Nuestro pequeño error.

CAPÍTULO 9: Un sueño estúpido. ✔️

MIA
Aquella mañana estaba demasiado cansada para ir a trabajar. Cuando desperté de otro de los sueños que hace años me perseguían, salí de mi habitación y busqué a mi pequeña. Su contacto siempre alejaba esos sueños.
Desde que desperté al día siguiente de aquella fiesta, cada vez que surgía algo relacionado con los recuerdos de aquella noche, algunos sueños visitaban mis noches. No eran sueños malos. No al principio. Se trataban de pequeños momentos de aquella noche confusa y nunca me molestaron. Eran recuerdos tan bonitos y cálidos que disfrutaba de ellos. Pero algo cambió cuando me enteré de que estaba embarazada.
Esos sueños cambiaban según avanzaba mi embarazo y, después de que naciera Noa, fueron a peor. Me despertaba de pesadillas donde todo había sido un sueño. Donde no tenía a mi pequeña, o mi vida era completamente distinta. Otras noches trataban sobre alguien malvado que intentaba hacerle daño a mi pequeña y yo no podía hacer nada. Ahora esos sueños eran los mismos o peores.
En una de esas fatídicas noches, descubrí que abrazar a mi pequeña y asegurarme de que estaba allí, que estaba segura, me calmaba y lograba volver a dormir junto a ella.
Ahora me dirigía a su habitación para poder abrazarla y tranquilizar a mi acelerado corazón. Cuando la vi allí, acurrucada en el medio de la cama, hecha un ovillo, logré sonreír. Mi hija era mi salvavidas, mi fuerza, lo era todo para mí. Me acerqué cuidadosamente a ella y me acomodé a su lado. En unos segundos, sentí cómo buscaba mis brazos y se acomodaba entre ellos. Sonreí nuevamente y sentí cómo el sueño volvía.
Un tiempo después...
Me desperté con unos suaves besos en mi mejilla. Intenté alargar el momento y continuar durmiendo, pero alguien más deseaba lo contrario.
Noa se sentó sobre mí y comenzó a despertarme.
—Mami, ven acá —me llamaba. Continué con los ojos cerrados para averiguar qué hacía. Sentí que se movía en la cama y comenzaba a dar saltitos.— Mami, desayuno. Mami —continuaba llamándome.
Continué con los ojos cerrados. Quizás se diera por vencida y continuaría durmiendo. Pero sabía que aquello era imposible.
Mi hija abandonó la cama y salió de la habitación. En ese momento abrí los ojos y me senté en la cama. El día comenzaba y hoy sería más largo de lo normal. Mi hija me esperaba abajo y tendría que preparar el desayuno. Quizás llame a Thony y salgamos a dar un paseo.
Mientras bajaba las escaleras, escuché a mi hija. Parecía que hablaba con alguien y no dudé en buscarla.
La encontré en el salón con el teléfono en la mano y hablando con alguien.
—Tito, mami no quiere hacer desayuno —escuché que decía.
Me acerqué automáticamente y le quité el teléfono. Mi hija gritó por mis actos.
—Habló con tu tío y te preparo el desayuno —le dije. Parecía que aún estaba enfadada porque le quitase el teléfono.— Piensa en lo que quiere y te lo haré —aseguré.
Vi cómo mi hija volvía a sonreír y cómo se le iluminaba el rostro.
Me acerqué el teléfono al oído y continué la conversación que mi hija había iniciado.
—¿Thony? —pregunté.
—¿Quién más? —bromeó—. ¿Por qué no has ido al trabajo? Ya es tarde.
—No me sentía muy bien para ir. Tengo que pensar, Thony, y respirar un poco —susurré.
—Lo mejor será hablar con ese tipo y averiguar si es él —aseguró.
—No creo que pueda. —Vi a mi hija jugando en la alfombra y me deshice de los pensamientos que venían a mi cabeza.— ¿Por qué no vienes? Daremos un paseo y me ayudas a decidir todo esto.
—Estaré allí en algunos minutos —aseguró Thony.— Por cierto, tu hija acaba de despertarme. ¿Quién habrá sido quien le enseñó a utilizar el teléfono? —preguntó irónico.
