Nuestro pequeño error.

CAPÍTULO 4: Una melodía a piano. ✔️

MIA
—Terry, no sé cómo agradecerte que cuides a Noa mientras trabajo.
Terry sonríe aún con Noa sobre su regazo. Habíamos salido a almorzar como casi todos los días en este último mes.
—Para mí es un placer. Pasar tiempo con esta pequeñita es grandioso.
Terry se había hecho tan constante en nuestra rutina. Después de la primera semana de trabajo habíamos comenzado a almorzar juntas y ahora lo hacíamos a diario. De hecho, había cenado en mi casa algunas noches y dado largos paseos los fines de semana. Mi hija la comenzaba a apreciar y hace algunos días le había comenzado a decir Tita Terry.
Para Terry no era diferente. Se veía que apreciaba a mi bebé como si fuese suyo. Yo adoraba ese vínculo que se había creado entre ellas. Entre nosotras.
—Sabes que ella te adora —comenté.
—Y yo muero por ella —aseguró antes de dejar un beso sobre su frente.
Mi hija comenzó a estar incómoda sobre su regazo, por lo que Terry la dejó en el suelo y ella se sentó junto a mí para comer su sándwich.
Terry se había ofrecido voluntaria para vigilar a Noa mientras yo daba mis clases. Ella tenía esas horas libres y al parecer le encantaba trabajar en su escritorio junto a Noa. Hoy no era diferente. Durante mi clase de la mañana habían jugado juntas en la biblioteca y durante el turno de la tarde saldrían a hacer algunos recados de Terry.
Adoraba su generosidad y ya confiaba ciegamente en ella. Sabía que protegería a mi hija cuando estuviesen solas y que no le sucedería nada.
Observé a mi pequeña comer su bocadillo y disfruté del mío propio. En algún momento me di cuenta de que Terry observaba a Noa un poco confundida. Seguí su mirada hasta mi hija e intenté buscar aquello extraño que buscaba Terry.
Mi pequeña comía su sándwich con sus cejas enmarcadas y mirando a un punto fijo sin ver en realidad. Aquel gesto no era extraño. En realidad era una pequeña manía de mi pequeña. Lo hacía principalmente cuando estaba muy concentrada en algo o cuando intentaba comprender algo que no entendía. Me giré hacia Terry e intenté comprender qué pensaba.
—¿Sucede algo? —pregunté sacándola de su ensoñación.
—Nada en especial —dijo al momento mientras buscaba mi mirada—. Es que ese gesto que hace con las cejas me parece familiar.
Volví a mirar a mi hija aún comiendo y después a mi nueva amiga.
—Lo hace muy seguido. Es una pequeña manía suya.
Vi cómo Terry sonreía, asintió y volvió su atención a su ensalada. Continuamos comiendo y charlando. Mi hija decía cosas sin sentido alguno y nosotras no hacíamos más que sonreír. Ahora se había obsesionado con unas nuevas caricaturas y no hacía más que hablar de ellas.
—Pequeña, recuerda portarte bien y no darle problemas a la tía Terry —le recordé mientras acomodaba su abrigo.
Mi pequeña me regaló una sonrisa y un abrazo.
—Sí, mami. Me portaré bien.
La apreté más contra mi cuerpo diciéndole un último adiós.
—Te la entregaré en una hora. No pasará nada —aseguró Terry.
—Me llamas cualquier cosa —le advertí. Antes de marcharme volví a abrazar a mi hija y dejé un beso en su rosadita mejilla—. Te amo, bebé.
—Te amo, mami.
Salimos juntas de la cafetería y nos despedimos en la acera. Reprimí el impulso de llorar mientras observaba a mi pequeña decirme adiós con su manita a través de los cristales de un taxi. La tendría de vuelta en una hora, pero siempre se me hacía difícil despedirme.
Cuando comencé este trabajo nunca imaginé lo feliz que podría ser. Había hecho una nueva amiga y tenía excelentes compañeros de trabajo. Disfrutaba del amor de mi pequeña y el cariño de mis amigos.
En este mes habían pasado tantas cosas. Mi relación con Terry se había vuelto muy sólida y nos llevábamos bien. Thony se alegraba de que me fuese bien en el trabajo y cuando conoció a Terry se llevaron bien al instante.
Aún recuerdo aquella tarde que nos recogió en la universidad y el hecho de que tuvimos que esperar durante toda una hora para que él pudiese atender a sus fanáticas. Sabía que era famoso, pero nunca me imaginé que tanto. Amaba a ese chico como si fuese un verdadero hermano.
Comienzo a caminar en dirección a la universidad. Tenía media hora para llegar a la universidad y que empezase mi clase, después de todo tenía tiempo suficiente para permitirme el paseo.
☆☆☆
MICHAEL
Entro en el ascensor que me lleva directo a mi penth-house y marco el código de entrada.
Ha sido una semana larga y cargada de trabajo. El trato que cerramos con los inversionistas se ha iniciado y Félix y yo hemos tenido que trabajar durante horas. Y no es que me disguste. Amo mi trabajo y esforzarme por llevar adelante mi empresa. Después de todo soy el ejecutivo del año. Y eso no se gana fácil.
Entro en mi apartamento y para mi sorpresa escucho un ruido parecido al piano desde el salón. Dejo la chaqueta en alguna parte junto al maletín y me dirijo a mi pequeño salón de música. No hago más que sorprenderme esta tarde.
