MICHAEL.
Estacioné el coche fuera de casa de mis padres. Sabía que ya era hora de hablar con ellos y contarles lo que pasaba en mi vida, pero eso no quitaba que me fuese un poco difícil confesar que tenía una hija de la cual supe hace muy poco. Aunque sí creía que se alegrarían al saber que comenzaba a ser feliz, que tenía una familia.
—¿En serio vas a hacerlo?
Recuerdo la pequeña conversación que tuve con Mía hace unas horas cuando le comenté mis planes.
—Tengo que hacerlo, cariño. —le aseguré antes de dejar un beso en su frente.— Ya es tiempo.
Ella había comprendido mis razones, pero aún así no estaba convencida de hacerlo. Sabía que estaba nerviosa y que era algo difícil de aceptar, más para mis padres, y Mía lo sabía, por eso sus nervios. A ellas era a las que tendrían que aceptar y nunca era fácil cumplir expectativas.
Pero Mía no conocía a mis padres y no sabía lo buenas personas que eran y lo comprensivos.
Sabía que Mía tenía miedo a que yo aceptase las condiciones de mis padres si me exigían alejarme de ella. Parecía que en realidad no me conociera. No aceptaría esas condiciones, ni aunque me las exigiesen mis padres. No perdería a la preciosa familia que comenzaba a tener.
Unos toques en la ventanilla de mi coche me hicieron salir de mi ensoñación.
Terry tocaba el cristal y me indicaba que saliera. Llevaba esperándola unos minutos pues había quedado en acompañarme y apoyarme en mi decisión. Ella también comenzaba a formar parte de mi pequeña familia. Sólo faltaban mis padres.
Solté un suspiro y salí del auto. Terry ya me esperaba.
—¿Todo bien? —preguntó.
Asentí vagamente y comenzamos a caminar hacia la entrada de la mansión.
—¿Cómo están ustedes? —preguntó.
Terry insistía en sacar conversación cuando yo no deseaba decir nada más que la historia que me había traído hasta aquí. Pero sabía que Terry no se quedaría satisfecha con mi silencio, por lo que me obligué a hablar.
—Ayer le dijimos a Noa que yo era su padre. —mi hermana parecía bastante sorprendida, y para variar, no me lo confirmó cuando se detuvo abruptamente, más bien fue la expresión en su rostro.
—¿En serio? —asentí deteniéndome junto a ella— ¿Y cómo se lo ha tomado?
Sonreí.
Aún recordaba la carita descolocada de Noa al contarle la verdad y la de preocupación de Mía cuando se quedó callada. Al principio pensamos que no había salido bien y que terminaría resultando una mala idea.
Todo empeoró cuando Noa habló.
—¿Él es mi papá? —todavía recordaba su carita de desconcierto.
También recuerdo cómo busqué apoyo en Mía para responder.
—Sí. —había respondido entonces.
Digamos que pasamos una mañana estresada mientras Noa procesaba toda la información reciente. Para la noche ya todo era totalmente distinto, pero Noa continuaba confundida. Incluso, aquella mañana, se había quedado callada pues me había dicho "papá" una vez y "Michael" otra. Aún no sabía cómo llamarme.
—Supongo que bien. —intenté no mentir.— Aunque aún está confundida y no se decide por cómo llamarme. —expliqué— Mía me ha dicho que me lo tome con calma y no la presione e intento hacerlo.
Mi hermana asintió y se comenzó a mover nuevamente.
—Es lo mejor que pueden hacer. —Pues claro que estaría de acuerdo con Mía— Es una niña y te adora, solo necesita tiempo.
Asentí. Para ese entonces ya estábamos junto a la puerta de la entrada.
—Noa es una niña y lo aceptará, pero —observé cómo Terry dudaba entre acercarse al timbre o retroceder y volver al coche— nuestros padres...
—Mía está igual. —aseguré interrumpiéndola.— No pienso dejarlas, aunque sean ellos quienes me lo pidan.
A Terry parecieron convencerle mis palabras, pues se acercó al timbre y lo presionó.
—Aunque conociéndolos, creo que se enamorarán de ellas antes de pedirte que las alejes.
Poco después las puertas se abrieron y apareció mi madre con una expresión sorprendida. Después arrugó el entrecejo y nos miró confundida y preocupada.