Sabía que mi hija era muy inteligente, pero aquello iba en dirección a mí. Por protección, había enseñado a Noa a utilizar el teléfono en marcado rápido y el único número era el de Thony, así que le tocaba lidiar con las quejas de mi hija cada rato.
—Te espero —susurré, haciéndome la tonta ante su comentario irónico.
—¿Mía Montés, acabas de hacerte la tonta?
—Te quiero, chao —susurré.
—Como me cuelgues, te mato —escuché que decía antes de colgar.
—Lo siento —susurré antes de ponerme de pie y comenzar mi día.
☆☆☆
Thony llegó en el mejor momento. Ya nos habíamos duchado y preparado. Estábamos listas para nuestro paseo, excepto un punto crucial: el desayuno.
A mi pequeña se le antojaban churros y chocolate y, como lo había prometido, lo cumplí. Le escribí a Thony para que comprara churros por el camino mientras yo preparaba los demás víveres del desayuno y buscaba el chocolate. Tanto mi hija como yo éramos muy fanáticas del chocolate y siempre que podíamos intentábamos disfrutar de él. Cuando Thony entró por la puerta, mi hija se puso a gritar como loca porque su tío había llegado al fin y porque traía los churros.
Los tres juntos disfrutamos de un desayuno lleno de risas y bromas. Antes de irnos, tuve que lavarme el rostro por las ocurrencias de mi hija y la cabeza loca de mi amigo, los cuales me habían llenado de chocolate las mejillas. Pero ellos no se quedaron atrás. Thony tuvo que lavar su cara porque se la llené de mantequilla y mi pequeña corrió por toda la planta baja mientras la perseguía para abrazarla y pasarle algo del chocolate de mis mejillas.
Amaba estos días que pasábamos juntos y las bromas que nos hacíamos. Amaba a mi familia.
Cuando bajé las escaleras, busqué mi abrigo y me dispuse a esperar a Noa y Thony. Una sensación de nostalgia me recorrió el cuerpo cuando vi aquella puerta que había mantenido cerrada desde hacía algunos años. Mi cuerpo me traicionó y, de pronto, me vi acercándome a ella.
Esa puerta no se abría desde hacía unos meses atrás y no tocaba lo que había dentro desde mi embarazo. Había tirado la toalla. Renunciado a mi verdadero sueño. Por mi hija.
Quizás algún día pueda hacerlo. Recomenzar y vivir esa vida que dejé atrás, volver a ella. Soñé.
—My Girl, ya estamos —gritó Thony mientras bajaba las escaleras.
Observé por última vez la puerta y volví al presente. No sueñes con algo imposible. Nunca podrás volver a esa vida. En realidad, nunca estuviste en ella. Me regañé.
—Vamos, chicos, que ya casi es mediodía —dije mientras Thony dejaba a Noa en el suelo y yo buscaba su abrigo.
Thony esperaba mientras yo cerraba la puerta del porche y guardaba las llaves.
—¿Estás bien? —preguntó cuando nuestros ojos se conectaron.
—Sí. —Vi un poco de reproche en su mirada y decidí decir la verdad.— No quiero arruinar el día. Solo pensaba un poco. Luego hablamos.
Vi cómo su expresión se suavizaba un poco y al final cómo asentía.
—Vale. Venga, vamos.
Veo a mi hija acomodada en un pequeño mantel sobre el césped de un parque. Hemos paseado durante todo el día y almorzamos en un italiano muy mono. Habíamos ido a tantos sitios que ya no recordaba los nombres. Primero a un pequeño parque de diversiones donde todos disfrutamos por igual. Paseamos por un pequeño mercadillo donde vendían de todo un poco. Noa se veía encantada con la variedad a su alrededor, incluso hizo que Thony le comprara un cuaderno de dibujo, otros juguetes y dulces.
Ahora estábamos en un pequeño parque cerca de casa. Habíamos ido allí a ver el atardecer y después iríamos al cine a ver una película o a cenar; aún no lo decidimos.
Mientras Noa intentaba dibujar algo en su cuaderno, Thony y yo la observábamos e intentábamos hablar.
—¿No tienes pensado hablar con ese chico, el hermano de Terry? —preguntó Thony de un momento a otro.
—No tengo la menor idea de lo que voy a hacer ahora —aseguré, siendo totalmente sincera.— Es que todo podría complicarse. ¿Te imaginas que sí sea ese chico y me reproche por todos estos años o que intente quitarme a Noa? —Solo con mencionarlo se me erizaba la piel—. No quiero ni imaginar las otras opciones.
