El amanecer encontró al "Phantom" semienterrado en su posición de hormigón, la escarcha matinal formando patrones cristalinos sobre el blindaje frontal donde el nombre del tanque estaba pintado con letras desgastadas. Klaus Richter observaba desde la torreta cómo la niebla matinal se aferraba a los campos abiertos más allá del perímetro, convirtiendo los árboles esqueléticos en fantasmas danzantes. El puesto fronterizo cerca de Frankfurt an der Oder respiraba con la tensión contenida de un animal acorralado.
Durante los primeros días, Klaus había establecido una rutina brutal para su nueva tripulación. Los despertaba al amanecer con revisiones de sistemas que se extendían hasta que cada centímetro del Leopard había sido inspeccionado, cada conexión probada, cada sistema de respaldo verificado. Brandt, el joven artillero, había aprendido a detectar el más mínimo cambio en el zumbido de los estabilizadores del cañón. Schmidt, el cargador de complexión robusta, podía cargar proyectiles de 120mm con los ojos cerrados, sus movimientos convertidos en una coreografía precisa de fuerza y eficiencia. Miller, el conductor más joven, había memorizado cada peculiaridad de los controles del tanque hasta que el vehículo de sesenta toneladas respondía a sus toques como una extensión de su propio cuerpo.
"Teniente," la voz de Brandt cortó el silencio del interior del tanque durante la tercera madrugada. Klaus, que había estado estudiando mapas tácticos bajo la tenue luz de una lámpara de lectura, levantó inmediatamente la vista.
"Proceda, Brandt."
"Movimiento en el sector tres. Múltiples firmas térmicas, tamaño pequeño pero patrones de desplazamiento... irregulares." La voz del artillero contenía una nota de confusión que Klaus reconoció inmediatamente.
Se ajustó los auriculares y se acercó a su propio visor. "¿Irregulares en qué sentido?"
"Se mueven en formaciones que no coinciden con ningún patrón militar convencional, señor. Zigzags perfectos, cambios de dirección simultáneos... es como ver un enjambre coordinado."
Klaus sintió un frío familiar recorrerle la columna vertebral. Era el mismo patrón que había visto en el desierto iraní, la misma coreografía mecánica que precedía siempre a los ataques coordinados.
"Tripulación, puestos de combate," ordenó, su voz manteniendo una calma que no sentía. "Miller, mantén el motor en ralentí pero prepárate para maniobras evasivas. Schmidt, carga HEAT y mantén un proyectil de fragmentación listo para cambio rápido. Brandt, confirma número exacto de blancos y traza sus vectores de aproximación."
Los reflectores de la base barrieron el área fronteriza, sus haces de luz cortando la niebla como cuchillos y revelando docenas de figuras del tamaño de perros grandes que se movían a través del campo nevado con una agilidad que parecía desafiar las leyes de la física. Sus cuerpos metálicos reflejaban la luz de manera irregular, dificultando el seguimiento visual.
"Unidades de reconocimiento de nueva generación," murmuró Klaus para sí mismo mientras observaba cómo las máquinas se detenían y cambiaban de dirección en perfecta sincronización, como si compartieran una sola conciencia. Recordó las palabras de Vogel durante su encuentro en el tren hospital: "Están leyendo nuestras tácticas mejor de lo que nosotros las ejecutamos."
"¿Disparamos, teniente?" preguntó Brandt, su dedo ya aplicando una presión constante sobre el gatillo. Klaus podía escuchar la respiración acelerada del joven artillero a través del intercom.
"Negativo," respondió Klaus, forzándose a mantener la voz firme. "Están midiendo nuestros tiempos de respuesta, estudiando nuestros protocolos de defensa. Miller, prepárate para retroceder veinte metros si se acercan a menos de cien. Schmidt, mantén la munición de fragmentación cargada pero no armes el cañón todavía."
Observó cómo las máquinas se acercaban en un patrón de abanico, deteniéndose justo fuera del alcance efectivo de las armas ligeras de los puestos de infantería. Una de ellas, ligeramente más grande que las demás, se adelantó y emitió una serie de luces rojas intermitentes antes de retroceder de nuevo a la formación.
"¿Señales, teniente?" preguntó Miller desde su asiento de conductor, su voz un poco más aguda de lo normal.
"Comunicación," corrigió Klaus. "Están compartiendo datos. Preparándose para el ataque principal."
De repente, como si hubieran recibido una orden invisible, todas las máquinas se detuvieron simultáneamente. El silencio que siguió fue más aterrador que cualquier sonido que pudieran haber hecho. Luego, con movimientos precisos y mecánicos, comenzaron a cavar en el suelo helado, sus extremidades delanteras transformándose en taladros giratorios que penetraban la tierra congelada con facilidad inquietante.
"¿Qué demonios están haciendo?" preguntó Miller, incapaz de contener su perplejidad.
"Estableciendo puestos de observación permanentes," explicó Klaus, los recuerdos del desierto iraní regresando con una intensidad que le hizo apretar los mandos de la torreta hasta que los nudillos se le pusieron blancos. "Cavarán hasta quedar al ras del suelo, se camuflarán y transmitirán datos constantemente. En cuestión de horas tendrán una red de vigilancia imposible de detectar."
Activó el radio de la base, ajustando la frecuencia al canal del comandante. "Comandante, este es Phantom. Recomiendo alerta nivel dos inmediata. Unidades de reconocimiento enemigas estableciendo puestos de observación en sector tres. Patrón coincide con preparativos de asalto coordinado."
La voz del comandante de la base sonó cansada, teñida de ese escepticismo que Klaus había aprendido a reconocer en los oficiales que no habían enfrentado aún la verdadera naturaleza del enemigo. "Recibido, Phantom. Manténganse en posición y continúen vigilancia. No disparen a menos que sean atacados directamente."
Klaus contuvo un juramento. "Comandante, con todo respeto, si esperamos a que nos ataquen directamente, perderemos la iniciativa táctica. Estas unidades están—"