—¿Por qué me da muy mala espina que mis dos hijos me visiten al mismo tiempo y con esas caras? —preguntó mi madre y no pude evitar mirar a Terry.
Suspiré resignado por lo que seguía a esto y tomé valor antes de pasar junto a mi madre y dejar un beso en su mejilla antes de asegurar:
—Tenemos que hablar. —Me adentré en casa mientras escuchaba cómo Terry y mi madre me seguían, la primera en completo silencio y la segunda preguntándole qué sucedía aunque Terry no le contestase.
Nos encontramos con papá en el salón leyendo la prensa y al vernos aparecer arrugó el ceño y dejó la lectura de lado para observarme y luego a mi hermana.
—Mamá, puedes tomar asiento. —Esta vez fue Terry quien habló.
Mi padre nos miró aún más confundido mientras mi madre caminó en silencio hasta el sillón que estaba junto a mi padre y se dejó caer en él. Terry se sacó el abrigo y lo dejó en el respaldo de uno de los sofás y se acomodó en este. Yo la seguí y me acomodé junto a ella pero mucho más tenso de lo que imaginaba que estaría.
—¿Qué sucede? —preguntó papá observándonos.
Ambos nos quedamos en silencio dedicándonos una mirada.
—Niños, no nos asusten de esta manera. —Pidió mi madre, algo alterada.— Sucede algo muy grave, lo puedo ver en sus caras.
Terry se inclinó hacia delante y habló con total calma.
—Madre, tranquila, no sucedería nada grave, solo —me observó y volví a asentir— tenemos que contarles algo.
Mi madre me observó a mí directamente, al igual que mi padre, claramente pidiendo una explicación a todo esto. Me sorprendió lo fácil que se dieron cuenta de que era yo quien tenía que comenzar a hablar.
—Hace poco he descubierto algo relacionado con mi vida privada que me tiene muy feliz. —Intenté comenzar con la parte fácil y con la que estaba totalmente seguro de que se alegrarían.
—¿Es relacionado con la chica que te tiene distraído? —preguntó Míriam.
—Así es. —Afirmé y mi madre sonrió.
—Cariño, pero eso no es nada malo ni por qué preocuparse. —Aseguró— Si tú estás feliz, nosotros también.
Busqué la mirada de Terry, que asintió invitándome a continuar.
—La cuestión es que no es todo lo que he descubierto. —Mi madre volvió a tensarse. Busqué la mirada de mi padre y decidí utilizar una carta oculta.— ¿Recuerdas unos años atrás, cuando te pedí ayuda para buscar a aquella chica?
Thomas asintió ante las palabras de su hijo, para sorpresa de su madre y hermana.
—Es la misma chica. —Concluyó su madre al ver que todos se quedaban en silencio y, a pesar de que ella no conocía esa historia, me sorprendí al ver lo rápido que llegó a esa conclusión.
—Sí. —Aseguré.
—Es profesora en la universidad. —Explicó Terry— Se encontraron gracias a mí.
—¿Pero hay algo más? —intervino mi padre por primera vez— No es así.
Asentí.
—Mía es madre —mi madre me miró sorprendida— de una niña de casi cuatro años.
Se hizo el silencio.
Mi padre fue el primero en ponerse de pie como si pretendiera acercarse a mí. Sabía que él podría echar cuentas atrás e imaginarse cosas, pero no creía que sería tan rápido.
—¿Es…?
—Sí. —Le interrumpí. Y la firmeza y seguridad en mi voz pareció sorprenderle.— Tengo pruebas suficientes para comprobarlo, pero en realidad no hacen falta.
Se dejó caer nuevamente en el sillón mientras procesaba la información. Mi madre me miró confundida y luego a mi padre y, cuando su mirada volvió a mí, era de espanto y mucha confusión.
—Michael. —Casi fue una súplica— Explícame todo esto.
Suspiré frustrado y noté la necesidad que tenía en ese momento de abrazar a Noa o de besar a Mía y relajarme. Pero no las tenía conmigo, así que tenía que hacerlo yo solito. Me incliné y apoyé mis codos en mis piernas.
—Es mía. —Aseguré y mi madre me miró aterrorizada.— Es mi hija.
