Cuando terminó de leer el mensaje, rápidamente guardó su celular en su bolso que la acompañaría por el resto de la noche, y salió de casa. Aunque en su rostro mostraba demasiado nerviosismo, ella mantenía la postura. Actuaba de manera excelente, para ser sincero, todo lo que experimentaba en ese momento.
Y justo antes de que pudiera hacer o decir alguna palabra, Christian la saludó con un entusiasmo… Como si no la hubiera visto por muchos años.
—¡Vicky! —mientras le daba un abrazo amistoso.
—Hola, Chris… Sin duda, a cada momento me sorprendes un poco más y más.
—¿Por qué? Lo dices por mi rostro “amargado” que aparento siempre, pero que cuando estoy con alguien que me agrada, cambia totalmente.
—Exacto, le diste al clavo, jaja. Discúlpame, jamás había visto un cambio tan radical y en tan pocos días.
—Yo soy diferente, Victoria. Si me lo propongo, lo logro. —Mientras le guiñaba el ojo.
Un poco nerviosa, trato de evadir esa afirmación; por lo tanto, pasó de largo la conversación y pudo cambiarla sin que Christian se percatara de inmediato.
—En fin, ¿A qué lugar te gustaría ir?
—Hay un restaurante cerca que me gustaría que conocieras, pero antes de eso. Como mencioné en el mensaje, te traje un obsequio.
Entusiasmada por su regalo que le había traído, también se quedó sorprendida cuando observó que aquel auto que estaba estacionado frente a su casa era de él.
—¿Es tuyo?
—¿Qué? ¿El auto? Sí, lo adquirí el año pasado.
—Si te soy honesta, habría pensado que habías llegado en taxi.
—Para nada, en esta actualidad tener un automóvil es muy práctico, y más cuando se suscita alguna emergencia. Pero ese no es el tema, aquí tienes. Espero que te guste y que puedas ocuparlo en este momento.
Un poco extrañada por dicha declaración, comenzó a abrir el obsequio que le había dado. Era una diminuta caja que, si bien era algo liviana, era muy formal para lo que aparentaba.
—¿Qué es?
—Ábrelo y me dices qué opinas.
Al instante de abrirlo, se sorprendió demasiado al ver que era un precioso collar que llevaba, como dije, una piedra preciosa que a la vez brillaba demasiado. Sin embargo, contenía una nota en esa caja, la cual decía lo siguiente:
“Esta piedra simboliza el impacto que tuviste en mi vida cuando te vi atenderme en ese café. Gracias, amiga :)”.
—¿Y qué tal? ¿Te gustó?
—Claro que sí, muchísimas gracias. Pero yo no tengo nada para darte y eso me hace sentir un poco frustrada.
—El obsequio solo es para agradecerte el hecho de haber aceptado mi amistad; espero que podamos permanecer así mucho tiempo.
Seguido de eso, ambos subieron al auto y se dirigieron al restaurante que había sugerido Christian. Mientras llegaban, el ambiente era demasiado silencioso para un encuentro de amigos, así que Vicky decidió comenzar a interrumpir ese silencio.
—Oye, y cuando manejas, ¿no te gusta escuchar música?
—Sí, pero siempre y cuando no vaya atendiendo asuntos de trabajo. Porque si no, no disfruto lo que escucho.
—Bueno, pero ahorita no estás trabajando. ¿Te molesta si pongo tan siquiera una canción?
—Puedes poner las canciones que quieras, tengo Spotify, por si necesitas una canción en específico.
Ella pensó y pensó qué canción pondría en el reproductor, y recordó que había una en especial que había escuchado unos días atrás en el trabajo, y que le gustó demasiado. “Die For You” de The Weeknd era la indicada. Sin duda, era una canción que le gustaba por el ritmo y el significado de la letra.
—¿Escuchas The Weeknd? —dijo Victoria.
—No mucho, solo conozco dos canciones, pero esta no la había escuchado.
—La puse porque la semana pasada la estuve reproduciendo casi todos los días y creo que se está volviendo en mi canción favorita.
—Increíble, pero ¿puedo saber por qué te gusta tanto? En mi caso, es muy raro que me guste tanto una canción como para repetirla tantas veces.
—Pues además de que la melodía es muy buena, simplemente la letra es de lo mejor y… pensando más a fondo, la parte de “moriría por ti” se me hace tan especial; ¿cómo una persona podría llegar a amar tanto a otra como para morir por ella?
—Creo que no lo había analizado a fondo, pero ahora que lo mencionas, creo que es una muestra de «amor» muy grande. Mira, ya llegamos, no estábamos tan lejos como pensé.
—Qué bueno, porque la verdad ya tengo algo de hambre.
Victoria quedó muy fascinada con el lugar, pues era muy elegante y además era un sitio que había visto por internet semanas atrás y que había pensado que era muy buena idea asistir a ese lugar, únicamente que no quería ir sola.
—¿Tienes algo en mente que quisieras comer?
—La verdad, no sé qué preparan aquí; yo solo me fijé por la fachada del lugar, pero no revisé qué había de comer.
—Jaja, entonces no eres muy observadora.
—No, no me veo de esa manera. A veces, puedo ser bastante despistada.
Mientras charlaban entre ellos, un mesero se acercó a recibirlos y darles una mesa, que Christian había solicitado. Una donde estuviera cerca de la ventana.
—¿Por qué específicamente en la ventana?
—Verás, cuando llego a venir a un restaurante, siempre pido una mesa que esté cerca de una ventana, porque regularmente vengo solo. Además, me gusta disfrutar de la vista mientras estoy comiendo, o siendo más específico… La verdad, no me gusta comer solo, pero por el trabajo y otras cuestiones no puedo comer con alguien más. Con decirte que ni mi secretario puede comer conmigo.
—¿Secretario? Creo que no he preguntado qué haces en tu trabajo. Solo recuerdo que me habías dicho que eras gerente en una empresa de alimentos.
—Cuando nos sentemos y esperemos por nuestra comida, retomamos la conversación.
El mesero les había indicado dónde podían estar cómodos, disfrutando de sus alimentos.
Mientras tanto, tenían que escoger qué platillo pedir. Y cuando Victoria iba a tomar asiento, Christian no dudó en ayudarla, tanto que arrimó la silla hacia atrás para que pudiera sentarse y estuviera cómoda.