Nuestro pequeño error.

CAPÍTULO 6: Color esmeralda. ✔️

MICHAEL
Había pasado una semana. Una semana desde el tedioso y aburrido baile que mi madre había llevado a cabo en el jardín de su mansión. Para mi suerte logré sobrellevarlo con la compañía de mi hermana y Sam.
No soportaba ese tipo de reuniones donde las personas van a perder el tiempo y el dinero, mucho dinero. Mi madre tenía la teoría de que era porque siempre iba solo, que si llevaba una acompañante quizás fuese más divertido. No cuestionaba su teoría. Si de verdad existiese alguna compañía femenina del cual estuviese completamente seguro para invitar, quizás sí llegaría a disfrutar de esas reuniones.
Pero no existía esa compañía por lo que seguía odiando esas reuniones.
—Señor, ya hemos llegado —anunció Félix, quien además de mi asistente ahora también hacía de chófer. No me agradaban mucho las personas nuevas y a él no le molestaba hacerlo.
Estaba frente a la universidad donde trabajaba mi hermana. Había quedado para recogerla y llevarla a la cena en casa de mis padres. Otra de las tantas excusas que se inventaba mi madre para pasar más tiempo con sus hijos. Yo no la culpo. Llegábamos a ser un poco desagradecidos con ella.
Solté un largo suspiro y salí del coche. No aguantaba los lugares con muchas personas y menos un lugar con muchos adolescentes.
Había estado allí muchas veces así que conocía a la perfección el camino hasta la oficina donde se encontraba el escritorio de mi hermana. Para mi suerte Terry se encontraba allí.
—Hola, hermanita —dije mientras me acercaba a su mesa.
Mi hermana salió de detrás de su escritorio y se acercó a mí. Nos unimos en un abrazo fraternal durante algunos segundos.
—Qué bueno que hayas venido. Te estaba esperando.
—Pues mueve ese precioso culito tuyo, que Félix está fuera.
Mi hermana se acerca a su escritorio y comienza a recoger las cosas.
—De hecho, tengo que esperar a que vuelva Mía para dejar a Noa con ella —dice aún distraída en el ejercicio de recoger sus cosas.
—¿La niña de mi apartamento? —no puedo evitar preguntar.
¿Aquella niña que parecía toda una princesita mientras intentaba tocar mi piano y la que se despidió de mí con un beso en la mejilla que me dejó muy sorprendido? ¿Esa niña?
—Sí, Noa —sí que es la misma—. Lleva un rato aquí conmigo.
Miró a mi alrededor confundido y no puedo evitar volver a preguntar mientras me apoyo en su escritorio.
—Cuando dices "aquí conmigo", ¿en qué lugar te refieres exactamente?
Terry me mira confundida y luego pasa a recorrer toda la habitación, que debería añadir, está completamente vacía. Su rostro se torna en preocupación y sale corriendo al pasillo. Sin evitarlo, la sigo.
Hemos recorrido algunos pasillos cercanos a su despacho y ahora nos acercamos más a las aulas. Terry ha intentado llamar a la madre de la pequeña de ojos grises, pero aún no ha podido hablar con ella. Cada segundo, mi hermana se encuentra más preocupada y por alguna razón yo también lo hago. No es que conozca a esa niña de nada, pero es que a la vez se me hace tan familiar.
Cuando giramos en un pasillo encontramos al fin a la pequeña, pero no está sola.
Frente a ella se encuentra una chica con mechones rubios que enmarcan su rostro. O al menos lo intenta. Está de espaldas a nosotros pero se ve que la niña confía plenamente en ella, pues se mantiene sonriente y se le ve feliz.
Terry apresura el paso y se acerca a ambas.
—Dios, Mía, lo siento. No me he percatado de que no estaba hasta hace un momento.
Se le escucha preocupada y un poco avergonzada.
—Has visto, has hecho que la tía Terry se preocupe. Cuántas veces te he dicho que no salgas sin permiso de alguien —le reprocha la chica a la pequeña.
Noa deja caer su cabecita y concentra sus ojos en el suelo. Yo me quedo unos pasos por detrás de mi hermana un poco aislado de la situación. Después de todo yo no tengo nada que ver con ella.
—Lo siento, mami —dice la niña después de un momento.
Así que ella es la madre. Pues Noa es la copia del padre o es adoptada.
La chica relaja los hombros frente a nosotros y se escucha cómo deja escapar un suspiro.
—Venga, discúlpate con Terry y dale un abrazo. Si sigues así no te cuidará más y tendremos que buscar una niñera —ordena.
La niña comienza a sonreír y deja un beso en la mejilla de su madre para acercarse a mi hermana. Terry la toma en sus brazos y le da un fuerte abrazo.
—Lo siento, tita. No vuelvo a hacer —dice la niña cuando mi hermana vuelve a dejarla en el suelo.
—No te pongas triste mi corazón, pero no lo vuelvas a hacer que sabes que yo y mamá nos ponemos tristes si te pierdes.
