Nuestro pequeño error.

CAPÍTULO 24: Conozco a mi hijo. ✔️

MIA.
Salgo de mi clase y me dirijo a la oficina de Terry, mi pequeña se encuentra con ella y estoy deseosa de ir por algo de comer. Siertamente estoy muriendo de hambre.
Mientras esquivo a los últimos estudiantes que abandonan las aulas para correr a la cafetería, imágenes de este fin de semana invaden mi memoria. Pensar en todo lo que ha cambiado en los últimos días no hace más que sacar mías sonrisas.
Después de nuestra conversación, Michael y yo nos unimos más en solo unas horas, y cuando llegamos a casa todo fueron risas y sonrisas. No está de más decir que mi hija —bueno, nuestra hija— comenzó a dar gritos y saltitos al ver a Michael, se adueñó completamente de él durante toda la tarde mientras le contaba todas las películas y caricaturas que había visto la noche anterior antes de dormir.
Aún recuerdo cómo sonaba su vocesita mientras le aseguraba a Michael que había sido una niña buena y no le había dado problemas a la niñera.
No paraba de sonreír. Tenía ante mí a mi preciosa hija, a la que amaba con locura, y además, tenía a su padre que era el hombre que no se había borrado de mi memoria ni de mi piel aún después de tantos años. Y los tenía solo para mí y justo ahí, conmigo.
Esa misma sonrisa tonta se había mantenido aún después de que él se marchara y justo ahora, mientras recordaba, continuaba allí.
Toqué un par de veces en la puerta antes de entrar en el despacho de Terry. Un remolino pequeño y destructor se me fue encima mientras hablaba y hablaba sin parar de todo lo que había hecho solo en una hora. Me coloqué a su altura para darle un corto abrazo y alejarme dejando un beso en su frente.
—Te portaste bien con la tía Terry.
—Si, mami. Jugamos todo el rato mentras llegabas.
Sonreí ante sus palabras y volví a besarla, esta vez por todo el rostro logrando que comenzase a reír sin parar. Comencé a hacerle cosquillas mientras ella se retorcía y reía contra mí.
—Mamita, para. Para. —me imploraba mientras yo continuaba sonriendo y haciéndole cosquillas.
Después de algunos segundos más de carcajadas y grititos porque me detuviese, dejé las manos quietas, lo que mi hija aprovechó para huir hasta la otra esquina de la habitación y esconderse tras el escritorio de Terry, la cual ahora se acercaba hacia mí.
De pronto me encontraba muy nerviosa. No había hablado con ella desde el sábado en la noche y esta mañana no me había dado tiempo a decirle nada. Estaba bastante nerviosa. No tenía idea de cómo reaccionaría Terry a todo esto y menos a que Michael fuese el padre de Noa.
—¿Cómo te fue con mi hermano? —una sonrisa dibujó sus labios mientras veía cómo me sonrojaba hasta las orejas.
—No... no creo que sea momento para esta conversación. —miré a su espalda hacia Noa que nos miraba curiosa.
Terry asintió entendiendo a lo que me refería.
—Vale, pero no pasará de esta semana que hablemos. —asegura. Asiento antes de volver a sonreír.— Esto de ser tía me está encantando. —asegura y mi boca se abre repentinamente mientras la observo— Nada más espera a que se escape de casa y venga conmigo porque quiere hacerse un tatuaje. Thony nos acompañaría fijo.
Su tono de burla es palpable, pero ambas sabemos que hay algo de verdad en sus palabras.
—Noa, cariño. —se gira hacia mi hija que ahora le presta total atención.— ¿Qué te gustaría comer? ¿Pizza o pasta?
Mi hija sonríe encantada con la idea.
—Pizza. —grita comenzando a dar vueltas por la habitación nuevamente.
Terry sonríe mientras va por su bolso.
—Pues pizza será. —me resigno nuevamente a los deseos de mi hija y a las locas ideas de ¿su tía?
☆☆☆
MICHAEL.
—Puedes retirarte, Félix.
Mi asistente asiente antes de retirarse de mi oficina dejando la puerta entreabierta.
Me dedico a revisar los últimos documentos y contratos que hemos de firmar con los nuevos socios la próxima semana. Sam ha salido de viaje de negocios mientras yo preparo todo lo necesario para la firma.
No es más que un mar de documentos y cláusulas que no me llaman para nada la atención. En realidad, solo vuelvo las páginas una y otra vez intentando enterarme de qué dice mientras mi cerebro me traiciona volviendo a los momentos junto a Mía de este fin de semana.
Un carraspeo llama mi atención. Levanto la mirada de todos esos papeles para encontrarme con la figura de mi madre, perfectamente vestida y sus ojos mirándome con una ceja alzada. Es hasta ahora que me doy cuenta que he empezado a sonreír de manera tonta y esta aún está en mis labios.
