Nuestro pequeño error.

CAPÍTULO 13: Positivo. ✔️

MICHAEL.
Había pasado tres días. Tres días en los que Mía deambulaba por mi casa casi todas las tardes. Tres días desde que la había visto plantada en la puerta de mi casa y me pareció lo más natural del mundo. Tres días donde no la veía al llegar porque estaba encerrada en el estudio, y cuando la veía era porque salía por la puerta y se encaminaba al ascensor para marcharse. Había pasado tres días en los que no había logrado nada y aún me encontraba en el mismo sitio. Ni un solo paso adelante. Estaba estancado sin saber cómo acercarme a ella.
En los tres últimos días había venido completamente sola, lo que hacía preguntarme dónde estaría Noa durante ese tiempo. Tenía claro que no estaba con su hermana, pues ya le había preguntado. Aquello me carcomía por dentro.
Aquella tarde había regresado a casa después de cenar junto a Sam y algunos nuevos clientes. Me había encerrado en mi estudio nada más llegar y a sabiendas de que hoy tampoco avanzaría. No sabía cómo hacerlo sin soltar que era el padre de Noa.
Cuando el reloj marcó las 5:00 p.m. supe que ella ya estaba en el estudio. No permitía que nadie entrara mientras trabajaba, pero eso no impedía que viese los avances cada noche. El cuadro comenzaba lentamente a tomar forma. Había pasado el primer día recopilando los materiales y trayéndolos a casa. El segundo había sido tan poco productivo como el primero, ya que se había dedicado a cubrir la habitación y acomodarlo todo. Y ayer ya comenzaba a ser más productivo.
Las líneas a lápiz de los edificios hoy, al cuarto día, se podían observar más claras y concisas. Así como algunas nubes interpuestas en el cielo. Tenía mucho talento, no se podía negar, pero también había que admitir que era un proceso lento y trabajoso. Aquello me beneficiaba a más no poder y yo aún no avanzaba.
Intenté concentrarme en el trabajo que aún tenía pendiente para evitar ir hasta la puerta del estudio. Nunca tocaba ni entraba, pero permanecía allí más tiempo del necesario para, al final, regresar a lo que antes hacía.
De pronto, un pequeño remolino de cabellos oscuros atravesó la puerta de mi estudio y corrió hasta esconderse tras una de las butacas frente a mí. Observé la butaca durante un rato, esperando a que asomase su cabecita.
No lo hizo.
Cuidadosamente me levanté y me acerqué a ella. Me paré junto a la butaca mientras la observaba detrás.
—¿Qué haces, Noa?
Ella llevó uno de sus deditos a sus labios y pidió silencio. Asentí, siguiéndole la corriente, mientras me colocaba en cuclillas junto a ella.
—¿De quién nos escondemos? —susurré.
Ella sonrió y se acercó a mi cara para hablar.
—Juego a las escondidas con mamá —continuó sonriendo.
La observé curioso antes de que una idea reboleteara en mi cabeza.
—¿Y tu madre lo sabe? —vi cómo negaba antes de asomarse sobre la butaca.— Cariño, esconderse de mamá sin que ella lo sepa no está bien —aseguré. Noa me observó confusa.— Si ella no sabe que te escondes, se preocupará por no saber dónde estás y se pondrá muy triste si no te encuentra —aseguré y vi cómo procesa todo aquello.
Sus ojitos se cristalizan durante un segundo mientras dice:
—No quiero a mami triste.
Sonrió antes de cogerla en brazos y ponerme en pie.
—Tranquila, sí. Si llegamos a tiempo, no se pondrá triste —aseguré yendo hacia la puerta.
Cuando llegamos al estudio, no me molesté en llamar a la puerta y entré directamente. Aún con Noa en mis brazos, observé la habitación vacía. Al parecer, había salido a buscar a Noa.
—Esperemos a que vuelva —dije mientras dejaba a Noa en el suelo. En algún momento me entraron ganas de tocar y, sin pensarlo, me dirigí al piano donde comencé una suave melodía. Después de un momento, Noa se acerca y le hago un lugar junto a mí.
Continué tocando mientras observaba su carita sonriente y la invito a tocar algunas teclas mientras le enseño a hacerlo.
☆☆☆
MIA.
Llevo un rato buscando a Noa cuando escucho cómo el piano comienza a sonar. No me puedo creer que lleve todo este tiempo en el estudio y yo estuviese buscándola como loca.
Bajo los escasos escalones que había recorrido y vuelvo al estudio. Al llegar, decido entrar en silencio y sorprenderla, pero la sorprendida resultó ser yo.
Mi pequeña está sentada frente al piano mientras que el hermano de Terry le enseña a tocar algunas notas de la pieza. Lo que más me sorprende es la complicidad que se nota entre ellos y los sentimientos que surgen en mí ante la imagen.
Ese sentimiento de seguridad vuelve a implantarse en mí, trayendo consigo una sensación de esas que te dejan claro cuando las cosas están bien y solamente pueden estar bien como están. Esta imagen de mi pequeña junto a este hombre me hace imaginarme a mi hija junto a su padre, y el hecho de que ellos se parezcan tanto físicamente, y esa duda en mí de si es o no es su padre, no me deja una buena sensación en el pecho.