En el banco de mi piano se encuentra una niña de cabellos oscuros mirando las teclas del piano. No es que me sorprenda la niña en sí. Parece una niña cualquiera con un pequeño vestido y sus sandalias a juego.
Lo que más me sorprende es encontrarla frente al piano. Frente a mi piano, en mi apartamento.
De pronto escucho cómo suena una nota y me sorprendo al ver a la niña hacerlo. Es muy pequeña, tendrá unos cuatro años cuando mucho. Me acerco despacio a ella y observo cómo busca otra nota.
Pronto me encuentro junto a ella y continúo observando cómo busca notas. Es sorprendente la capacidad que tiene para encontrarlas y más en una niña tan pequeña.
En algún momento se da cuenta de mi presencia y de un salto se baja del banco y me observa al otro lado del piano. Me sorprende encontrarme con unos preciosos ojos grises iguales a los míos y un rostro tan particular. Parece toda una princesita, con su vestidito violeta y su pequeña tiara. Tiene los ojos agrandados y las mejillas rosas.
Parece avergonzada y un poco nerviosa. Se retuerce sus pequeños deditos junto a su regazo y desvía la mirada a sus pies. Está nerviosa. La estoy poniendo nerviosa.
En un intento por evitar que se ponga más nerviosa de lo que se encuentra, tomo asiento en el banco y sin mirarla comienzo a tocar una suave melodía. Después de algunos segundos desvío la mirada hacia la pequeña junto al piano y observo cómo mira maravillada mis manos moverse sobre el piano. En algún momento siente mi mirada y al encontrarse con mis ojos le indico que tome asiento en el banco. Pronto lo hace y continúa observándome. Vuelvo mi atención a mis manos y continúo con la melodía.
Cuando la melodía está por acabar captó un movimiento a mi lado y me sorprendo al ver a la niña alargar sus manitas y concluir la melodía con una combinación de teclas. Me quedo callado y con las manos extendidas sobre el piano. Estoy algo más que ligeramente sorprendido con la actitud de esta pequeña.
Cuando vuelvo a observarla me encuentro con una gran sonrisa en su rostro y un gris brillante que me observa.
—Mamá coloca música cuando estoy triste —explica la pequeña.
Esto es de locos. Llego a casa y me encuentro con una niña desconocida tocando mi piano y al parecer es aficionada al piano.
—¿Qué edad tienes? —logro preguntar.
Levanta su manita y señala su edad con tres deditos levantados.
—Tengo todos estos. Pero pronto tendré estos —añade un dedito más y sonríe—. Eso dice mamá.
—¿Con quién estás? —preguntó aún sorprendido.
Necesitaba aclarar aquella situación y devolver a la niña con sus padres.
—La tita Terry me trajo porque mamá está dando clases. Pero me escapé de la tita y me encontré con el piano.
—Será mejor que busquemos a la tía Terry —aclaré levantándome del banco y ayudando a la pequeña—. ¿Cómo te llamas?
—Noa —dice la pequeña que da pequeños saltitos a mi lado—. Mamá dice que el abu se llamaba así, pero yo no conocí al abu.
Su comentario me hace sonreír mientras salimos del salón y buscamos a Terry.
Nos encontramos a Terry en la cocina. Al parecer estaba preguntando a mi ama de llaves por la pequeña. Cuando Noa ve a mi hermana me suelta la mano y corre a su encuentro. Terry la abraza notablemente preocupada.
—Te he dicho que no te alejaras de mí.
—Lo siento tita. —susurra la niña disculpándose antes de bajar la vista a sus pies.
—Terry, deja a la niña. Parece que va a llorar —Terry me dedicaba una mirada asesina y después vuelve a la niña—. Por cierto, ¿desde cuándo soy padre que yo no me he enterado? —dije en un intento de broma.
Para sorpresa de ambos Noa se separó de mi hermana y se acercó a mí. Centré mi mirada en sus ojos del mismo color de los míos y escuché lo que decía.
—Tú no eres mi papá. Yo no conozco a mi papá —esto último lo había dicho más distraída. Pronto se dio la vuelta y volvió a donde Terry dejándome completamente anonadado y confuso.
Terry se puso a su altura y acomodó uno de sus mechones oscuros.
—No le hagas caso, Noa. Michael solo bromeaba. Es un completo idiota —la tranquiliza. Se puso de pie y, tomando la mano de la niña, se acercó a mí—. He venido a traerte las invitaciones del baile de mamá. Tenía la intención de esperar a que llegaras y cenar juntos, pero tengo que devolver a este diablillo con su madre.
Asentí y me despedí de ella con un abrazo. Cuando estaban a punto de irse, Noa se acercó a mí y con un pequeño gesto me indicó que me arrodillara. Tomándome por sorpresa, dejó un beso en mi mejilla que provocó un breve cosquilleo en la misma.
—Gracias por tocar el piano para Noa —se despidió y volvió a tomar la mano de mi hermana para dirigirse al ascensor.
Terry me dedicó una mirada inquisitiva mientras que Noa me decía adiós con su manita. Después de que las puertas se cerrasen, me quedé allí plantado. Lo que menos me esperaba al llegar a casa era encontrarme con esa niña y lo que más me sorprendía era la sensación que me transmitió ese pequeño beso.
Abandoné mis pensamientos y volví al presente. A un presente donde aún tenía mucho trabajo que hacer.




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