MICHAEL
El viaje había sido largo, largo y tedioso. No había hecho más que pensar en aquellos ojos verdes y en la dueña de dichos ojos. Por no mencionar el hecho de que estaba completamente seguro de que Noa era mi hija. Aún así tenía que comprobarlo.
Si había algo que deseaba menos que asistir a esta cena, creo que aún no lo he descubierto. De seguro me pasaré toda la cena pensando en descubrir algo más y en volver a ver a Mía.
Definitivamente moría por volver a verla y averiguar si me recuerda, si nos recuerda.
Félix nos abre la puerta y ayuda a mi hermana a salir del auto y mantiene la puerta abierta para mí. Veo cómo mi hermana avanza un par de pasos y al ver que no la sigo se gira hacia mí.
—¿No vienes? —pregunta.
—Adelántate. Tengo que hablar un momento con Félix.
Terry asiente y le dedica una sonrisa a Félix antes de marchar.
—No vayas a despedirlo. Tengo entendido que es muy bueno en su trabajo —bromea.
—Tranquila, lo sé de muy buena mano —aseguro continuando con la broma.
Espero a que mi hermana esté lo suficientemente alejada para que no oiga mis palabras. Félix me mira con algo de curiosidad manteniendo todo el respeto que siempre ha demostrado.
—¿Sucede algo, señor?
—Félix, recuerda la conversación que manteníamos sobre lo de llamarme señor cuando estuviésemos solos.
—Sí. Michael —asiente avergonzado.
Llevo mi mano a su hombro y veo cómo recupera la compostura.
—No pasa nada —me acerco un poco más a él e intento susurrarlo lo más bajo posible. No era necesario que nadie supiera lo que tenía planeado hacer—. Necesito investigar a una persona. Y sé que tú tienes los contactos necesarios para conseguir la información que quiero —asiente después de un momento de duda—. Pues busca esos contactos, necesito esta información para ayer.
Félix me mira confundido y vuelve a asentir. Saca su teléfono y busca en él. Permanecemos algunos minutos en silencio mientras busca lo que necesito.
—Nombre de la persona que necesita investigar —pregunta después de un momento.
Vuelvo a analizar esta decisión. Si doy algún paso en falso podría salir muy mal parado. Luego recuerdo un par de ojos esmeraldas y otros más grises y mucho más infantiles y decido no dudar. Quiero a esas dos en mi vida. Y las quiero ya.
—Mía Montés.
Félix asiente sin la mínima sorpresa al ver que se trata de una mujer y comienza a teclear en su teléfono. Después de un momento lo guarda y me observa.
—Tendrá la información a más tardar el lunes en su oficina. Yo mismo se la entregaré.
Asiento y con una gran sonrisa me dirijo hacia la casa de mis padres. Tendré lo que deseo. Siempre he logrado lo que me he propuesto y resulta ser que las deseo a ambas y mi propósito es cumplir lo que deseo.
☆☆☆
MIA
Llegamos a casa a la hora justa. Thony ya nos espera fuera de casa para nuestro clásico viernes de películas. Sonrío al encontrarlo junto a nuestro porche y le envuelvo en un abrazo, necesitaba su seguridad con extremada urgencia.
—¿Sucede algo? —pregunta a mi oído.
—Después te cuento —dijo haciendo una señal a mi hija que nos observa cerca de la puerta. Está impaciente por llegar a los brazos de su tito y yo estoy en medio.
—Ven acá pequeñaja —dice Thony abriendo sus brazos para mi niña.
Los tres juntos entramos en casa y mientras yo le doy una ducha a mi hija y tomo otra, Thony prepara los bocadillos para nuestra noche de cine.
Al salir del baño escucho las carcajadas de mi amigo y mi hija procedentes del final de las escaleras. Entro a mi habitación con una sonrisa en mi rostro, la cual desaparece al recordar aquellos ojos grises.
Cuando Terry me había comentado de su hermano nunca me hubiese imaginado que fuese tan guapo. Pero no era su belleza lo que me desconcertaba de él. En realidad se trataba de sus preciosos ojos grises. Unos ojos grises muy parecidos a los del hombre que conocí hace más de cuatro años atrás, a los ojos del padre de mi hija. No sólo compartían los mismos ojos, sino también el mismo tono de cabello y, si no logro equivocarme, hasta la misma altura.
De aquella noche recuerdo muchas cosas. Pero todas aquellas relacionadas con el padre de mi hija están un poco borrosas. Eso es una consecuencia de no salir nunca a fiestas y no saber manejar el alcohol. Sabía que aquella noche se me había pasado la mano con los tragos, pero me la estaba pasando tan bien que nunca pensé en las consecuencias. Luego había llegado ese chico y había cambiado mi noche y mi vida para siempre. Pero no lograba recordarle. Pequeños detalles como el color de sus ojos y cabello. Incluso la seguridad de sus manos y la intensidad que éstas me hacían sentir. El sentimiento de seguridad y de hogar. Los recuerdos eran muy vagos, demasiado para poder reconocerle con solo verle una vez después de cuatro años.
Cuando bajé las escaleras, escuché las risas y logré sonreír. Encontré a mi hija sobre la encimera de la cocina mientras Thony terminaba con las palomitas. Habían preparado un verdadero banquete: galletas, helado, refrescos, palomitas y muchas otras cosas.
Me acerqué a mi niña y le dejé un beso en la cabeza. Noa sonrió.
—Tito, ¿ya terminaste? —preguntó.
—Listo, princesita —aseguró Thony, cogiendo las golosinas y dirigiéndose al salón.
—Vamos, bebé —la tomó en brazos y siguió a Thony.
—Mami, ¿por qué no toca piano con el chico?
Miré confundida a mi hija, intentando entender a qué chico se refería. Por alguna razón, me vienen a la mente unos ojos grises y la conversación de hace una semana con Terry.
—No sé, mi vida. No creo que lo volvamos a ver.
Para mi suerte, llegamos al salón, donde Thony ya estaba acomodado en el sillón con el control en la mano.
—¿Qué veremos esta noche, chicas?
Nos acomodamos a su lado, y mi hija toma el mando de la noche.
—El Encanto. Tito, pon El Encanto.
Ambos sonreímos mientras Thony busca la película. Mi hija se obsesiona muy fácilmente con las películas que ve, y después las repetimos tantas veces que terminamos aprendiéndonosla de memoria.
Un rato después...
—¿Me dirás qué te sucede? —pregunta Thony.
Llevamos algunas películas y Noa ha quedado rendida después de la primera.
—Creo que lo encontré, Thony —susurro, aún apoyada en su hombro.
—¿Estás segura? —pregunta. No necesito explicarle a qué me refiero. Él conoce toda la historia.
Acarició la cabecita de mi hija sobre mi regazo y suspiró.
—No del todo. Pero hay algo que me empuja a creerlo.
Thony me abraza fuertemente y agradezco el apoyo.
—No te preocupes. Yo te apoyaré en todo lo necesario. Afrontaremos esto juntos.
Logré sonreír y agradezco que siempre esté aquí.
—Gracias por estar aquí, Thony.
Editado: 01.05.2025