Nuestro rincón de los veranos

2 Pollo al disco

Un olor a caldo y especias se esparcía por el terreno de la quinta. El estómago me mandaba señales y me imploraba que degustara ese manjar que se estaba preparando. Junto con mi hermano y Mauro, estábamos colocando los tablones, las sillas, los cubiertos y los platos. Me defendía al cocinar, incluso podía preparar un asado y pizza a la parrilla (para un grupo pequeño), pero mis primos Bauti y Lucas eran chefs de restaurantes con estrellas Michelin si comparaba mis habilidades culinarias con ellos. Le daban su toque especial y secreto a las comidas, además de dotarlas de un gusto distinto que a mí nunca se me hubiera ocurrido. Eran los indicados para preparar el pollo al disco.

Al terminar de poner la mesa, me acerqué a un círculo donde había una sartén enorme llena de papas, verduras y, la comida principal, pollo. El guiso burbujeaba y el aroma se impregnaba en mis fosas nasales cada vez más. En cualquier momento, me arrojaba de cabeza en esa sartén y me ponía a nadar de espalda. Ya sentía en el paladar el pollo con ese guiso añadido y ya podía visualizar a mis dientes mordiendo y triturando esas papas tan crujientes.

Mientras observaba cómo se preparaba la cena de esa noche, Mauro me ofreció un fernet con cola en una jarra improvisada de una botella cortada que no pude rechazar. Después de darle un largo sorbo y comprobar que tenía el porcentaje justo de gaseosa y bebida alcohólica, le pasé la jarra a los cocineros de esa noche que estaban transpirados y ya miraban con mucho cariño a la piscina. Yo no podía dejar de mirar a la sartén y de oler ese aroma que me transportaba en el tiempo…



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En el texto hay: familia, amistad, infancia

Editado: 15.11.2024

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