Nuestro pequeño error.

CAPÍTULO 14: Sugerencias. ✔️

MIA.
—Se ha acabado la clase, chicos. —informé— Nos vemos el lunes.
Salí del salón de clase y recorrí los pasillos hasta la oficina de Terry, donde me esperaba mi pequeña.
Aún recordaba la tarde que encontré a Noa junto a Michael. Recuerdo también cómo no he dejado de pensar en él desde entonces y cómo mi mente vuelve a traicionarme, imaginando que es aquel chico de hace cuatro años. Después de todo, parecido a Noa sí que es.
Aparté esa idea de mi mente y continué el recorrido. Era imposible que fuese la misma persona. Me niego a creerlo.
—Mami. —gritó mi pequeña en cuanto me vio entrar por la puerta. Me agaché para recibirla y poder abrazarla después de una larga hora de clases.
—Hola, pequeña. —susurré, acomodándola en mi pecho.
—¿Irás directo a casa de mi hermano? —preguntó Terry, recogiendo sus cosas.
Me incliné para dejar a Noa nuevamente en el suelo.
—Amor, ve por tu abrigo. —pedí. Mi pequeña asintió y corrió hasta su abrigo.— Tomaremos un café con Thony y después iré a casa de tu hermano —le dije a Terry.
—Salúdalo de mi parte y a mi hermano también. Hace algunos días que no lo veo.
Me acerqué a ella para darle un pequeño abrazo de despedida antes de que Noa volviese.
—Deberías ir. Así ves tu cuadro. —propuse. Definitivamente no quería volver a estar a solas con Michael. No después de la última vez. No después de todos esos sentimientos.
—Oh, no te preocupes. Nos veremos este sábado. Mi madre organiza una cena familiar.
En ese momento, Noa se acerca a ambas ya con su abriguito puesto.
—Pues será mejor que nos marchemos. —digo después de un momento.
Terry asiente y le lanza un beso de despedida a Noa.
—Adiós, tita Terry. —dice Noa mientras salimos de la oficina.
Ambas salimos de la universidad y comenzamos a caminar hacia la cafetería donde nos espera Thony. Son sólo algunas cuadras, por lo que podemos ir andando.
Mi pequeña va dando pequeños saltitos mientras tararea una canción que no conozco.
—Amor, ¿qué cantas? —le pregunto.
—Canción del piano. Michel me enseña. —explica antes de volver a empezar.
Me quedo anonadada ante las palabras de mi hija. Y no sólo por su buena memoria para la música, más bien es por el hecho de que mencionara a Michael. No sabía que le enseñaba a tocar.
—¿Cuándo te ha enseñado a tocar Michael? —le pregunto.
—El día de las escondidas.
Cierto. Aquel día. En el que no dejo de pensar.
—¿Te gusta que Michael te enseñe? —le pregunto. Mi pequeña asiente mientras sonríe.— Eso es bueno, mi amor. Me encanta verte feliz.
—Sí. Noa feliz. —exclama.
Continuamos caminando durante algún tiempo más en silencio y con una preciosa sonrisa en nuestros rostros hasta que llegamos a la cafetería.
En cuanto entramos, observo a Thony en una de las mesas junto al ventanal y ambas caminamos hasta él. Noa se lanza a los brazos de su tío, mientras yo me acomodo en la silla frente a él.
—Tito Thony, Michel le enseña a Noa a tocar el piano. —explica entusiasmada mi hija, logrando que Thony me lance una mirada de incredulidad. Ignoro su mirada y comienzo a leer la carta. Pienso comerme una porción de tarta, después de todo, paga Thony.
—Eso es increíble, princesita. —susurra, dejando un beso en su mejilla.— ¿Por qué no vas a jugar un rato? —le propone. A lo que mi hija, encantada, se baja de su silla y corre hacia la zona de juego.
Hace unas semanas, Thony descubrió esta cafetería. Y resulta que nos encanta, no sólo por el buen menú, más bien es por el hecho de que Noa podía divertirse en su propia zona mientras los adultos esperábamos y nos enfrentábamos a la vida real. Desde entonces, lo frecuentamos cada vez que podemos.
Busqué la mirada de Thony en cuanto comprobé que mi pequeña llegaba a la zona de juegos. Definitivamente no había sido buena idea hablar de este tema.
—Así que clases de piano, ¿eh? —ironizó.
Bufé frustrada y apoyé la frente sobre la madera, dejando salir de una vez todo lo que había estado guardando durante todo el día y el puto cansancio mental que arrastraba.
—No sé qué hacer, Thony. —dije contra la madera.
Thony alargó el brazo y me acarició el cabello.
—Tranquila, mi reina. —me consoló.— Quizás sea el momento de dejar las suposiciones y pasar de una vez a la acción. —susurró después de un momento, logrando que mi frente se alzara y le mirara a los ojos, horrorizada.
—¿Me sugieres que haga una prueba de paternidad con el hermano de Terry, quien quizás no sea ese chico de hace cuatro años ni el padre de mi hija? —pregunté.— Si es eso, déjame decirte que te has vuelto loco si crees que voy a ser capaz de hacerlo. —aseguré.
Le miré algo irritada por su sugerencia, mientras que él me miraba encogido.
—Qui–... —dijo después de un momento. Algo en mí, quizás mi lado sádico, le gustó que su voz temblara.— Quizás no tan radical. —Mi mirada asesina cambió a algo más parecido a la confusión.— Quizás sea mejor conversar un rato —sugirió ya un poco más ligero al liberarse de mi mirada— y averiguar, hacer preguntas, sin que se dé cuenta de lo que quieres saber.