Thony me miró contrariado mientras parecía analizar mis palabras. Después de un momento, asintió.
—Quizás tengas razón. Pero—sabía que no terminaría allí; siempre había un "pero"—, ¿y si no es así? Si la acepta. Si quiere reconocerla, y quién sabe, darse una oportunidad juntos. ¿No has pensado en esa parte?
Una lucecita se encendió en mi interior y el hecho de imaginarme sintiendo la misma seguridad que sentí aquella noche me agradó, me agradó mucho. Pero la vida no era un cuento de hadas.
—Thony, deja de hacerte historias. La vida no es un cuento de hadas —aseguré.
Vi cómo Thony desistía y volvía la atención a mi pequeña. Noa había abandonado el cuaderno y ahora estaba unos pasos frente a nosotros, jugando con un pequeño cachorro. La vi tan feliz y sonriente que no pude evitar hacer lo mismo. Se veía tan bonita y feliz que me llenó el alma de paz y alegría.
Noa alzó la mirada y buscó nuestras miradas.
—Tito, ¡ayúdame! —gritó mi pequeña mientras continuaba jugando con el cachorro.
Thony dejó sus cosas sobre la manta y fue con mi hija. No pude evitar sacar mi teléfono y tomar una foto de ambos jugando. Pero algo me impulsó a ir más allá y, inclinándome hacia delante, tomé el cuaderno de dibujo de mi hija y, con su pequeño lápiz, comencé a dibujar.
Hacía meses que no dibujaba a lápiz y años que no lo hacía en lienzo, pero de alguna forma se sintió tan familiar. Con un poco de destreza algo oxidada, comencé a dibujar. Hacía pequeñas y seguras líneas que enmarcaban el rostro de mi hija y sus pequeños rizos. Dibujé su pequeño cuerpecito y acomodé el paisaje a su alrededor. También dibujé al cachorro e incluso a una parte del cuerpo de Thony.
Ese sentimiento que me llenaba al dibujar volvió a surgir tan fuerte como la última vez. Siempre había sido un sueño poder dedicarme a esto: dibujar y pintar a mi antojo, exponiendo mis cuadros y siendo completamente feliz. Pero eso no se cumpliría. No podía llevar mi sueño a cabo porque tenía cosas más importantes que hacer. En aquel entonces fue pagar la universidad y ahora se trataba de mantener a una niña pequeña, mi niña pequeña.
Dejé el cuaderno a un lado y oculté el dibujo terminado. No podía caer en la tentación. Mi hija es más importante.
Es solo un sueño estúpido. Un sueño que nunca llegaré a cumplir. Me reproché.
—Chicos —les llamé—. Es tarde. Deberíamos irnos —dije mientras comenzaba a recoger todo.
Pronto Thony llegó a ayudarme y mi hija comenzó a dar saltitos a nuestro alrededor.
—Mami, ¿puedo tener un cachorro? —preguntó mi niña acercándose a mí.
Dios, ¿cómo le digo esto sin herirla?
Me agaché frente a ella e intenté sonar lo más amable posible, cosa muy fácil de llevar a cabo con solo mirar los ojitos tiernos de mi pequeña.
—Mi amor, ahora no podemos tener un cachorro —susurré y vi cómo comenzaban a brillar sus ojitos por las lágrimas.— Un cachorrito lleva mucha atención y nosotras estamos todo el día en la universidad. El cachorrito estaría muy solo en casa y se pondría triste. —Mi hija cambió su expresión y enmarcó sus cejas, dejándome entender que estaba procesando todo lo que decía. Amaba su inteligencia.— ¿Tú quieres que esté triste? —pregunté intentando convencerla. Noa negó y comenzó a sonreír.— Terminamos de recoger y nos vamos para casa. ¿Tienes hambre?
—¡Sí! —gritó y comenzó a correr a nuestro alrededor.
—Eres una madre increíble —susurró Thony, con todas las cosas recogidas y listas para ir al auto.
—Tengo algunos trucos.
Busqué la manita de Noa y, juntos, fuimos hacia el coche.
Había sido un día increíble. Y terminaría de igual forma, con mi pequeña familia, en casa.




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