Después de que Christian se despidiera de ella, casi a los 20 minutos llegó Emma, lo cual, al ver a Victoria, su primera pregunta fue:
—¿Qué es eso y de quién es? —Con un rostro totalmente confundido.
—Ah, sí, buenos días, Emma, me encuentro bien, ¿y tú, cómo estás?
—Disculpa, jaja. No pude evitar sentir sorpresa por las flores. Solo te dejé a cargo unas pocas horas y ¿alguien vino con semejante regalo? ¡Qué lindos tulipanes! —en un tono dulce. —¿Cómo estás? ¿Todo bien por aquí?
—Ahora sí, todo está bastante bien, no ocurrió nada fuera de lo habitual, más que ese cliente que vino el otro día.
—¿Christian? ¿Él te trajo los tulipanes? Wow, son demasiado hermosos.
—¡Sí! Solo que antes de que pudiera dármelos ocurrió algo gracioso…
—A ver, deja lo que estás haciendo y ¡cuéntamelo todo!
Era tanta la emoción que sentía Emma por su amiga, que decidieron dejar el trabajo por un momento y se sentaron a platicar todo lo que había ocurrido mientras ella estaba ausente. No despegaba la mirada del rostro de Victoria, pues estaba tan interesada en cada palabra que salía por su boca que no quería perderse ningún detalle.
—Y eso fue todo lo que ocurrió.
—Entiendo, oye, y si te dio su número de teléfono, ¿por qué no le envías un mensaje? Al final de todo, vino a ofrecerte su amistad. ¡Sería fascinante que tuvieran una cita!
Al escuchar la palabra “cita”, a Victoria se le subieron los colores al rostro y no pudo evitar ponerse tan nerviosa e intranquila.
—¡¡¡¿¿¿CÓMO UNA CITA???!!!, ¿ESTÁS LOCA?
—Bueno, no exactamente una cita. Los amigos también salen juntos, tienen experiencias, visitan lugares o pueden comer juntos. ¿O qué fue lo que te imaginaste?
—Nada, nada. Olvida eso. Pero creo que tienes razón, solo que ¿a dónde podría invitarlo? O, para comenzar, ¿crees que pueda salir?
—Mejor pregúntale antes de que te quedes con la duda y se haga más tarde, no pierdes nada. Si no pueden hoy, pueden agendarlo para otro día.
—Tienes razón. ¿Pero sí está ocupado? No quiero molestarlo.
—Él te dijo que siempre tiene tiempo para contestar. Es más, para que te animes un poco. Cómo te debo un favor por haber abierto la cafetería, te puedo dejar salir más temprano para que vayas a tu casa a arreglarte y puedan salir. Ya sea hoy o el día que vayan a salir, ¿qué te parece mi idea?
—Mmm… No estoy muy segura aún.
—¡Qué terca eres! Pero bueno. Si no, piénsalo más tiempo y ya sabes si te decides o no, ¿vale?
—Está bien, te lo diré a la 1:00 de la tarde.
Pasaron las horas, y durante su jornada Victoria pensó y pensó si era buena idea mandarle un mensaje a Christian el mismo día que le proporcionó su número de teléfono. Ella pensó que se vería «impaciente» por hablar con él. Aunque la idea que le había dado su amiga tampoco era tan mala. Y tan pronto como ella decidió, dieron la 1:00 de la tarde.
—Sabes que, Emma, le mandaré ese mensaje ahora mismo; si nos podemos reunir hoy, entonces saldré temprano. —en un tono decidido.
—¡Claro! Esa era la condición.
Al escuchar esas palabras, Victoria no dudó en tomar su teléfono y enviarle un mensaje. Y tan pronto le contestó, comenzó a sentirse nerviosa.
Ella es una chica un poco reservada, que a la vez le da mucho miedo experimentar cosas nuevas, por lo cual. Esta es la primera vez que sale con un amigo; ni con Emma se ha podido presentar la oportunidad de poder salir a alguna parte. Que aunque lo ha considerado, tampoco ha sabido cómo ofrecerle una invitación.
—Listo, me contestó enseguida cuando le envié el primer mensaje.
—¿Ya ves cómo no era tan difícil? Puedes salir a partir de las 2:00 si te parece bien.
—¿No crees que es muy temprano? Me dijo que me enviaría un mensaje de nuevo a las 6:00.
—Más vale estar lista a que se te haga tarde. No me contradigas.
Después de esa breve conversación, ambas comenzaron a apurarse para poder retirarse, pues a Emma le había dado mucha pereza para seguir con el turno sola, así que prefirió cerrar la cafetería antes.
—Perfecto, es hora de irnos —dijo Emma.
—Está bien, muchas gracias por la ayuda. Ahora yo te debo una.
—No es nada, en verdad. Estamos a mano.
Se despidieron y cada una continuó su camino.
Al llegar a casa, Victoria comenzó a prepararse para ir a la cena con Christian. Dado que sus mensajes fueron extremadamente cortos, no deseaba que ocurriera algo negativo o imprevisto que pudiera arruinar sus planes.
Cuando el reloj de su celular marcó las 6 en punto, Victoria estaba lista. Portaba una camisa blanca y una falda negra, con tacones no tan altos; ella solo quería que le diera un poco de altura esos zapatos y, por último, había preparado un abrigo, pues la temperatura había descendido y no quería pasar frío.
Casi cuando terminaba de arreglarse, había recibido otro mensaje de Christian.
“Hola, Vicky, ¿te parece que te recoja en tu casa? Y después decidimos a qué restaurante podemos ir a cenar”.
Ella no podía creer que en tan solo unos minutos alguien conocería por primera vez su casa. Tanto que enseguida le envió la dirección de su hogar para que se pudieran reunir pronto, pero a la vez le preocupaba que el tiempo fuera demasiado rápido.