Nuestro pequeño error.

CAPÍTULO 28: Conociendo a la familia. ✔️

MICHAEL.
—¿Estás seguro de esto? —preguntó Mía desde el asiento del copiloto.
La observé desde atrás del volante y reconocí los nervios que se dibujaban en su precioso rostro en los primeros segundos. Por un momento me permití observar su cuerpo enfundado en un precioso vestido rosa pastel que llegaba hasta sus rodillas. Iba preciosa a pesar del sencillo vestido.
Luego tendría que recordar darle las gracias a Terry por llegar de improvisto y salvar la paz mental de Mía para esta noche.
Volví a su rostro apenas maquillado y en tensión, luego a sus preciosos ojos verdes que me miraban expectantes.
—Es lo mejor. —aseguré. Acaricié su mejilla y me incliné para besar sus labios en un beso fugaz.— Además, ya estamos aquí.
Observé el gran jardín que rodeaba el porche de la mansión de mis padres donde justo ahora estábamos estacionados.
—Mía, relájate un poco. —pidió Terry desde el asiento de atrás. Noa estaba con ella y, aunque un poco entretenida observando el jardín, sabía que estaba atenta a todas nuestras palabras.— Nuestros padres solo quieren conocerlas. Las amarán. —aseguró.
Yo asentí en su dirección, agradecido por el apoyo, y luego miré a mi chica.
—Todo estará bien. —repetí por enésima vez esta noche y estaba seguro de que tendría que repetirlo varias veces más antes de llegar a la puerta. Mía estaba muy nerviosa.
Yo intentaba comprenderla y ponerme en sus zapatos, a pesar de ser muy pequeños; si yo tuviese que conocer a sus padres después de dejar caer la noticia de que era el padre desaparecido de su nieta, seguro moriría de nervios. Pero esta vez se trataba de mis padres y yo los conocía lo suficiente para saber que nada iría mal. A pesar de la actitud que tenía mi madre esta mañana cuando estuve en la mansión.
Yo la conocía y sabía que solo se preocupaba por mí. Todo iría bien. Y esta vez era para mí.
Mía asintió, no muy convencida, antes de regalarme una sonrisa. Salí del coche tras devolvérsela y di la vuelta al mismo para abrir su puerta y luego la trasera, tomé a Noa en brazos y le di la mano a su madre. Con Terry nos siguió pisándonos los pies y juntos nos dirigimos a la entrada de la mansión de mis padres.
Y justo así, como una pequeña familia en plena formación, fue como nos encontró mi padre al abrirnos la puerta.
Rápidamente una sonrisa se dibujó en sus labios antes de apartarse mientras nos daba las "buenas noches" y nos dejaba entrar en casa.
—Hola, papá. —Terry fue la primera en acercarse a él y darle un beso en la mejilla.
Mi padre le sonrió y le dio un pequeño abrazo.
Cuando Terry se apartó, decidí que era hora de ser el siguiente en hacer algo, principalmente para que Mía no entrara en pánico. Dejé a Noa en el suelo junto a su madre y me acerqué a mi padre, le di la mano como siempre lo hacíamos y él me dio unas palmaditas en el hombro.
—Hola, papá.
Desvío la mirada hacia mi espalda, donde seguro se encontraban Mía y Noa, y luego me miró mientras ensanchaba su sonrisa.
—Preséntanos, hijo. —Eso sí que fue una orden.
Me giré hasta ver a las dos mujeres más importantes de mi vida con una sonrisa. Me alejé un poco de mi padre y me acerqué a ellas, volví a tomar en brazos a Noa y abracé a Mía por la cintura, acercándola a mí.
—Padre, ellas son mi mujer, Mía, —indiqué y sentí más que vi cómo Mía se tensaba— y nuestra pequeña Noa. Chicas, él es Thomas, mi padre.
Noa miró extrañada por un segundo a mi padre antes de removerse entre mis brazos, indicándome silenciosamente que la devolviese al suelo. Cuando lo hice, avanzó un par de pasos hasta mi padre y volvió a mirarlo como si lo analizara a profundidad.
—¿Él es mi abuelo? —preguntó con toda la seriedad del mundo mientras yo sonreía y veía cómo Mía intentaba ocultar la suya.
Mi padre se puso a su altura antes de hablar.
—Exactamente, y ¿tú eres?
—Mi nombre es Noa y soy su hija —explicó mientras nos señalaba a ambos, me encantó que ya estuviera incluido en esa frase.— Mi mami se llama Mía y mi papi Michael. —La ternura en su voz nos hizo sonreír a todos.
