Nuestro pequeño error.

CAPÍTULO 12: Vistas. ✔️

MIA
—No creo que esta sea una buena idea —susurro.
Terry me mira confusa mientras comienza a negar levemente.
—Mía, podrías dejar de ser tan obtusa por una vez en tu vida.
Niego levemente mientras continúo hundiéndome en mis nervios e inseguridades.
—Mía, he visto tu trabajo y estoy segura de que eres la indicada para esto —asegura.
Ese es otro tema; desde que se apareció en mi casa y me obligó a enseñarle mis cuadros, no ha dejado de insistir en que ella deseaba tener algo hecho por mí. Por esa misma razón, ahora estaba encerrada en un elevador en dirección a un penthouse en uno de los edificios más caros de todo el país. Lo peor de todo eso es que tendría que pintar una de las tantas vistas que se podían contemplar desde ese apartamento, y resultaba ser las favoritas de Terry.
—Hace años que no he dibujado nada en un lienzo. En serio, Terry, esto es una mala idea —aseguro, girándome hacia ella.
—No sigas diciendo eso, Mía. Además, son mis vistas favoritas; como queden, me gustarán. Ya va siendo hora de que haga algo.
—¿A qué te refieres?
Me dedica una pequeña sonrisa antes de explicarse.
—He amado esas vistas desde que mi hermano compró el penthouse y nunca quiso regalármelo, así que es hora de que tenga un pedacito de ellas, aunque sea en un lienzo —asegura.
—Eso es todavía peor —pienso en voz alta.
Escucho cómo Terry comienza a reír mientras yo quiero echarme a llorar. Ahora tengo más presión sobre los hombros; es su vista favorita y puedo echarlo a perder. Además, será en casa de su hermano, ese mismo que vi en la universidad una vez y que fácilmente podría ser el padre de mi hija.
Diosito, sácame de aquí. Elevé una pequeña súplica al cielo, pues lo último que quería era confirmar mis sospechas con respecto a ese hombre. Bueno, quizás sí quería aclararlas, pero que no me quitase a mi hija.
Escuché el pitido del elevador antes de que las puertas se abrieran, dejando ver el precioso apartamento perfectamente decorado. Me quedé en mi sitio, embelesada con la decoración y el tamaño del lugar. Mi casa cabría fácilmente allí dentro. Solo en el salón.
Terry tiró de mi brazo, obligándome a salir del ascensor y a entrar en aquel lugar digno de una película romántica. Podía ver la barra de la cocina al fondo, junto a un gran ventanal, y las escaleras que llevaban a un segundo piso justo al frente de nosotros.
Desvié la mirada al rostro de Terry, que me miraba con una sonrisa. A ella no le afectaba tanto el lujo de aquel lugar como a mí. Ella ya estaba acostumbrada; después de todo, se había criado toda la vida en sitios como aquellos.
—El lugar es precioso —aseguro.
Asintió mientras me tendía la mano para guiarme.
—Ven, las vistas están por aquí —aseguro, arrastrándome a una puerta que daba a un lugar perfecto. Esa era la palabra que lo caracterizaba: perfecto.
Era una especie de salón de música, aunque solo había un piano de cola precioso. También había preciosos decorados y juegos de salón. Al final del salón, detrás de una pared completamente de cristal, se encontraban las vistas más espectaculares de la ciudad que había visto nunca. No solo por la espectacularidad del paisaje, sino también por el preciso tono naranja que dibujaba el cielo a estas horas de la tarde. Entendía perfectamente por qué Terry quería, aunque fuese una pequeña parte de esas vistas. En realidad, yo comenzaba a desearlas por entero.
—Terry, esto es... precioso.
La veo sonreír antes de acercarme al ventanal y contemplar la vista.
—Ahora ves por qué no puedes decirme que no. Tú lo entiendes perfectamente.
Asiento mientras me concentro en la vista.
Escucho cómo una puerta se abre y al buscar el sonido, veo a una señora acercarse a Terry.
—Señorita, es un placer recibirla. —Terry sonríe mientras asiente.
—Gracias, Martha. Ven, quiero presentarte a Mía. —me señala—. Estará por aquí un tiempo. Es una buena amiga y vendrá seguido.
La señora me observa confundida.
—¿Puedo preguntar a qué se debe, señorita?
—Claro —asegura Terry—. Mía es artista y hace unos cuadros preciosos. —Siento cómo la sangre se me concentra en las mejillas por la seguridad con la que habla Terry sobre mi trabajo. Yo no estoy tan convencida.— Le he pedido que pinte estas vistas. Sabes cuánto me gustan.
Martha asiente antes de retirarse del salón.
Ambas nos miramos por un momento antes de romper a reír por la expresión de la señora.
—Es un poco... —busco la palabra adecuada para describir el carácter de Martha.
—Sí. Es muy sobreprotectora con la intimidad de mi hermano. Por algo lleva más de cinco años trabajando en esta casa —asegura Terry—. Además de que siempre lo cuidó cuando era niño.
