MICHAEL.
—Michael, ¿estás en la oficina? —preguntó Terry, sin saludar siquiera, mientras terminaba de contestar la llamada.
—Sam a menudo la patea con unos inversionistas y llevo todo el puto día en la oficina. —expliqué.
—¿Recuerdas que hoy era la cena de mamá, no? —preguntó en un tono bastante inocente para tratarse de mi hermana.
Suspiré agotado mientras echaba mi cabello despeinado hacia atrás y comenzaba a acariciarme el puente de la nariz. Llevaba todo el día con un sordo dolor de cabeza que me estaba matando.
—Llegaré a la hora. O al menos lo intentaré. —susurré.
Terry se despidió después de un momento y yo volví al trabajo.
Sabía que, por muy cansado que me encontrase, no podía faltar a esa cena. Mi madre era muy quisquillosa con todas las cosas de la familia y, como casi nunca nos veíamos, a no ser en este tipo de eventos, no existía excusa para no estar presente.
8:30 pm. Justo a tiempo.
Miré el reloj justo después de aparcar frente a la mansión de mi madre. La tarde había pasado demasiado rápido y había logrado resolver todos los problemas de la empresa antes de salir para mi parlamento y tomar una ducha.
Había tenido un día tan agitado que solo durante el recorrido en coche me había dado el lujo de pensar en todo lo sucedido la noche anterior en mi despacho.
Si antes creía que el momento antes de cenar había sido demasiado emocionante, me equivocaba. Cuando la tuve a solo unos centímetros de mi al alcance de mi mano para tomarla y reclamar sus labios como míos, esos segundos habían sido fantásticos.
Solo que había quedado en aquellos segundos. Cuando Noa apareció reclamando la atención de su madre, no me quedó más opción que retirarme y así lo hice. Le ordené a Martha que preparase dos habitaciones y me retiré a mi habitación controlando el impulso de ir en su búsqueda y pasarme la noche reclamándome como mía.
Tampoco hice eso. No era una especie de cavernícola o algo por el estilo. Además, tenía que intentar resolver esto por las buenas y encontrar una forma de hacer que recuerde aquella noche, que me recuerde.
Agité la cabeza para deshacerme de estos pensamientos mientras salía del coche y me acercaba a la entrada de mi antigua casa, la de mi niñez y gran parte de la adolescencia.
Solo con algunos toques tenía a mi madre frente a mí y luego entre mis brazos.
—Michael, cariño. Qué bueno que has llegado. —dijo mientras se separaba un poco sin dejar de abrazarme. Llevó una mano a mi mejilla y acarició suavemente la misma.
Amaba a mi madre, siempre había sabido mantener ese cariño fraternal incluso durante los largos regaños y castigos. Era una mujer muy sabia y muy cariñosa. Era imposible no querer a Mariam Lewis.
—Perdón por la tardanza. He pasado todo el día trabajando. —expliqué mientras ambos nos adentramos en casa.
—Cariño, no deberías trabajar tanto. Aún eres joven, deberías buscar una mujer y darme nietos —exige mi madre.
Sonrío ante el recuerdo de dos mujercitas que me han robado el corazón y de las cuales no es el momento de hablar.
—Madre, aún no es el momento de que me case. Como la abuela decía, todo a su tiempo —evado su comentario recurriendo a las viejas palabras de su madre.
—Sí, cariño, pero...
—Mariam, deja a Michael —le interrumpe mi padre acercándose a ambos.— Ya es mayorcito para saber qué le conviene —susurra antes de darme un corto abrazo con las acostumbradas palmadas en la espalda.— No hagas caso a tu madre —me dice al oído antes de separarse para que mi madre no se percate.— Es bueno verte, hijo. Casi ni nos visitas.
—Eso es cierto —refuta mi madre.
—La empresa está pasando por un momento complicado. Nuevas inversiones y el mercado internacional. Siempre es difícil —expliqué.
—Se acabó el trabajo por hoy —ordena Terry desde uno de los sillones con su acostumbrada copa de vino al vernos entrar en el salón.— Mejor vamos a cenar, me muero de hambre.
Sonrío antes de apartarme de mis padres y dejar un beso sobre su coronilla.
—No seas tan gruñona —le digo ganándome una de sus miradas de odio.— Pero tienes razón. Vamos a cenar.
Me volteo hacia mis padres que aún se mantienen junto a la entrada.
—Oh, aún no podemos —dice mi madre—. Estamos esperando una invitada.
La observo sorprendido al ver el rostro de sorpresa de papá. ¿Es que acaso él no sabía de eso? Me cuestiono.
—¿A quién esperamos? —pregunta Terry colocándose junto a mí.