—Ya veo. —dijo mi padre mientras se ponía muy serio— Pues yo soy Thomas y soy el padre de Michael y me encantaría ser tu abuelo. Claro, si tu madre me lo permite.
Noa se giró hasta ver a su madre y me vi buscando también su rostro. Ambos vimos cómo asentía. Noa se volvió hacia mi padre y con una gran sonrisa dijo:
—Mi mamá permite.
—Eso es perfecto. —aseguró mi padre y luego abrió los brazos— ¿Quieres darle un abrazo al abuelo?
Mi hija asintió y con un gritito se tiró a sus brazos.
—Sí.
Mi padre se incorporó, aún con Noa apretada entre sus brazos. Cuando ambos dejaron de abrazarse, mi padre la acomodó en su brazo y la sostuvo allí mientras se acercaba a nosotros.
—Tú debes ser mi nuera. —se dirigió a Mía.
—Mía, —le ofreció su mano— mucho gusto.
—Thomas. —apenas dijo antes de tomar la mano de Mía y arrastrarla hasta él para darle un abrazo.
La dejé ir durante unos segundos, alegre de que mi padre se lo tomase tan bien y disfrutando de lo lindo de la expresión sorprendida de Mía, que aún estaba entre los brazos de mi padre.
☆☆☆
MIA.
Me había llevado varias sorpresas desde que llegué a la mansión. La primera había sido la belleza de la misma y el lujo que desprendía, junto con una sencilla elegancia. La segunda había empezado cuando mi hija se acercó a su abuelo y se puso a hablar con él como si se conociesen de toda la vida y se hubiesen reencontrado por ahí. La tercera sí que fue una sorpresa para ella; nunca había esperado que su "¿suegro?" la abrazase de improvisto nada más presentarse.
Pero la más grande se la llevó justo cuando estaba entre sus brazos y escuchó el simple "Gracias" que su suegro había susurrado junto a su oído.
Al retirarse asintió levemente, intentando comprender el significado de ese gracias. Tendría que recordar preguntarle a alguien en algún momento sobre el tema.
Después de esa presentación, se comenzó a relajar pensando que todo lo malo ya había pasado. No me imaginaba que mi inesperada tranquilidad alcanzada desaparecería unos segundos después, cuando se escucharon unos pasos por el pasillo en dirección a ellos.
Me fue imposible no contener el impulso de retirarme y volver junto a Michael, que volvió a abrazarme al instante, imaginando mis razones. Sabía que él intentaba comprender, pero que aún así le resultaba difícil pensar que sus padres pudiesen decirle algo para que se alejase de nosotras.
Su padre ya no me preocupaba, o al menos no tanto; se veía que era un buen hombre. Pero aún faltaba su madre y quizás, solo quizás, fuese más difícil de conquistar. Después de todo, era una madre y se trataba de su hijo mayor, su primer hijo.
Incluso para ella era difícil imaginarse a Noa en una situación similar y no preocuparse.
—Ahí viene la abuela. —susurró Thomas y vi cómo mi hija lo miró extrañada.
—¿Abuela? —Justo después apareció una mujer de unos cuarenta años, vestida con un sencillo pero elegante vestido y peinada de forma muy pulcra y elegante.
Michael le sonrió a su madre mientras me daba un suave y disimulado apretón de apoyo. Thomas también le sonrió a su esposa y Noa miró extrañada a su recién extrañada abuela. Terry fue la única en moverse hasta su madre y saludarla con un rápido abrazo y un simple "buenas noches".
—Hola, madre. —susurró Michael sin alejarse de mí.
—Cariño, han llegado nuestros invitados. —indicó Thomas.
Noa miró extrañada a la mujer y luego a nosotros.
—¿Esa es mi abuela? —preguntó mientras señalaba a la mujer y nos miraba a nosotros.
Michael asintió y Noa volvió a observar a la mujer que se encontraba consternada observando a mi hija. Decidí que era momento de tener a mi hija entre mis seguros brazos que con unos completos desconocidos.
Me acerqué a Thomas y tomé a Noa de sus brazos; él no impuso mucha resistencia.
—Ven, cariño. —volví con Michael, que pareció comprenderme.
Thomas se acercó a su mujer y todos nos quedamos en silencio mientras esperábamos su reacción.
