. La miré directamente a los ojos. Parecía confundida y parecía buscar información en su cerebro desesperadamente.
—¿Qué sucede? —pregunté.
Centró su mirada en el gris de mis ojos mientras parecía reaccionar de un letargo.
—Nada —se acarició la frente como si un fuerte dolor se hubiese instalado allí. Para los que la conocían, esa era su forma de aliviar tensión y dejar de darle vueltas a la cabeza—. Es que ese gesto tuyo, el que acabas de hacer —señaló a mis cejas. Parecía referirse a mi estado inconsciente de buscar concentración. Nunca me había dado cuenta de que lo hiciese tan seguido—, me parece haberlo visto en otro sitio —concluyó.
—No sabía que lo hacía. Es como un auto reflejo —expliqué—. Creo que lo hago cuando me concentro demasiado en algo.
Mi hermana pequeña sonrió y agitó la cabeza como queriendo deshacerse de los pensamientos.
—Eso debe ser. Alguna vez te he visto hacerlo y por eso me resulta familiar.
Cuando vi su sonrisa no pude hacer más que devolvérsela.
Pronto el camarero retiró las tazas de café con las que concluimos nuestro almuerzo y yo le entregué mi tarjeta para el pago. Ya en la calle busqué las llaves de mi auto en la chaqueta.
—¿Has traído el coche o quieres que te lleve? —pregunté mientras Terry terminaba de colocarse el abrigo.
—He traído el coche —finalizó—. Ha sido encantador verte, hermanito —se acercó a mí y me abrazó por unos segundos. En algún momento vio su reloj y me soltó maldiciendo—. Mierda, se me ha hecho tarde. Mía va a matarme —acomodó su bolso y me dio un último beso—. Nos vemos la próxima semana.
—¿Tienes alguna cita o algo? —pregunté con curiosidad.
—No exactamente. Quedé con una compañera de la universidad y ya estoy atrasada —volvió a besar mi mejilla y se alejó.
Si algo era mi hermana era despistada, pero muy cariñosa y amable. Era de las pocas personas en las que confiaba y a las que apreciaba. Después de todo era familia.
Saqué las llaves del auto de la chaqueta y crucé la calle hasta mi auto. Uno de mis muchos autos me esperaba. Un Camaro SS en un negro brillante encendió sus luces cuando quité el seguro. Me acomodé en el asiento del conductor y me incorporé al tráfico de la ciudad con una delicadeza digna de la absurda perfección que le dedico a todo.
Conduje por algunos minutos hacia el centro de la ciudad. Tenía una reunión importante con unos inversionistas y mi socio me esperaba. Si la reunión con los inversionistas era importante, reunirme con mi hermana después de toda una semana sin vernos era de vida o muerte. No soportaría los reproches de mi madre y hermana por mi descuido a la familia. Así que prefería llegar tarde con los inversionistas a faltar a un almuerzo con ella.
☆☆☆
—Eres increíble —aseguró mi amigo deambulando por mi oficina—. Nunca he dudado de tus capacidades, pero lo que has hecho ahí fuera —se acercó a mi escritorio y apoyó sus manos en la madera—, lo que has hecho ahí afuera fue increíble.
Volvió a su recorrido en círculos por mi oficina mientras yo disfrutaba de un brandy recostado en mi silla. Los inversionistas se habían marchado hace unos minutos y gracias a mis capacidades, como lo llamaba Sam, habíamos cerrado el trato y ahora celebrábamos en mi oficina.
Terminé el brandy y dejé la copa en el escritorio.
—Solo he hecho mi trabajo, Sam.
Acabábamos de cerrar un trato millonario que elevaría nuestra empresa de forma internacional y a Sam parecía que le daría un infarto. Habíamos trabajado tanto por esto que ahora parecía totalmente irreal. Si bien yo confiaba en que podíamos llevarlo a cabo, el camino no había sido el más fácil posible.
—¿Qué tal una celebración? —preguntó un sonriente Sam mientras se servía una copa y se la tomaba de un solo trago para servirse otra—. Salimos esta noche. Nos vamos a un bar, nos tomamos unas copas y conocemos a alguna chica.
—La última vez que dijiste eso no salió bien —susurré.
Sam me observó y negó mientras continuaba con su copa.
—Han pasado cuatro años, supéralo de una vez —pidió y se terminó su copa.
En ese preciso momento Félix entraba en mi oficina mientras, distraídamente a la situación, revisaba algo en su móvil. Sam se acercó a él y le dio una palmada en el hombro. Pronto Félix le prestaba su total atención.
—Procura que este idiota esté muy puntual en el bar de siempre a las ocho —indicó Sam a un confundido Félix. Dejó a mi asistente en su lugar y salió de la oficina.
—¿Se le ofrece algo, señor? —hice un gesto de negación con la cabeza. Félix asintió y volvió su atención al teléfono—. Supongo que lo del bar no tendrá lugar.
Levantó la mirada y la dejó justo en la mía.
—Supones bien, Félix. Puedes retirarte —y con el mismo silencio con el que entró, salió de mi oficina.
Me concentré en las vistas de mi oficina y recordé aquella noche.
Flashback:
Desde que había llegado al local no lograba dejar de mirarla. Sabía que si me pillaba en aquello parecería un acosador o algo por el estilo, pero no dejaba de hacerlo. Observé cómo bailó con aquel diminuto vestido que se le pegaba al cuerpo y dejaba ver sus curvas. No venía sola, en realidad venía acompañada de lo que parecía un amigo.
Todo mi cuerpo pedía ir hasta ella y tocar esa piel y esos cabellos dorados. También me moría por verla a los ojos y saber de qué color eran. Podía ver sus gafas y la verdad le iban muy bien. Se veía tan inocente, tan pequeña, tan hermosa. Dios, cuánto la deseaba.
Yo nunca había sido muy impulsivo y todas mis relaciones anteriores habían sido con personas de mi círculo. Personas que conocía. Pero aquella chica no tenía nada que ver con esas otras mujeres. Mi cuerpo pedía por ella y esos cabellos dorados.
Cuando la vi alejarse de su amigo y acercarse a la barra me lancé.
Parecía algo mareada y un poco borracha ya. Solo deseaba que estuviese lo bastante lúcida para poder mirarla a los ojos y hablarle. Y si podía ir más allá, que dios me lo permitiese.
Me acerqué despacio y le oí pedir una copa.
—Sabía usted que se ve preciosa, señorita —susurré muy cerca de su oído.
En cuanto capté su aroma me sentí embriagado, embrujado. Pero cuando se volteó lentamente y me permitió observar sus preciosos ojos verdes a través de las gafas, fue un sueño hecho realidad. Deseé unirme a ella mientras miraba esos preciosos ojos verdes.
Fin del Flashback.
Aquella noche había acabado desastrosamente. Ella se había escabullido entre las personas y por más que intenté buscarla nunca pude encontrarla. En un momento de locura y pasión, habíamos olvidado quiénes éramos y nos dedicamos a desearnos solamente. El resultado de ese error aún tocaba mi corazón, pues cuatro años después continuaba sin conocer a aquella preciosa chica de pequeñas gafas y preciosos ojos. Nunca la había encontrado y nunca había averiguado su nombre siquiera, pero tenía aquel rostro grabado en mis recuerdos. Aquellos ojos y su brillo aún permanecían en mí y mis manos recordaban el contacto con su piel.
Quizás fuese una completa locura, pero aquel encuentro clandestino había llegado hasta lo más hondo en mi alma y me había hecho prometerme que el día que la encontrara no permitiría que volviese a marcharse. No sería solo una noche. No lo permitiría.
Editado: 01.05.2025