—Entiendo.
Pasamos un rato más en el salón mientras analizo la luz y la posición del cuadro.
—¿Ya lo tienes todo? —pregunta Terry.
—Sí, ya lo tengo todo. Podemos irnos —aseguro acomodándome las gafas sobre el puente de la nariz y cogiendo el bolso.
—Perfecto.
Ambas salimos del salón, encontrándonos a Martha junto a la puerta.
—Su hermano viene subiendo, señorita.
Me tenso solo de escuchar las palabras de Martha. Michael, si mal no recuerdo, es el hermano de Terry. Pero mi instinto me dice que hay algo más sobre él que no me cuadra. El parecido con mi hija y la reacción de mi cuerpo ante su presencia me desconciertan y no puedo evitar preguntarme si en realidad es el mismo chico de hace cuatro años.
Escucho el ascensor a mi espalda y siento un cosquilleo en la piel mientras un sentimiento de seguridad y bienestar me recorre. Me vuelvo hacia él mientras se acerca a nosotros con la mirada en su teléfono, sin percatarse de nuestra presencia.
—Hermanito —levanta la mirada, la cual se conecta con la mía por unos segundos. No puedo evitar contener la respiración mientras evito hacer lo que mi cuerpo me grita—. Qué bueno que has llegado. Pensé que nos iríamos sin verte.
Desvía su mirada hasta Terry, bastante confundido, y es entonces cuando noto que había parado de andar al verme. No puedo negar que es muy guapo, además de que me resulta tan familiar que me asusta.
—Terry. No sabía que venías hoy. —Se le ve bastante confundido y sorprendido. Siento cómo mi mente me traiciona cuando comienza a pensar que es por mi presencia.
No seas idiota, Mía. Si fuese ese chico, ¿de verdad crees que te recordaría?
—Recuerdas que te dije que quería un cuadro de tus vistas. —Michel asiente—. Pues Mía será la encargada de pintarlo.
—Cierto, ya lo había olvidado —asegura cuando su mirada vuelve a posarse en la mía—. Señorita Montés, un gusto volver a verla —dice mientras se acerca a mí y me ofrece su mano.
Mi piel se eriza solo con sus palabras y una descarga me recorre cuando nuestras pieles se conectan.
El sentimiento de familiaridad de antes se intensifica ante el contacto, haciéndome observar nuestras manos unidas antes de volver a sus preciosos ojos grises que, durante un momento, se oscurecen. Fue un momento tan breve que comienzo a pensar que fue mi imaginación.
—Igualmente, señor Lewis.
—Llámame Michel. Creo que después de ahora nos veremos más a menudo —susurra con una pequeña sonrisa.
Mis sentidos se intensifican mientras la confusión me recorre. Retiro la mano y un sentimiento de pérdida se instala allí donde su piel estuvo.
—No entiendo, ¿a qué se refiere? —no puedo evitar preguntar.
Busco la mirada de Terry, quien está sonriendo. Ese gesto no hace más que intensificar mi confusión.
—Según mi hermana, usted es la encargada del cuadro. ¿Me equivoco? —Terry niega—. Supongo que será imposible no vernos mientras usted esté por aquí. Después de todo, es mi casa.
Ve, tiene razón. ¿En qué carajos estaba pensando cuando acepté trabajar en su jodida casa? Me regañé.
—Cierto.
Doy un paso atrás, llegando junto a Terry, quien se acerca a su hermano y le da un pequeño abrazo.
—Será mejor que nos vayamos, hermanito —susurra Terry, ganándose una mirada asesina de su hermano, logrando despertar mi desconfianza—. Mía tiene que recoger a Noa y ir a casa. —Su mirada se dulcifica y esto no hace más que empeorar mi curiosidad y confusión.
—Pues será mejor que se vayan ya. Esa princesita no merece esperar.
La familiaridad con la que habla de mi hija vuelve a confundirme.
Terry vuelve a despedirse de su hermano antes de arrastrarme dentro del ascensor. Antes de que se cierren las puertas, observo cómo Michael me observa detalladamente. Siento un pequeño cosquilleo allí por donde su mirada pasó antes de que las puertas se cerraran y comenzáramos a descender.
Cuando llego a casa, voy directamente a darle un abrazo a mi pequeña. Llevo algunas horas sin verla y ya la extraño. No es por nada, pero estoy tan acostumbrada a estar siempre con ella que ahora no me veo separada de ella.
Dejo a Noa con sus juguetes y me encuentro a Thony esperándome en la cocina.
—¿Cómo vas con lo del cuadro?
—Bien. Dentro de poco comenzaré a pintarlo. No sabes lo bonitas que son las vistas —aseguro antes de quedarme en silencio. Tomo aire antes de anunciar lo que viene—. Es en la casa del hermano de Terry.
Thony me mira asombrado y anonadado.
—¿En casa del sospechoso? —pregunta.
Asiento suavemente antes de hundirme en mi frustración y mis nervios. Aún no puedo creer que tendré que verlo casi a diario y, peor aún, sin saber a ciencia cierta si es él el padre de mi hija.




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