Las luces de las lámparas del laboratorio parpadeaban en la penumbra, lanzando reflejos azulados sobre los objetos de vidrio y metal. El espacio olía a cobre, humo y algo levemente acre que parecía ser una mezcla de químicos y magia contenida. Los rayos tenues del Hextech en las máquinas iluminaban suavemente los rostros de ambos, las sombras acentuaban la intensidad de sus miradas. El laboratorio, a pesar de estar lleno de vida a través de sus destellos y pulsos energéticos, se sentía inquietantemente silencioso. Cada chispa que brotaba de los circuitos parecía resonar más de lo normal, un eco metálico que se mezclaba con la respiración pesada de Jayce y los movimientos calculados de Viktor.
Jayce, de pie junto a uno de los prototipos, observaba a Viktor, quien manipulaba la brillante piedra con sus dedos enguantados. Se notaba cansado: las ojeras marcaban su rostro con la misma profundidad que las líneas de sus pensamientos. Sin embargo, su mirada seguía llena de determinación, esa tenacidad que siempre había admirado de él desde que se conocieron, pero que ahora mismo le estaba inquietando.
—Sabes que podría funcionar, Jayce —dijo Viktor, sin quitar la vista de sus manos mientras giraba la piedra bajo la tenue luz—. Si simplemente permitieras que hagamos una prueba... sería solo una prueba controlada.
Jayce sintió que su pecho se tensaba ante esas palabras, pero lo ocultó lo mejor que pudo. Entrecerró los ojos, negando suavemente mientras tomaba una bocanada de aire, como si sus palabras requirieran un esfuerzo adicional para llegar hasta su compañero.
—Viktor, ya hemos hablado de esto... —Jayce titubeó, eligiendo sus palabras con cuidado, como si una elección incorrecta pudiera hacer que Viktor se aferrara más a esa idea peligrosa—. Esta tecnología no fue hecha para aplicarse directamente en nosotros. Hay demasiados riesgos. Ni siquiera sabemos cuáles son las consecuencias que tendría en tu cuerpo.
La chispa del Hextech brilló en los ojos de Viktor al alzar la vista hacia él. Esbozó una sonrisa irónica, esa que utilizaba cuando sabía que las palabras que escuchaba no le convencerían.
—¿Demasiados riesgos? Todos los grandes avances llevan riesgos, Jayce. Lo sabes mejor que nadie. —Su tono era firme, pero al mismo tiempo había una suavidad en él, una nota que hacía temblar ligeramente la resolución de Jayce—. Esta investigación podría cambiarlo todo. Podríamos descubrir formas de usar el Hextech más eficientemente, más accesiblemente. Este es el verdadero propósito de nuestra tecnología, ¿no? Lograr que sea un recurso para todos.
Jayce cruzó los brazos, buscando alguna respuesta que pudiera romper esa lógica implacable. Pero lo único que encontró fue una mezcla de frustración y algo más profundo, más doloroso.
—Pero no a costa de tu vida, Viktor. No es necesario arriesgarte de esta manera. Lo que propones es... —Su voz se quebró un poco, y se detuvo un momento, apretando los puños para recuperar el control—. Solo no sigas con esto, es una locura.
Viktor dejó escapar una risa suave, casi imperceptible, pero cargada de sarcasmo. Ese toque de sarcasmo que solo él podía emplear sin ofender. Dio unos pasos hacia Jayce, dejando la piedra en su soporte con un cuidado que contrastaba con la tensión en el aire, y observando a su compañero con la misma seriedad que demostraba cuando quería hacerse escuchar. Sus pasos resonaron en el metal del suelo, y cuando habló, lo hizo con una intensidad que pareció llenar todo el espacio.
—Jayce, tú mismo soñaste con este momento. Este era tu sueño, ¿no? Un mundo donde el Hextech sea la respuesta para todos. Esto —señaló las máquinas, la piedra, el laboratorio entero con un gesto amplio— es lo que ambos queríamos. Tú y yo.
Esa última frase quedó flotando en el aire, cargada de una sinceridad que hizo que Jayce desviara la mirada por un instante, como si necesitara un momento para recomponerse. Había algo más en ese tono de Viktor, algo que lo atravesaba como un rayo. Era desesperación, sí, pero también era esperanza, una que lo aterraba tanto como lo conmovía.
Viktor siempre sabía cómo darle a entender su punto, cómo traerlo de vuelta a esa visión compartida. Pero había algo en el tono de su amigo que iba más allá de la pasión científica, una urgencia que Jayce entendía demasiado bien. Viktor estaba librando una batalla silenciosa contra el tiempo, contra esa enfermedad que amenazaba con consumirlo poco a poco. Y por más que intentara disimularlo, Jayce sabía que aquella prisa por innovar, por llevar el Hextech a sus límites, era en gran parte para darle a Viktor una posibilidad de vivir, de continuar con él en esa vida que juntos soñaron construir.
Jayce bajó la cabeza por un momento, cerrando los ojos. Cuando volvió a levantarla, su mirada reflejaba algo nuevo: un conflicto interno que apenas podía contener. Finalmente, sin poder ocultar más la vulnerabilidad que lo carcomía, se acercó un paso más, lo suficientemente cerca como para que sus sombras se fundieran bajo la luz azul. Los ojos de Viktor, normalmente tan calculadores, parecían más abiertos, se veían más humanos.
—Viktor... —murmuró, su voz apenas un susurro, pero cargada de emociones que ni siquiera él sabía cómo manejar—. Tú también eres parte de mi sueño. No puedo permitir que te pongas en riesgo así. Este proyecto entero, nuestro sueño... no significa nada si no lo hacemos juntos.
Por un instante, Viktor se quedó en silencio, estudiando cada rasgo del rostro de Jayce con una intensidad que parecía disecarlo. No respondió de inmediato. En cambio, extendió una mano, como si fuera a tocarlo, pero la dejó suspendida en el aire antes de retirarla con una leve rigidez.
—No tienes que decir ese tipo de cosas solo para convencerme —dijo al fin, con un tono que traicionaba una inseguridad que rara vez dejaba ver.
Jayce negó con la cabeza, esta vez con una firmeza que parecía surgir desde lo más profundo de él.