—¿De qué es lo que quiere hablar? —En un tono tímido y con la cabeza cabizbaja.
—Para comenzar, quisiera que ya no me hable con esa formalidad; puede sentirse tranquila y en confianza de que no me está faltando al respeto.
—Okey, bueno… es que, al ser un cliente, tengo que mantener esa formalidad por mi trabajo.
—Y ese es el punto al que quiero llegar, Victoria. Al ser honesto, desde el momento que la vi me pareció una chica muy divertida y carismática. Sin embargo, uno de los peores errores que pude haber cometido es que me haya confundido de cafetería.
—¿Entonces sí fue una confusión… tuya?
—Exactamente. Regularmente iba a otra cafetería, con un toque más “comercial”. Solo que ese día, al ir resolviendo asuntos de trabajo, no presté tanta atención a lo que venía haciendo. Hasta que llegué aquí y la conocí.
—Ya decía yo, que era mucha la confusión, porque olvidar a algún cliente es algo muy complicado para mí.
—Es lo que observo. Así pues, mi intención es estar aquí y conversar. Y el tema del que me gustaría hablar es que estoy interesado en una amistad con usted.
—Puedo preguntar, ¿por qué?
—Claro, y está en su derecho. Como mencioné antes, desde que dirigí la mirada hacia quien estaba allí, en el mostrador, se me hizo una chica totalmente fascinante. Que sin duda es muy paciente; que también tiene su carácter, y eso está muy bien. Además, ¿puedo sincerarme?
—Sí, con una condición.
—La escucho.
—Así como quieres que deje la formalidad a un lado, te pido que hagas lo mismo. Creo que tenemos la misma edad para que nos dirijamos de esa forma.
—Está bien, aunque también me costara un poco, lo haré.
—¡Perfecto! Ahora sí, ¿qué querías contarme?
—No soy una persona que tenga demasiadas amistades por aquí, soy un hombre muy ocupado, que al final del día lo único que busco es llegar a casa a descansar.
—Te entiendo perfectamente, me pasa lo mismo. Aunque no me quejo, me gusta demasiado mi trabajo.
—La mejor parte del trabajo es cuando disfrutas hacer lo que te gusta; cuando no… solamente vas de cierta forma, “obligado”.
—Tienes razón. Antes de concluir esta conversación, me gustaría hacerte dos preguntas. ¿En qué trabajas? ¿Y qué edad tienes?
—Respondiendo tu primera pregunta. Soy gerente en una empresa de alimentos; si bien mi puesto de trabajo no es tan alto, no dudes que sea importante. Hay días donde estoy muy cargado de trabajo. De hecho, si no pude venir los siguientes días de la semana pasada, fue por lo mismo. Acostumbro a venir los lunes, que es inicio de semana. Y tengo 24 años.
Cuando Victoria escuchó la última respuesta a su pregunta. Se sorprendió demasiado; hizo que su rostro hablara primero antes de que ella pudiera decir una palabra.
—¿Te encuentras bien? Te ves un poco sorprendida con lo último que mencioné.
—La verdad, pensé que eras más joven o que tenías mi edad. No aparentas la edad que tienes.
—Mejor para mí, quiere decir que me cuido bastante.
—Muy bien… Christian. Creo que debemos regresar a nuestros trabajos antes de que nos atrasemos y no podamos salir a tiempo. Me agradó mucho esta plática y, la verdad, no pareces tan serio y gruñón como aparentas.
—Jaja, ¿te parece que soy “gruñón”?
—Me parecías; ahora creo que eres muy interesante.
—Muy bien, me agrada saber que ya no tienes ese concepto de mí. Y nuevamente te pido una disculpa por la manera en que nos conocimos. No fue lo mejor.
—Gracias a que me diste una explicación de lo ocurrido y luego el porqué desapareciste por casi una semana, puedo entenderlo mejor.
—Bueno, creo que ahora me siento más tranquilo. Por cierto, respecto al tema de que desaparecí hace una semana. Te propongo darte mi número de teléfono y ahí podrás mandarme mensaje cuando tú quieras. Siempre tengo tiempo de responder.
—Creo que es una buena idea.
Cuando Christian le dio su número de teléfono. Victoria lo guardó cuidadosamente en su delantal. Ya que no quería que por nada del mundo desapareciera ese número.
Seguido de eso, se fue de la cafetería despidiéndose de ella a través de la ventana.
—Realmente no pensé que Christian fuera así. Y por si fuera poco, que estaba interesado en una amistad conmigo. Creo que eso hizo que estabilizara más mis ideas que tenía, o las ideas erróneas que tenía sobre él. Me agrada bastante y creo que seremos muy buenos amigos. —Dijo mientras se quedaba viendo la ventana por la que se despidió.