La madre de Michael se nos quedó mirando por algunos minutos, parecía analizar cada detalle nuestro. También noté cómo se quedaba unos segundos de más en la mano de su hijo a mi alrededor, así como en Noa. Sabía que mi hija se parecía mucho a Michael, pero aquella mujer me comenzó a dar muy mala espina por cómo nos miraba.
—Míriam, cariño. —llamó su atención Thomas y ella pareció reaccionar.
—Michael, cariño. —dijo dibujando una sonrisa en sus labios y acercándose a su hijo.
Michael se separó un segundo de nosotras para acercarse a su madre y abrazarla brevemente. Cuando estos se separaron llegó nuestro turno y la verdad no tenía ni idea de qué hacer.
Michael volvió con nosotras y su madre lo miró expectante.
—Madre, ella es Mía, mi mujer —indicó mientras me señalaba. Aún no me creía que me dijese de ese modo. Aunque debo confesar que me gustaba mucho.— y nuestra hija, Noa. —señaló a la niña en mis brazos, que le regaló una sonrisa— Tú nieta.
Míriam miró a su hijo un segundo antes de observar nuevamente a Noa.
—Es muy parecida a ti. —indicó ella y yo busqué la mirada de Michael. Él no me miraba, pero sí encontré una sonrisa en sus labios mientras asentía a su madre. Míriam se acercó a mí y me ofreció su mano— Mucho gusto, querida, soy Míriam —
acepté su mano— la madre de este. —hizo un leve movimiento con la cabeza en dirección a Michael.
—Mucho gusto. —susurré.
Ella volvió a observar a Noa y sonrió.
—Tú debes ser la pequeña Noa, ¿no es así? —mi hija asintió.— ¿Puedo cogerla? —preguntó mientras me dedicaba una corta mirada.
Asentí brevemente antes de pasarle a mi hija. Noa observó confundida e interrogante a su abuela mientras esta sonreía.
—¿Abuela? —preguntó mi hija ya en sus brazos.
—Exacto. Soy la abuela Míriam. —indicó mientras se dirigía a su marido. Mi hija le sonrió y volvió la vista hasta Thomas que también sonreía.— Vengan chicos que la cena esta servida. —indico Míriam dejando a Noa en los brazos de su esposo.
Tanto Terry como Michael —que aún me tenía agarrada por la cintura— siguieron a sus padres por los pasillos de la mansión hasta llegar a un precioso salón donde se encontraba una preciosa mesa, decorada y servida, lista para disfrutar de la cena.
Todos nos acomodamos alrededor de la mesa y me sorprendí al ver que Míriam se robaba a mi hija y la atendía durante toda la cena.
La mesa quedó presidida por Thomas, con su mujer a su derecha, y junto a esta se encontraban Noa y Terry, mientras que a su izquierda estaba Michael y junto a él yo.
Al comienzo todo transcurría en silencio mientras intentaba disfrutar de la comida y no volverme loca por ver a mi "suegra" atender a mi hija como si yo no estuviese en la mesa. En parte me alegraba un poco, pues eso quería decir que le aceptaba, pero no me quitaba la sensación extraña que sentía y me negaba a pensar que eran celos o malas vibras, pues eso significaría que me estaba volviendo loca.
Una de las veces que me quedé observando a mi adorada y muy bien portada hija —cosa que me enfadaba un poco pues es verdaderamente un diablillo cuando soy yo quien le da la cena— sentí el apretón en mi mano y, cuando me giré a observar a Michael, me encontré con su sonrisa y su súplica silenciosa para que comiese y dejase de matar a mi hija con la mirada. Intenté disimular la roña que me daba ese hecho e intenté hacer lo que me pedía y disfrutar la cena.
No pude evitar sonreír al ver lo bien que me conoce ya.
—La cena está deliciosa. —dije un rato después— Felicita al cocinero de mi parte. —miré directamente a Míriam y ella sonrió.
—Oh, gracias. Cocino muy poco en casa, pero me gusta que me elogien cuando lo hago. —aseguró.
—La entiendo perfectamente. —aseguré con una sonrisa.
Míriam me la devolvió y continuamos con la cena, que comenzó a ser un poco amena.
La verdad es que, desde que entré en la casa, me comenzó a agradar el padre de Michael, Thomas, y luego, cuando conocí a su madre, tuve una mala espina respecto a ella, pero lo atribuí a sus ganas de asesinarme que había en su mirada. En este punto de la cena ya no había eso en su mirada y ahora me comenzaba a agradar. De seguro era la típica madre sobreprotectora que se pasa la vida controlando la vida de sus hijos. Y hablo por experiencia propia cuando digo que uno siempre se preocupa.