La sonríe y asiente ante los consejos de mi hermana antes de volver a abrazarla.
Busco con la mirada a la madre de la pequeña y le veo cerca de un asiento recogiendo su bolso y materiales. Al parecer es profesora. Veo cómo busca algo dentro del bolso y cuando lo encuentra lo saca. Al parecer son unas gafas, muy sencillas, que se coloca en el rostro. Quizás sean de vista cansada, aunque ahora no las llevaba.
Vuelvo mi atención a mi hermana y veo cómo Noa me observa. Quizás me ha reconocido. En un par de pasitos deja atrás a mi hermana y se acerca a mí.
—Hola —dice con una gran sonrisa que no hace más que provocar otra en mí—. Te recuerdo, eres chico del piano.
Sí que me recuerda. Yo también la recuerdo. Después de todo no se encuentra una niña tan parecido a ti físicamente todos los días.
—Yo también te recuerdo. Dile a Terry que te lleve de vez en cuando al apartamento así podemos tocar el piano juntos —me veo diciendo.
¡¿Pero qué crees que haces?! Te has vuelto loco.
Noa sonríe ampliamente y asiente feliz.
—Bebé, ve y busca tu abrigo que nos tenemos que marchar.
—Sí, mami.
La niña corre por el pasillo y desaparece al final de éste. Vuelvo la vista al frente y me encuentro con una gran sorpresa. La madre de la pequeña, Mía, creo que es que se llama, está hablando con Terry. Pero lo que más me sorprende no es su cuerpo ni su rostro, en realidad son sus ojos. Son de un preciso verde esmeralda, tienen un brillo especial. Un brillo que no había visto en mucho tiempo.
Flashback:
*—Me gustan tus gafas —la preciosa chica ante mí sonríe y veo cómo se ilumina todo su rostro—. Pero más me gustan tus ojos —acarició suavemente su mejilla y veo cómo el rojo marca su piel—. Me encanta su color esmeralda y lo preciosa que te ves así, sonrojada —continuó acariciando su mejilla que cada vez se tiñe más de rojo—. Me gustas toda tú.
Me inclino un poco hacia delante y escucho cómo su respiración se corta.*
Fin del Flashback.
La tengo ahí. Al alcance de mi mano. Tan preciosa como hace años o incluso más. Aún con sus preciosos ojos y sus pequeñas gafas. Recuerdo perfectamente sus cabellos rubios y el rosado de su piel. Es tan perfecta.
—Mía, te quiero presentar a alguien —las palabras de mi hermana me sacan de mis pensamientos logrando que me concentre un poco más allá del simple hecho de su presencia. Se acerca a mí y nos presenta—. Él es mi hermano, Michael Lewis.
Mía extiende su mano. No me reconoce. Tomo su mano un poco confundido por los hechos que se me presentan, pero en el momento en que nuestras pieles se tocan una carga eléctrica fluye entre ellas que me deja cada vez más confundido. Veo en sus ojos una chispa, una muy pequeña pero completamente visible. Quizás sí que me recuerda, pero no del todo. Después de todo aquella noche yo estaba mucho más lúcido que ella.
—Mía Montés. Un gusto —susurra antes de separar nuestras manos.
Una sensación de pérdida me recorre y aun cuando la tengo junto a mí ya la extraño.
—El gusto es mío —aseguro. Ella no tiene ni idea del gusto que me da al fin conocerla.
Mía Montés. Después de tantos años al fin conozco tu nombre. Después de tantos años al fin te encuentro.
—Mía, si ya has terminado nosotros nos tenemos que marchar —le informa Terry. Juraría que si Mía no estuviese presente la estrangularía aquí mismo.
Acaricio su nombre en mis pensamientos. Mía. Ese nombre debería estar prohibido, es una auténtica invitación al pecado. Sólo pronunciarlo y es como si tuviese algún tipo de control sobre ella.
—Nosotras también nos tenemos que marchar —comenta distraídamente—. Thony nos estará esperando, hoy es noche de pelis y Noa no se las pierde.
¿Thony? ¿Quién mierda es Thony?
—Un día de estos tendrás que invitarme a una de esas noches —bromea Terry acercándose a mí.
—Cuando quieras. Thony se ha traído a muchas de sus parejas a casa y hemos armado grandes cines en mi sala. A Noa le encantará —comenta con una gran sonrisa.
En ese momento Noa llega corriendo y por alguna razón la observo más detenidamente. Su madre sonríe y la toma de la mano en cuanto está junto a ella.
—Despídete mi amor que nos tenemos que marchar.
Noa sonríe y acata la orden sin rechistar.
—Nos vemos, tita Terry. Adiós, señor del piano.
Mía le sonríe a su hija y se despide con un corto abrazo de mi hermana. Terry las observa marchar tomadas de la mano mientras Noa da pequeños saltitos junto a su madre. En ese momento un pensamiento pasa por mi cabeza y se estaciona junto a mi corazón.
Noa es mi hija.




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