Nuestro Secreto

CAPÍTULO III “DESAPARECIDO”

Pasaron los días, y Christian no se pasaba por la cafetería; ellas habían creído que seguía muy arrepentido como para dar la cara y afrontar las cosas.
—¿Otra vez no vino? —dijo Emma.
—No, supongo que era demasiado bueno para ser cierto. En fin, tampoco era como si lo estuviera esperando.
—¿Segura? Cada que suena la campana de la cafetería, estás alerta de quién entra por la puerta; mejor no mientas.
—Sí, segura. Además, si él viniera, ¿qué tendría que pasar? ¿O qué tendría que decir? Y claro que debo estar pendiente de quién entra; luego sucede que soy muy distraída y se me acumulan los clientes.
—Tienes razón.

Llegó el fin de semana y aquel chico de las hermosas dalias no había vuelto a aparecer en la cafetería. Por lo tanto, ahora tendrán que esperar si es que regresaba el lunes de la siguiente semana como lo hizo o simplemente no volverá.

—Cuídate mucho, Vicky. Nos vemos el lunes.
—Gracias, Emma. Igualmente.

Cada que es fin de semana, Victoria va a visitar la casa de sus padres y su hermano. Ella no vive con ellos, pues cuando tenía 20 años decidió independizarse y salió en busca de nuevas oportunidades, tanto laborales como personales.

Ese paso que decidió dar les resultó difícil a sus padres, ya que eran demasiado sobreprotectores con ella. Los señores Henry y Violet Parker no tuvieron otra opción que dejarla ir. Aunque esas actitudes hacia ella continúan todavía, no implica que tengan una mala relación, solo que a veces Victoria siente que exageran.

—¡Hola, mamá! ¡Hola, papá! Los extrañé mucho. —Dándoles un fuerte abrazo a ambos.
—¡Hola, hija! Y nosotros a ti. ¿Cómo te ha ido en la cafetería?
—Pues me ha ido muy bien, con mucho trabajo, ya saben. Pero de ahí en fuera, todo ha sido excelente.

Victoria duda si contarle a sus padres sobre Christian o dejarlo como si nada hubiera pasado. Pero, al haber tenido experiencias anteriores similares a esta. Mejor prefiere quedarse callada.

En la hora de la cena, llegó su hermano del trabajo; ellos solo se llevan dos años de diferencia. Lo cual, al no ser mucho, se llevan bastante bien.

—¡Hola, Vicky! ¿Cómo has estado?
—Hola, Austin, muy bien, la verdad.
—Me alegro muchísimo, espero que te quedes los dos días de descanso, hay muchas cosas por hacer.
—Por supuesto, si no les molesta, aquí estaré y me iré el domingo por la tarde.

Terminada la cena, ambos hermanos se sentaron a platicar en la sala de estar sobre lo que ha ocurrido en la semana, y para esto, Austin le hace una petición a su hermana:
—Oye, dejando de lado los asuntos de trabajo, ¿crees que puedas prestarme 20 dólares? Es para un regalo de mamá; recuerda que pronto será su cumpleaños.
—Claro que no se me ha olvidado su cumpleaños, y si no, te preocupes, ahorita te doy ese dinero. ¿Me harás transferencia después?
—Sí, no tiene caso que esperes hasta el siguiente fin de semana.

Al momento de sacar su billetera y darle los 20 dólares a Austin, por accidente se le cayó la nota que le había dejado Christian y la recogió de inmediato su hermano, pensando que se trataba de algún ticket de compra.
—¿Qué es esto? —Abriendo la nota.
—Dame eso, Austin, no debes leerlo. —En un tono molesto.
—¡Ah, ya veo de qué se trata! Tienes un pretendiente, ¿eh? ¿Por qué no me dijiste? ¿Ya le contaste a nuestros padres?
—No, Austin, no es un «pretendiente», como tú le dices. Y tampoco le diré a nuestros padres porque no es nada mío. Solo es un cliente.
—¿Pero los clientes no mandan flores o sí? Además, ¿por qué se disculpa contigo? ¿Sucedió algo?
—No sucedió nada grave, solo que cuando lo atendí, su educación no fue la correcta y por eso al día siguiente se fue a disculpar. Es todo.
—Está bien, entiendo. No te preocupes, no diré nada, y creo que es mejor que no le digas nada a mamá y a papá sobre…
—¿Decirnos qué Austin? —dijo Violet.
—Este, pues… ¡Sobre tu regalo de cumpleaños! Ya es pronto y queremos que sea una sorpresa para ti.
—¡Entiendo! Pero tampoco debes ser tan misterioso, me asustas.
—No te preocupes, mamá, no pasa nada.

Aquel susto que había tenido Austin y Victoria los puso tan intranquilos que prefirieron no volver a hablar del tema hasta que sucediera algo más o simplemente quedará en el olvido.
—Si sucede algo más, mejor te mando un mensaje de texto. No quiero que haya malentendidos.
—No te preocupes, Vicky, guardaré bien el secreto.
—Gracias.




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