Aclaro mi garganta antes de ponerme de pie y rodear mi escritorio para saludar a mi madre.
—Madre. ¿Qué sorpresa? —sí que estoy verdaderamente sorprendido.
—He decidido visitar a mi hijo. ¿Es que no puedo hacerlo? —pregunta y noto algo de disgusto en su voz.
—Para nada, madre. Eres recibida aquí las veces que quieras. —aseguro intentando salvarme de lo que fuese que mi madre podría hacer como represalia.— Solo que no te he escuchado entrar.
—Parecías demasiado ensimismado en esos papeles.
—Algunos contratos, nada más.
Mi madre sonríe y se aleja de mí para sentarse en uno de los sillones de mi despacho.
—Ya que no me has invitado a sentarme. —Deja la frase a medias y yo me acomodo en otro de los sillones.
—No necesitas mi permiso para eso, madre.
Ella parece complacida con mi respuesta, pues sonríe gustosa. Me observa, por lo que es, demasiado tiempo. Pareciera analizarme seriamente buscando ¿algo? que parece no encontrar.
—¿No has ido a visitarme? —me acusa.
Suspiro frustrado, pues sé por dónde irá esta conversación.
—No quería llevarme sorpresas inesperadas. —aseguro.
Mi madre suspira y aleja su mirada de mí para posarla en las vistas del ventanal.
—Cariño, no sé cuántas veces deseas que te pida perdón por eso. No era mi intención que todo eso pasara con Lilibeth. —asegura.— Ahora entiendo que no quieres verla. Sé que lo vuestro fue complicado y que todo en relación a ella te desagrada. —agrega.— Pero ya lo he entendido.
—Mamá, no trato de culparte. Solo no quiero a esa mujer en mi vida otra vez. —aseguro.
No deseo a esa loca rondando por mi vida. No ahora que tengo a Mía y a Noa.
Pensar en ellas hace que las comisuras de mis labios se curven hacia arriba cuando vuelven los recuerdos de nosotros juntos.
—¿Quién es? —pregunta mi madre, trayéndome de vuelta a la realidad y dejando la sonrisa atrás.
—¿A qué te refieres?
Ahora es mi madre quien sonríe, mientras comienza a negar.
—Hijo, te conozco incluso antes de que nacieras. —asegura.— Y sé que esa sonrisita no es precisamente por mí.
Niego inclinándome hacia ella para dejar un beso en su mejilla.
—Pues claro que es por ti. Por mi preciosa madre. —intento desviar el tema.
—Michael, conozco a mi hijo y sé que esas sonrisas son por una mujer. Una preciosa mujer seguramente. —me quedo callado mientras vuelvo a mi posición anterior.— Me vas a contar.
Suspiro resignado.
Dios, contra esta mujer no hay quien pueda.
—Hay algo. —coincido.— Pero aún es demasiado pronto. —miento.
No es demasiado pronto. Solo que no quiero exponer toda nuestra historia sin antes hablar con Mía sobre cómo haremos con respecto a mis padres.
—Haré como que te creo. —dice mi madre— Deberías invitarla a cenar en casa. —agrega mientras se pone de pie y me guiña un ojo.— Estoy segura de que es una chica encantadora y deseo conocerla, ¿qué hay de malo en eso?
—Nada, madre. Nada. —aseguro siguiéndola hasta la puerta de mi despacho.
—Es en serio, cariño. Deberías visitarme más seguido.
—Lo prometo, madre. —dejo un beso en su mejilla— Iré a visitarte más seguido.
—Y trae a la chica. —ordena.
Ruedo los ojos ante sus palabras antes de asentir y verla partir con una sonrisa.
Suspiro resignado y algo cansado después de tanto jaleo. Las discusiones con mi madre siempre terminan con mi paciencia.
Vuelvo a mi escritorio e intento concentrarme en los documentos nuevamente, pero me resulta imposible.
Escucho mi teléfono en algún sitio debajo de tanto papeleo que demoro 15 minutos en encontrarlo. Tengo un mensaje de Mía y al abrirlo me encuentro con una sorpresa.
Es una foto de Mía y Noa juntas comiendo pizza. Al parecer están acompañadas, pues la foto es tomada desde el otro extremo de la mesa y se les ve tan sonrientes y felices. Desearía encontrarme ahora con ellas y verlas sonreír.
Decido responderle a su mensaje.
<<Yo: ¿Quiero verte?>>
Lo dejo de lado mientras me dedico a recoger todos los documentos. Solo unos segundos después escucho la notificación de mi teléfono y me lanzo por él.
<<Mía: Ahora no puedo. Tengo clases en un rato.>>
Vuelvo a dejarlo de lado, decepcionado con su respuesta. Una sonrisa se dibuja al oír de nuevo mi teléfono y se agranda al ver el contenido del mensaje.
<<Mía: ¿Quizás una cena? ¿Esta noche?>>
Su ternura me hace sonreír y no dudo en contestar.
<<Yo: Te recojo en la universidad.>>




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