—¿Estás… estás seguro? —Noté cómo le costaba preguntarlo.
Asentí.
—Realicé la prueba de paternidad, pero solo como una frivolidad. —Aseguré— Noa es más mía que de su madre.
Escuché la risita de Terry y no pude evitar sonreír. Mi madre, sin embargo, frunció el ceño y miró a Terry de forma asesina.
—Terry, esto no es una broma. —Aseguró. Mi padre continuaba sin decir una palabra.— Es demasiado serio para risitas.
Terry se puso seria al momento y miró mal a mi madre.
—Por supuesto que es algo serio. —Estuvo de acuerdo— Pero si conocieras a la niña sabrías por qué me hace gracia el comentario. —Aseguró, algo ofendida.
Mi madre se encogió.
—Oh, lo siento. —Se llevó una mano al pecho, dolida— Por no conocer a mi nieta que hasta hace unos segundos era inexistente.
Esta vez el ofendido fui yo.
—Madre, Terry no tiene culpa alguna. Yo soy el que he estado ocultando el tema hasta este momento y no precisamente por querer ocultarlo.
—Ah no. ¿Y por qué entonces?
Me dolía el tono de mi madre. Pero también comprendía que estaba en algún tipo de shock por la noticia.
—Necesitaba tener una buena relación con mi hija y con la madre. Necesitaba que estuvieran junto a mí antes de exponerlas de este modo a mi mundo, incluso a ustedes.
Mi madre se encogió en su asiento ante mis duras palabras, entendiendo mis razones. Todos sabíamos que este tipo de noticias podía afectar mucho a las personas y más cuando llegara a los medios.
—Míriam. Michael tiene razón. —Aseguró mi padre ya recuperado— Mi nieta y su madre no merecen lo que pueda pasar cuando los medios se enteren.
He de admitir que me emocionó un poco cómo mi padre nombró a Noa, no como antes lo había hecho mi madre con un deje despectivo, sino más bien como si fuera cariñoso. Como cuando él se había enterado que tenía una hija y que, a pesar de no conocerla, la había amado al instante. En su caso era, principalmente, porque venía de aquella noche que tanto había soñado repetir, de aquella chica a la que había buscado hasta el cansancio. En el caso de su padre, estaba seguro de que era por el simple hecho de que ya yo la amaba y que tenía una pequeña parte de mí.
También entendía un poco el estado de su madre. Ella pensaba que Mía era una cazafortunas cualquiera que se había dejado embarazar solo por el dinero que poseía. Definitivamente mi madre no conocía todos los hechos de esta historia, así como tampoco conocía a Mía o a su nieta. Estaba seguro de que las amaría tanto como él, solo había que darle tiempo.
Esta vez mi madre guardó silencio ante las palabras de mi padre. Thomas no desaprovecharía la oportunidad para comenzar a preguntar y averiguar todo lo que podía sobre el tema. Era mi padre y lo conocía bien.
—Quiero a mi nieta y a su madre en la cena de esta noche. —Mi madre lo miró con ganas de asesinar a alguien. Mi madre dirigió la vista hasta Terry y aseguró— También estás invitada, cariño. Míriam, prepararás más condiciones para recibir a mi nieta. —Se anticipó a las palabras de negación de mi madre mucho antes de que ella se girara hacia él con tono de reproche.
Mi madre asintió y permaneció en silencio.
—Michael. Deberías marcharte y traerme a mi nieta lo más pronto posible. —Esto fue una orden directa.
—Claro, padre.
Con mis palabras me puse de pie y me despedí de mi madre con una sonrisa. Terry también lo hizo y me siguió a la menor oportunidad.
—Bueno. Eso ha salido todo lo bien posible. —Eso fue un claro intento de broma.
—Estoy seguro de que mamá piensa que Mía es una cazafortunas. —Dije mientras salía de casa y me dirigía al coche.
—Tienes que darle tiempo, Michael. Es lo que pensaría cualquier madre cuando se está en una situación como esta. —Aseguró— Yo misma lo pensaría de no ser por conocer a Mía.
—En eso tienes razón. —Dije antes de abrir la puerta de mi coche y escabullirme dentro.
Editado: 01.05.2025