Nuestro tiempo (fanfic Stucky)

one-shot

2023

 

Había veces que a la vida le encantaba joderte.

Bucky lo sabía cómo nadie, porque la vida estaba emperrada en joderlo. 

Cada vez que todo parecía estar en orden, cada vez que creía que era dueño de sus pasos y que al fin había posibilidades para un futuro medianamente feliz para él, ahí venía la muy desgraciada y lo arruinaba todo. Tantas veces y con tanto ahínco que Bucky que no tenía fe. Era un ser vacío que solo aspiraba a vivir sin mayores contra tiempo en lo que alguien necesitaba que volviera a matar, en lo que alguien volvía a pedirle que se coloque el brazo, sujete un arma y vaya al frente.

Al principio, Bucky pensó que era cosa de su pasado. Sacando a Steve, no era realmente bueno con nadie. Sacando a su mejor amigo, él en verdad era bastante frío y ligeramente frívolo. Le daba lo mismo todo el mundo y sí, pese a ver lo que los hijos de puta abusivos le hacían a su escuálido amigo, él en verdad alguna que otra vez abusó de su poder para intimidar a otros, para callarlos.

Ni siquiera podía decir que se enlistó en el ejército por un sentimiento de patriotismo que cargaba en las venas y que gobernaba su vida impidiéndole tomar otro camino que no fuera el más digno y honorable posible. No, ese era Steve. A Bucky no es que le importara poco lo que pasaba, pero en verdad le daba lo mismo. Steve era el que sentía la necesidad de proteger a su nación, de luchar por los pobres e indefensos. Steve era el patriota. Bucky solo lo hizo porque eso era lo que un verdadero hombre hacía en su época. 

Y oh, cuánto necesitaba él ser un maldito hombre. Más que nadie. Más que Steve, su padre y sus tres hermanos menores juntos. 

Bucky lo necesitaba desesperadamente porque él besaba a Steve y le encantaba, él lo acariciaba y no quería parar, lo subía sobre su regazo y lo desnudaba entre gemidos y risas que escondían el poderoso deseo que lo envolvía y no era capaz de dejar de hacerlo, saboreando la piel de su cuello —agradecido a la vida por los temblores de sus hombros y su adictivo sabor— James Buchanan Barnes, se sentía pleno. 

Bucky necesitaba demostrarse a sí mismo que poseía hombría porque era demasiado fuerte el dolor que le producía seguir llamando "amigo" a Steve como para poder alzar el rostro de lo contrario.  

Ambos sabían que estaba mal, no lo decían, pero la culpa siempre los llenaba en la mañana. Él mismo puso distancia cuando sintió que ya no podía alejarlo, cuando sintió que lo desgarraba la necesidad de que Steve se dejará de ir o dejará de fingir que nada había entre ellos. Hubieron más motivos claro, motivos que no quería contar, pero el principal fue ese. O se alejaba definitivamente de él o no podría retroceder y ya no habría vuelta atrás.

Bucky lo empujó lejos, pero no lo pudo sacar de su vida. Otra muestra más de la necesidad de enlistarse y aferrarse a la hombría del acto; pero se aseguró de no volver a poseerlo, de no volver a tomar para poder justificar de una forma tan cobarde sus actos. Steve, por otro lado, estaba hecho de otro material, de uno más resistente y forjado en el mismo oyó del infierno.

Steve no necesitaba alcohol para fingir lo que hacían. No... Steve era de los verdaderamente valientes. Se hacía cargo de sus errores y no necesitaba esconder sus actos. Era un chico terco, valiente y decidido. Aceptaba su mierda, no la pateaba bajo el tapete, no sé emborrachaba para tener a quien culpar. Steve siempre estuvo sobrio y seguro del error que cometían. 

Hasta cuando ese hijo de puta hacía las cosas mal, lo hacía convencido y aceptándolo. Bucky sabía que su nuevo cuerpo solo había sido el mínimo reflejo de la fortaleza que sus brazos finos y sus piernas algo chuecas y desniveladas escondían. 

Ni una sola vez Steve le reprochó ese ida y vuelta, esa constante falta de criterio o decisión. Lo aceptaba y Bucky sabía que Steve fue la única vez en la vida que tuvo suerte. Si ese chico hubiera sido un poco más listo, si tan solo una vez hubiera podido alejarse de él, no hubiera habido ni medio destello de fortuna en su camino. 

Claro que no todo era bueno o fácil. Steve era consecuente con sus actos y así como siempre lo dejó salirse con la suya, siempre que le decía que no, no había quién lo convenza de lo contrario. Así como si decía que sí, no había fuerza en la tierra que los hiciera parar; porque Bucky no nació con lo que hacía falta para mantenerse lejos y bendito sea el que los maldijo, Steve siempre lo prefirió a él y su mierda sobre sí mismo.

Cuando él caía y lo buscaba, sin quejas o peros ahí estaba... Si quería, claro. Steve no era un minusválido por más que los médicos lo aseguraran, no. Steve si no estaba de humor, lo mandaba a la misma mierda y podía llorar y meterse con él cuanto le viniera en gana, podía burlarse o intentar seducirlo, pero Steve era de los fuertes, de esos que resisten el peso del mundo sobre sus hombros y a esa mula ni tumbándola le ganabas. Estaba bien, algunas veces era molesto, pero le gustaba que Steve tuviera garras. En verdad le agradaba saber que nunca alcanzaría a lastimarlo tanto como para lograr quebrarlo. Ahora, Steve también era el que cuando Bucky necesitaba irse y necesitaba fingir que no sentía todo eso, el primero en coger su ropa y deslizarse fuera de la cama sin mencionarlo. 

Su mejor amigo estaba ahí para sostenerlo si se venía abajo, estaba ahí para contenerlo cuando era superado. Steve estaba ahí para rodar los ojos cuando él hacía bromas ligeramente crueles y era el mismo que lo besaba cuando su boca apestaba a alcohol y necesidad. El que lo acompañaba en sus locuras y lo secundaba en sus idioteces. 

Steve estaba. Punto. Ese era Steve, el que estaba. Y también el que estaba listo para irse como si nada cuando el remordimiento de sus actos le impedía abrir los ojos por la mañana. Bucky podría morir y vivir mil vidas antes de poder poseer su fortaleza. Él se hubiera despellejado vivo. Steve solo se quedaba ahí, junto a él, entendiéndolo, perdonándolo, yéndose y volviendo. 




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