Analicé su sugerencia hasta el punto de hacerle entender a mi cabeza que aquello no era tan descabellado. No más que hacer una prueba de paternidad con un completo desconocido. Quizás sea el momento de dar este pequeño paso antes de llegar a ese punto. Después de todo, mi instinto gritaba que era él. Pero algo, llamado cordura y sentido común, me obligaba a comprobar la información. Sentía lo mismo que aquella noche, o al menos lo que lograba recordar. Pero eso no quería decir que fuese el padre de mi hija porque sí. Necesitaba pruebas y las tendría.
—Quizás sea buena idea. —dije, pasando por alto el suspiro de alivio de mi amigo. A veces podía ser un poco intimidante y Thony lo sabía.
—Bueno. Pidamos algo. Me muero de hambre.
En eso coincidía con Thony. Mi estómago estaba rugiendo y era momento de abandonar mis pensamientos.
—Vale. —Tomé la carta y volví a ojearla.— Un batido de fresa estaría bien. Y para Noa, un helado, sabes que le encanta.
—Mi princesita se enloquecerá con ese helado. —aseguró Thony mientras llamaba a la camarera.— Yo prefiero un capuchino y un panecillo. Estoy harto de los batidos. No tienes ni idea de las cosas que he tenido que probar para darle publicidad. —comentó haciendo una mueca parecida a cuando pruebas un limón. No pude contener la carcajada que salió de mis labios mientras veía el rostro de Thony.
Era increíble lo volubles que resultaban nuestras conversaciones. Esa era una de las cosas que me encantaban de nuestra amistad, cómo logramos pasar de lágrimas o caras serias a carcajadas y chistes. Era imposible encontrar un mejor amigo que Thony y, para mi suerte, era todo mío. Tanto Noa como yo le amábamos y él nos amaba a nosotras.
No hay nada como la amistad.
☆☆☆
MICHAEL.
—En serio, necesitabas esto para saber que esa princesita es tu hija. —preguntó Terry observando la prueba de paternidad.
Me giré sobre mis talones, abandonando las vistas desde mi oficina para concentrarme en mi hermana pequeña.
—En absoluto. —aseguré.— Pero es bueno saber que mi instinto no falla. Además, servirá para callar bocas a algunos. —dije antes de volver a girarme.
Escuché cómo Terry se ponía de pie y se colocaba junto a mí.
—Yo tampoco necesitaba ese pedazo de papel para querer a Noa. De hecho, ya le quiero.
Volví a buscar sus ojos y vi el brillo de la emoción. Podía asegurar que los míos estaban igual.
—Yo también. —aseguré— Es una niña encantadora. Además —bromeé— tiene mi talento para la música. No quieras ver cómo toca el piano solo con tres años.
Mi hermana rió mientras me abrazaba. Permanecimos allí durante algunos segundos más.
—Quiero a ambas en mi vida. —aseguré.— Quiero criar a mi hija y amar a su madre si ella me lo permite. Y si no, la encerraré en la habitación hasta que lo haga.
Mi hermana volvió a reír antes de apartarse.
—Sé que lo lograrás. Eres muy fácil de querer. Y serás un gran padre. Además —en esa última palabra su tono cambió de totalmente serio a algo más burlón— con esos estándares no tardarán en darle hermanitos a Noa.
Sabía que era una broma, una que logró que soltara una carcajada. Pero no se pueden imaginar lo que sentí al imaginar a Mía embarazada y saber que había sido yo quien la había dejado así. Noa era mi hija, de eso no había duda, pero esa vez no tuve la oportunidad ni de verla y disfrutar de esa etapa. Intentaría solucionar eso en cuanto una preciosa mujercita de cabellos rubios y preciosos ojos verdes me permitiese entrar en su corazón.
—No tiene ni idea de los deseos que tengo de ir en su búsqueda y besarla para luego decirle que soy el padre de su hija y que deseo estar con ambas. —susurré mientras Terry y yo volvíamos a los asientos.
Terry sonrió antes de sentarse.
—Debes ser más objetivo. Acercarte de a poco. Ganarte su confianza. Luego pasarás a todo lo demás. No te prives de disfrutar de la etapa de conquista, ni a ella. Es una de las más bonitas. —sugirió Terry.
Me recliné en mi silla y observé a mi hermana con notable curiosidad.
—¿Desde cuándo eres experta en relaciones? —pregunté.— Que yo recuerde, el mayor soy yo.
—Resulta ser que cuando te nombran a cierta mujercita, se te van los años de conquistas de los que tanto alardeas y te estrellas. —bromeó— En serio, ¿esperabas que no te ayudase con todo esto? Te recuerdo que yo soy la amiga de Mía.
Levanté las manos al cielo en un signo de derrota.
—Vale. Ganas por esta vez.
Mi hermana volvió a reír, arrastrándome con sus carcajadas. Cuando las lágrimas comenzaron a ser evidentes en sus ojos, ambos intentamos calmar las risas.
—Por cierto, —dijo Terry después de un momento— ¿cuándo se lo dirás a mamá?
La sonrisa de borró de mis labios y concentré mis ojos en la mirada traviesa de mi hermana.
Esa parte sería extremadamente difícil.




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