Nuestro secreto

CIENTO CINCUENTA Y DOS DIAS ANTES


 

—Mueve tu trasero ¡Ahora! —chillo exasperada a un lado de las escaleras, esperando a que Alex baje. Para que seamos mellizos, Alex toma duchas de casi dos horas y lo único que me impide irme sola es: 1) La escuela está a treinta minutos en auto desde nuestra casa y 2) Alex es el único con auto y licencia, yo no la he sacado por pereza.

—Alexa —mamá me propina una mirada de ojos entornados como quien dice: se más paciente con tu hermano. Pero, el atolondrado toma mucho tiempo y no voy a permitir que dale mi asistencia perfecta.

Levantó mis brazos en un acto de rendición, —Bien, lo siento. Pero, en mi defensa es tu culpa Maia —la señaló con un dedo acusatorio, llamándole jocosamente por su nombre a mi madre. Ella me mira con una expresión sorpresiva, pobre Maia, siempre os es la victima de vuestras bromas mañaneras—. Tu engendraste a nosotros, más le diste mi toque femenino a el idiota de mi hermano y a mi —me señalo de pies a cabeza— lo que sea que iba para esa bola de pelos.

—¡Te oí enana! —dice mi hermano, bajando lentamente las escaleras. Eso me exaspera, nota mental: "Hacer tiempo e ir a sacar mi pase". No puedo seguir manteniéndome atada al pase de Alex porque ha este paso mi diploma de fin de año tendrá el registro de mi impuntualidad a causa de Alexander Wirght. Podemos ser mellizos, compartir ciertas facciones, pero créanme somos polos opuestos, mientras él ama los deportes, las fiestas, las mujeres y todo lo que no tenga que ver con un solo libro ¡Bienvenido sea! En cambio, yo soy la reencarnación de una Bea Miller con toques de Hermione Granger. Odio los deportes desde lo mas profundo de cada una de mis viseras, en especial el futbol, las fiestas —aunque asisto a algunas— no son mi primera atracción, y los chicos, prefiero rechazarlos antes de que entren a mi corazón, gracias. Vuelvo a ver el reloj en mi muñeca derecha, vamos tarde cinco minutos, este hombre dañara mi asistencia, ¡Maldita sea!

—¡Muévete! —bramo exasperada, zapateando uno de mis pies.

Él menea su cabeza dejando rodar sus ojos azules. Siempre hace lo mismo, todas las mañanas son una osadía para que se mueva y lo peor es que mamá se lo acolita ya que es el hombre de la casa desde que papá se fue. Alex se planta aun lado mío, revuelve mi cabello quitando mi diadema favorita, un listón Vinotinto y se lo coloca en la cabeza antes de darle un beso en la mejilla a mamá.

Dejo rodar mis ojos.

Lamentable...

—¡Oh, mírenme soy Alexa!, ¡Soy una cuadriculada! —murmura Alex casi chillando mientras se pavonea frente a mi persona. Idiota, sumamente lamentable, Maia intenta retener una risita entre sus labios. Yo vuelvo mi mirada con los ojos entornados a verla, no tiene como porque burlarse de las tonterías de mi Alex— ¡Ay, voy allegar tarde porque mi guapo—

Chasqueo mi lengua, —Idiota, retrasado, Neandertal, egocéntrico y muje... — enumero cada uno de esos calificativos los cuales Alex no soporta que se los aluda. Se vuelve a mi persona, es monumentalmente mas grande que yo. Aunque francamente todos son más grandes que yo.

—Cállate enana, aquí el mayo soy yo.

Zapateo con mi pie izquierdo como si fuese una niña mimada, a la vez que me cruzo de brazos. Oh aquí vamos de nuevo con eso de quien nació primero, —¡Solo fue por cinco segundos! ¡Supéralo, Alex!

—Bueno, bueno —se coloca en medio de nosotros antes de que yo termine montándome en la espalda de mi hermano para arrancarle mi diadema por las malas—, es mejor que se vayan ya. Yo tengo que irme a la firma y ustedes a estudiar. —ambos suspiramos, musitando un está bien y encaminándonos hacia la puerta de la casa. Sin embargo, mamá nos detiene algo disgustada— ¿Y mi beso?

Me detengo de golpe, volviéndome a verla y ser yo la primera de ir abrazarla y besar su mejilla. Ella pasa sus brazos alrededor de mi cuerpo y me devuelve el beso en la frente, —Adiós, ma.

Alex copia mi acción, es que más copión no puede ser. —Adiós, ma. —murmura él, quitándose mi diadema y devolviéndola. La tomó de mala manera y vuelvo a acomodar mi cabello, no tarde ni cinco minutos en peinarme porque no me tome mucha molestia en verme bien presentada para el inicio del segundo semestre del año. Pero, no me gusta que tomen mis cosas.

Silenciosamente ambos nos encaminamos al auto gris aparcado junto al Vinotinto de mamá. Me libero con mucho fervor de mi chaqueta, estamos casi a treinta grados en los Ángeles, me voy a derretir. Alex quita el seguro y me adentro rápidamente al asiento de copiloto. Sin vacilar enciendo el aire acondicionando antes de que terminemos chamuscados por los rayos del sol.

Detesto el sol, también los lunes y saben que hoy es lunes y hace mucho sol, ¿Genial no? Además, a eso súmenle que es el primer día de clase. De seguro la amargada de la profesora Jones me dejará una extenuante tarea acerca de la célula o a lo mejor algun microorganismo que me hará hasta vender mi alma para poder terminarla y aun así no lo lograre. Me recuesto en el asiento a la vez que coloco el cinturón y cierro mis ojos para disfrutar de los últimos minutos de paz y tranquilidad en lo que me queda de año. Alex enciende la radio y comienza a sonar en la emisora local Friends.

Sonrió inminentemente.

You say you love me, I say you crazy
We're nothing more than Friends

Esta canción es como mi himno personal, por eso amo Anne-Marie. La última vez que rechace a un chico fue el viernes pasado cuando Adelaida y Ed salimos a comer aun Subway porque mamá estaba en una reunión de accionistas en la firma de abogados donde trabaja, Alex con quien sabe que chica del instituto y yo no quería cocinar. Hay me encontré a Johan, un chico que tiene aritmética conmigo. El muy atrevido se creyó con derecho de venir a mi mesa, intentar llevarse un trozo de mi galleta de chips y de pedirme ser mucho mas que amigos, partiendo desde el punto que no somos mas que conocidos.




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