Antes de que mi madre pueda contestar, una sirvienta entra en el salón anunciando que la invitada acaba de llegar. Mi madre nos pide disculpas y sale corriendo detrás de la criada para ir en busca de la misteriosa invitada.
Me acerco cuidadosamente a papá, con Terry pisándome los talones.
—¿Sabes de qué va todo esto? —le pregunto para recibir una negativa.
—Qué extraño. Mamá casi nunca actúa de manera misteriosa —susurra Terry por lo bajo.
Poco después escuchamos los pasos y las voces acercándose a la habitación. De pronto, mi madre atraviesa la puerta acompañada de un verdadero fastidio.
Lilibeth Mickelson.
Noto el fastidio en mi voz incluso antes de comenzar a hablar.
—¿Podemos hablar un momento a solas, madre? —pregunté observándola directamente y evitando a la odiosa y media loca Mickelson.
—Claro, cariño.
—Hola, Michael —dice Lilibeth cuando comienzo a caminar en su dirección.
Convirtiéndome en un verdadero asno, continúo mi camino hasta estar fuera de la habitación, ignorando su saludo y esperando que mi madre me siga.
No tarda mucho en hacerlo. Aunque sea solo para reñirme.
—Michael, ¿qué ha sido eso? —pregunta algo enfadada. Mi madre es una persona muy amable y casi nunca pierde los estribos. Pero no soporta la falta de educación y lo que acabo de hacer va en contra de sus reglas.— ¿Por qué te has comportado así? —continúa riñéndome mientras dejamos el salón y me dirijo al comedor. Necesito privacidad.
—¿Por qué la has invitado? —pregunté sin mirarle a los ojos.
—Nos encontramos el otro día y decidí invitarla por su vuelta al país. Sabes que nuestras familias siempre han sido muy amigas —se explica mi madre.
Me giro hasta concentrar mis ojos en los de mi madre, que ahora me mira con menos fastidio que antes.
—Sabes que no quiero verla —dije intentando controlar mis emociones.— Sabes lo que sucedió la última vez que la dejé acercarse —mi madre bajó su mirada al suelo, algo avergonzada. Cerré la distancia que existía entre ambos para darle un beso en la frente. Cuando sus ojos volvieron a los míos, sonreí.— Disfruten de la cena. Nos vemos luego, madre.
Con esto último me alejé de ella y me dirigí a la salida de la mansión. Vi a mi padre de camino, quien evitó decir nada y solo asintió. Todos allí sabían por qué me marchaba. Todos, excepto cierta persona.
—Michael. Espera —dijo antes de llegar a mí, ya fuera de la mansión.
—¿Qué quieres, Lilibeth? —pregunté sin girarme a observarla.
—¿Por qué te marchas? —preguntó.
Giré mi cabeza para observarla sobre mi hombro, dándome cuenta de su expresión de preocupación.
Ella ya no me engañaba. La última vez me había salido muy caro.
—Sabes por qué —le dije antes de continuar con mi camino hasta mi auto.
De pronto, la noche se había arruinado. El día no podía ir a peor.
☆☆☆
—Me hubieses esperado —dice mi hermana entrando en el pequeño despacho que tenía en casa—. No pensaba quedarme allí con esa loca.
Logro sonreír después de una hora completamente tenso.
—Tú, como siempre hermanita, haciéndome sonreír —digo observando mi trago.
—No puedo creer la desfachatez de esa loca. Cómo va y se sienta a la mesa con nuestros padres como si no hubiese pasado nada —dice Terry mientras se sirve un trago.
—Creo que es mejor dejar ese tema. No quiero recordar todo aquello —digo.
—Vale. Como quieras.
Terry termina de servirse el trago y se acerca a mí. Se sienta a mi lado y, de un momento a otro, comienza a sonreír.
—¿Qué? —pregunté consternado por su repentino cambio de humor.
—Así que tuviste invitadas anoche —asiento.— No me vas a decir qué pasó —pregunta después de un momento en silencio.
—Mmm —llevé un dedo a mi mentón como si me lo pensase.— Nop —aseguré mientras me reía en la cara de mi hermana y su expresión de sorpresa.
—No seas idiota y dime de una vez —dice antes de atizarme en el hombro, haciendo que ambos riamos.
—Vale. Cenamos juntos cuando llegué y después me encerré en el despacho. Pero sucedió algo después y no estoy completamente seguro de por qué, pero casi nos besamos —suelto de pronto.— Pero Noa nos interrumpió y no sucedió nada —termino de contar antes de que Terry salte de su asiento y comience a gritar.
—No hagas eso —lloriquea.— No me ilusiones por nada.
Comienzo a reír mientras continúo bebiendo.
—Tú preguntaste.
Editado: 01.05.2025