La melodía termina y, después de un momento, mi pequeña se gira y, al verme, su mirada se ilumina con un brillo muy especial. Creo que la mía hace lo mismo al verla, ya que esa sensación de familiaridad y seguridad que tengo junto a ella me recorre por entero. Mi cuerpo me traiciona y cometo el desliz de observar a Michael, dándome cuenta de lo atractivo que se ve sin el saco y con las mangas remangadas, y cómo me observa él también.
—Noa. ¿Cuántas veces te he dicho que no desaparezcas sin decirme nada? —le regaño justo cuando llega a mí, evitando volver a verle.
Mi hija aparta su mirada y acepta el regaño. Me incliné y le dejé un beso en su frente. Por mucho que me enfade con ella, no puedo permanecer enfadada durante algo más que unos segundos. Es la única familia que me queda, además de Thony y ahora Terry, así que para mí es difícil enfadarme con mi princesita.
—No tiene por qué preocuparse —interviene Michael—. La encontré en mi estudio y la traje directamente aquí. Pero usted no estaba.
Me incorporo y le observo. Dios, está guapísimo. Pienso.
No seas estúpida, Mía. Que aún no sabes si es él. Me regaño por mis pensamientos.
—Lo siento si le interrumpí —me disculpo. Sé que él es una persona muy importante y que siempre tiene mucho trabajo. De hecho, hoy regresó temprano y se encerró en su estudio a trabajar. Eso me había comentado Martha. No puedo evitar ser curiosa cuando se trata de este hombre—. Me preocupo mucho por la seguridad de mi hija. Es mi única familia —aseguro.
Le veo observar a Noa, que se encuentra junto a mí, como si no le sorprendiese esta información. Después de un momento, su mirada regresa a mí y me recorre enterita, dejando una sensación extraña en mi piel.
Sus manos en mi piel deben sentirse increíbles, pensé. Entonces me di cachetadas mentales por pensar en esas cosas de un completo desconocido.
—No tiene por qué disculparse. Y con respecto a la seguridad de Noa, este sitio es totalmente seguro para ella.
Asiento. Por supuesto que este apartamento es seguro para una niña. De hecho, mi casa no se acerca ni en un millón de años en comparación con la seguridad de aquel sitio para Noa. Y eso que no es a prueba de bebés.
—Si me permite, me gustaría volver a trabajar —digo después de un momento.
Michael asiente y se acerca a ambas. Mi corazón comienza a acelerarse en un momento al notar su proximidad. Y mi mente no deja de imaginar lo bien que se sentiría si me besase en ese mismo instante. Está tan cerca que incluso logró captar su perfume, el cual me deja totalmente embelesada. Me mira a los ojos durante un segundo antes de inclinarse y ponerse a la altura de mi hija.
—Nos vemos luego, princesita, ¿sí?
Mi hija asiente antes de recorrer los escasos dos pasos que lo separan del hombre y darle un abrazo. La imagen logra sorprenderme, mientras un remolino de emociones se desata en mi interior.
Quizás sí sea él. Quizás sí quiera a Noa y no te pida su custodia por no buscarle. Si supiera cuánto le he buscado, quizás nos deje formar parte de su vida. No puedo evitar pensar en todas esas cosas mientras los observo abrazados. Admite de una vez que deseas que sea ese chico del que te enamoraste después de una sola noche. Admite que deseas volver a sentirte de aquella forma.
Es imposible que sea él. Solo es mi mente buscando una seguridad que hace años perdí. Pero sería precioso que fuese él. Después de todo, es muy buena persona. Me lo ha demostrado en las pocas veces que nos hemos visto. El brillo de sus ojos me lo grita.
—Adiós, Michael —dice mi hija cuando se rompe el abrazo.
Él deja un beso en su coronilla antes de incorporarse y volver a colocar sus ojos en mí.
—Señorita Montés —se despide. Me trata de usted. Camina con paso seguro hasta la entrada, pero antes de partir su voz vuelve a mis oídos.— Si necesita algo —le busco con la mirada y lo encuentro junto a la puerta entreabierta—, no dude en ir en mi busca. Estaré encantado de ayudarle. —Logra sorprenderme con su comentario, pues me ha tratado de tú cuando hace un momento me llamaba por mi apellido.
—Le tomaré la palabra —aseguro antes de verlo partir.
Por alguna razón, vuelvo a sentir una sensación de pérdida mientras Michael desaparece de la habitación. Una sensación que no estaba mientras él abrazaba a mi hija.
Dios. Necesito salir de esta casa antes de que ese hombre logre que me vuelva loca.
☆☆☆
MICHAEL.
Escucho unos toques en la puerta de mi despacho. Ordeno que entren con un simple "adelante", antes de observar a Félix entrar por este.
—¿Qué sucede, Félix? —pregunto, dejando los documentos que revisaba.
—Señor —se acerca a mi mesa y deja un sobre sobre mi escritorio—, ha llegado esto para usted.
Tomo el sobre en las manos y observo el remitente. Al comprobar de quién se trata, abro rápidamente el sobre, sacando los documentos y buscando la respuesta.
Al obtener lo que busco, sonrío plácidamente y me levanto de mi silla para ir en busca de una copa. Cuando regreso a la mesa, busco mi teléfono y marco a la persona que espera esta llamada.
—Positivo —anuncio.
—¿De qué carajos hablas, Michel? —pregunta Terry a través de la línea.
Sonrío antes de responder.
—Es totalmente seguro, hermanita. Tienes una preciosa sobrina de tres años.




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