499 palabras | KaiSoo
Limpié la sala porque mañana cumpliría un mes de relación con KyungSoo y para ello, habíamos pactado darnos nuestro primer beso en la medianoche así marcaríamos un comienzo lleno de amor, quizá suene tonto, pero era romántico y especial para nosotros, un detalle único en la difusa relación que habíamos tenido.
Lo conocí en la escuela primaria; sentándonos juntos, comenzamos a hablar durante las clases, pasamos el recreo juntos, compartimos gustos. Pasaron los años, llegamos a la secundaria y caí en cuenta que me había enamorado de él, de repente sus toques sutiles los disfrutaba y verlo reír era un deleite para mí.
Mi corazón lo había elegido a él, y aunque trate de cambiar mi pensar, me resultó imposible porque moría lentamente cada vez que me alejaba. En mi mente la idea que más rondaba era que él me rechazaría porque a él no le gustaban los hombres.
Acerté. No le gustaban los hombres, se enteró por un descuido mío de mis sentimientos. Desgarramos nuestras gargantas y lloramos en una mezcla de tristeza, enojo y confusión. No nos queríamos alejar del otro, pero tampoco queríamos estar juntos. Éramos una contradicción. El ambiente gris nos siguió meses mientras nos divertíamos y nos enfadábamos mutuamente. Terminamos contándole a mi hermana mayor, ella nos abrazó y susurró que era jodidamente normal. El amor es para todos y no había porque privarnos de ello.
Reanudamos nuestra amistad y al ingresar a la misma universidad me llené de valor para pedirle ser mi pareja y él con valentía aceptó. En nuestra burbuja de amor acordamos que cada mes daríamos un paso. En el primero venía el beso, en el segundo decírselo a nuestros padres, en el tercero caminar por la calle tomados de las manos...
La pantalla de mi celular se prendió y vi que era él quien llamaba.
—JongIn... Se produjo un accidente por la lluvia y los taxis no pueden pasar, seguro llego luego de la medianoche... Es frustrante.
Miré el reloj en la pared, eran las once. —Dime en qué calle estás.
—En Noksapyeong-daero.
Hice una mueca con los labios, hasta allá eran casi 40 minutos. —Iré hacia allá, quizá podamos toparnos.
La dulce risa de KyungSoo me animó. —Tú... Te mueres por besarme, ¿No?
Nos despedimos. La primera promesa que hicimos como pareja no la romperíamos. Tomé un taxi. Mi corazón latía rápidamente cuando me di cuenta que seguíamos lejos y que el tiempo se acababa.
Por Sinsa-dong un mensaje hizo que mi humor decaído se esfumara.
—Estoy pasando la estación Sinsa.
Alcé la vista de mi celular y como si fuera por arte de magia, él estaba en el taxi de la pista contraria. No pensé y aprovechando que la luz estaba en rojo, salí del taxi corriendo y toqué su ventana mientras el conductor del que yo había huido me llamaba.
Él salió, me abrazó y guiados por el impulso de la alegría nos besamos con el sentimiento más puro que nuestros corazones pueden albergar: amor.
FIN.
Hi
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