Nuestro Tiempo

Capitulo II

JAX MILLER

 

Me quede completamente helado al escucharla decir a Cata que su mamá se iba en ese auto, al principio no supe cómo reaccionar y me quede quieto mientras mi hija lloraba que le trajera a su mamá, ya había pasado tiempo desde la última vez pidiendo que su mamá regresará; corrí y abrace a mi hija que estaba hundida en un mar de lágrimas pidiendo que le trajeran a su mamá. La cargue en brazos y daba pequeños golpecitos en su espalda para calmarla, pero imposible Cata no paraba de llorar, pedía que le trajeran a su mamá, el corazón me dolía de ver a mi hija en ese estado.

—¿Qué paso? — pregunto mi madre cuando me vio entrar al auto con Cata llorando.

—Mi mami está aquí abuela —dijo Cata con una voz quebrada.

Mi madre me hizo una mirada como queriendo saber de qué hablaba Catalina, ni yo mismo sabía que paso como podría explicarlo, quizá mi niña confundió a su madre con alguien más.

—Tranquilízate mi niña, llegando a la casa lo hablamos si —dijo mi madre.

Cata solo movió la cabeza y no dijo nada más, se aferró a mis brazos y se quedó dormida en mi regazo casi todo el trayecto, se suponía que todo este viaje sería emocionante para ella, pero resulto lo contrario, estaba completamente triste. Llegamos a la casa de playa que habíamos rentado y Cata seguía durmiendo, no la quise despertar por lo que la cargué en brazos y la metí a la casa, mientras mi madre se encargaba de meter las maletas con ayuda del servicio y Gabriel.

La casa era hermosa, tenía una vista al mar espectacular, rodeada de vegetación y lo mejor de todo se encontraba en una zona privada, así que no tendríamos mucho contacto con otras personas, solo con las que habían alquilado otras casas por aquí cerca, me puse una ropa más relajada.

—¿Jax podemos hablar? — pregunto mi madre quien ingresaba al balcón donde me encontraba.

—Claro madre, ¿Qué paso?

—No crees que es hora de llevar a Catalina al psicólogo.

—No sé si sea una buena idea mamá.

—Creo que sería lo mejor hijo, la bebé debe asumir que su madre ya no está con nosotros.

—Lo veré cuando regresemos a casa, por ahora la dejare estar tranquila.

—Está bien Jax, voy a ver a Gabriel —anuncio mi madre mientras salía del balcón.

Suspiré profundo y dirigí mi mirada al cielo como buscando alguna señal para saber cómo dirigir y cuidar a mi hija.

Ya por la tarde decidimos salir a caminar por la playa, Cata y Gabriel trajeron su balde y sus palas para jugar con la arena, según ellos haríamos un castillo de arenas.

Nos acomodamos en un lugar tranquilo con buena vista, mis hijos corrían por todos lados bajo mi atenta mirada, dado que ninguno sabía nadar y no por un descuido mío se metieran al mar.

—¿Papi y si te enterramos? —pregunto Gabriel con cierta picardía.

—Si papi hay que enterrarte —apoyo Cata a su hermano.

No tuve más remedio que acceder a su petición así que me acosté sobre la arena mientras mis niños poco a poco cubrían mi cuerpo con arena, escucharlos reír y divertirse no tenía precio, por una vida tranquila y llena de felicidad sería capaz de sacrificar toda mi fortuna y mi vida de ser necesaria.

—Papi eres un muñeco de arena —dijo Cata.

—Solo hay muñeco de nieve niña tonta —refuto Gabriel.

—No soy tonta, eres un niño malo —respondió Cata.

—Ya niños no se peleen, se puede hacer muñecos de muchas cosas así que soy un muñeco de arena.

—Te amo papito —escuche decir a Cata mientras me daba un beso en la mejilla.

—¡Iugg! —fue lo único que dijo Gabriel al ver que Cata dejaba un beso en mi mejilla.

¡Oww…!

¡Qué lindo perrito!

Dijo Cata mientras se levantaba de donde se había sentado y la vi correr hacia otro lado, no podía ver claramente que era lo que hacía Cata porque estaba cubierto de arena.

—¿Papi podemos jugar con el perrito? —pregunto Cata.

—Si su dueño lo permite y no te vaya a lastimar puedes jugar con el perro. Gabriel acompaña a tu hermana —ordene.

—Jugaremos con el perro papá, esta solo no hay nadie más por aquí —dijo Gabriel mientras se ponía en pie y corría donde su hermana.

Escuchaba que mis hijos reían, corrían, gritaban, mientras yo seguía cubierto por la arena y no tenía intención de moverme la verdad, me sentía cómodo y relajado, de alguna forma no me podía quitar de la cabeza las palabras de Catalina en el aeropuerto, quizá Renata si está viva porque nosotros asumimos que era ella por la cadena que se encontró al costado del cadáver, el otro cadáver pertenecía a Sonia porque se encontró junto al cuerpo de Cataleya y dada las circunstancias no quisimos investigar más, recordar todas estas cosas eran dolorosos y yo un completo loco pensando de esta manera.

—Papi tengo sed —escuche decir a Cata.

—Ve a la casa y pídele a tu abuela algunos refrescos y si puede que venga a acompañarnos a la playa —ordene.

—Está bien papi, así nos tomamos más fotos con todo el perrito.

¡Si…!

¡Yupi…! Grito Cata mientras la vi correr con dirección a la casa.

¡Oreo, ven aquí!

Escuche gritar una voz a lo lejos.

—Hola pequeño escuche decir — seguro que estaba hablando con Gabriel, pero no podía moverme por el peso de la arena. No escuche que Gabriel haya respondido.

—¿Hola pequeño pasa algo, les hizo algo mi perro? —volvió a preguntar aquella mujer.

—¿Es su perro? Escuche decir a Gabriel que su voz se escuchaba un poco rara.

—Si es mi perro y se llama Oreo, ya sabes por el color de la galleta —dijo.

Su voz se escuchaba tan tierna.

—A mi hermanita le gusta mucho su perro y seguro que le gustara usted también — dijo Gabriel.

«¿Acaso mi niño estaba ligando?», me dije mentalmente.

Así que me quede en silenció escuchando la conversación de Gabriel con aquella persona.

¡Ohh…!




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