—¿A qué te dedicas, Mía? —preguntó mi suegro tiempo después cuando ya habíamos terminado de cenar y disfrutábamos de un café en el salón.
—Doy clases en la universidad de Historia del Arte.
—Mami pinta. —anunció Noa, que ahora se encontraba en las piernas de su padre mientras jugaba con los botones de la camisa.— Pinta bonito.
Sonreí ante la ternura de mi hija antes de darle otro sorbo al café.
—¿Pintas? —esta vez fue mi suegra quien preguntó.
—Algunas cosillas. —intenté restarle importancia.
—Eso no es tan así. —aclaró Terry— Es muy buena pintando, en realidad, y yo soy testigo. Tengo una gran prueba de eso en casa.
—¿Qué quieres decir con eso, hija? —le preguntó su padre.
Michael se aclaró la garganta y se dispuso a hablar.
—Hace poco Mía le pintó un cuadro a Terry de las vistas de mi apartamento y debo aclarar que ha quedado espectacular. —aseguró mientras me miraba de forma crítica— No le quieres dar importancia a tu talento, cariño, que eres muy buena.
Enrojecí un poco por utilizar ese apelativo cariñoso frente a sus padres y un poco más por el regaño que acababa de recibir de su parte.
—Me encantaría ver tus cuadros. —aseguró Míriam, para mi sorpresa.— Soy una amante de todo lo relacionado con el arte. Quizás pueda comprar una de tus obras. ¿Si te parece bien?
Me quedé perpleja y sin saber qué decir tras su ofrecimiento. Estaba verdaderamente sorprendida pues nunca imaginé una propuesta así y menos de ella.
Aclaro mi garganta cuando me di cuenta de que esperaban una respuesta de mi parte.
—La verdad es que ahora no tengo ningún cuadro que pudiese mostrar, pero en el futuro quizás tome en consideración su oferta.
Ella asintió en silencio y volvió a su café.
El silencio volvió al salón durante unos segundos en los que me dediqué a observar a mi hija, que se veía algo soñolienta aunque luchaba para no quedarse dormida. Michael también se dio cuenta, por lo que la acomodó mejor en su regazo para que ella estuviese más cómoda. La voz de mi suegro me sacó de mi ensoñación.
—¿Por qué no estudiaste arte si eres tan buena?
Su pregunta me borró la alegría del rostro al recordar esa etapa de mi vida. La mayoría de los presentes observaron mi cambio y, mientras algunos se alarmaban, otros, como Michael, me brindaron su apoyo para continuar.
—Mis padres murieron algunos meses después de comenzar la universidad. En aquel entonces tenía una beca, pero no alcanzaba para pagar toda la carrera. —todos me miraron mientras yo me detenía un segundo en mi historia y continuaron haciéndolo mientras volvía a hablar— Decidí cambiarme a Historia del Arte porque era más barata y no se alejaba tanto de lo que me gustaba. No mucho tiempo después me enteré de mi embarazo y todo se complicó un poco más. Pero gracias a la ayuda de un buen amigo pude terminar mi carrera.
—¿La maternidad se interpuso en tu carrera? —observé a mi suegra un segundo antes de negar con rotundidad.
—Para nada. Noa es lo mejor que me ha pasado en la vida. Ella siempre ha sido mi impulsor para continuar. —aseguré. Observé a mi pequeña, que ya estaba media dormida en el regazo de su padre, y sonreí.— Aún lo es.
Observé cómo Thomas me miraba y luego a su hijo para volver a mí. Después de repetir el proceso varias veces sonrió y dijo:
—Cuando llegaste hace unas horas enseguida supe por qué te había elegido mi hijo en primer lugar. Estaba claro que eres una chica preciosa. —aseguró con un deje pícaro que me sorprendió— Pero después de este poco tiempo, debo añadir, que también sé por qué eres la madre de su hija. —toda la estancia estaba en silencio— No sólo eres bonita por fuera, sino que tu interior es precioso y me alegra que mi hijo lo haya sabido ver. Mía, debo decir que estoy muy agradecido contigo, nunca había visto a Michael tan feliz como esta noche. Bienvenida a la familia.
Miró a su hijo y le regaló una sonrisa, y luego me miró a mí. Le devolví la sonrisa y observé a Michael.
Thomas tenía razón. Michael estaba feliz, pero no solo él. Yo también era feliz. Muy feliz.
Continuará...




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