Las horas posteriores al regreso fueron un torbellino de órdenes gritadas en el búnker subterráneo, mapas extendidos sobre mesas manchadas de café frío y humo de cigarrillos. Los generales debatían a voces, golpeando la mesa con los puños, mientras Klaus observaba en silencio, el estómago revuelto por una certeza que le quemaba por dentro: aquello era un sacrificio disfrazado de ofensiva.
Al final, la decisión cayó como un martillo: ataque al amanecer.
A las 5:30, el altavoz crujió en la base nevada, una voz metálica cortando el frío:
—Prepárense.Atacaremos en media hora.
Klaus no había dormido. Estaba fuera, bajo la luz gris del amanecer polaco, mirando a los soldados reunirse en la nieve. Jóvenes de caras pálidas, riendo nerviosos, compartiendo cigarrillos que temblaban en sus dedos, haciendo chistes que sonaban huecos. Sabía que la mayoría no volvería a reír nunca más.
Su tripulación se acercó, botas crujiendo en la nieve endurecida.
Brandt,con voz baja y ojos inquietos, preguntó:
—Teniente…¿qué vehículo usaremos? El “Phantom” quedó hecho una ruina. Tardarán días en repararlo.
Klaus señaló una unidad blindada ligera,de seis ruedas anchas hundidas en la nieve, con una torreta pequeña y vulnerable bajo la escarcha.
—Esa será la nuestra.
Schmidt y Müller se miraron,las caras pálidas. Brandt soltó una risa amarga que se perdió en el viento helado.
—Con eso ya nos podemos dar por muertos.
Klaus lo miró fijo,con voz calmada pero con un filo que cortaba el aire frío.
—Nuestra misión no es atacar de frente.Es infiltrarnos. Recolectar información.
Schmidt tragó saliva,el aliento blanco en el aire.
—Entonces…¿esto es un señuelo?
Klaus asintió,con ira contenida en los ojos.
—No pude convencerlos de esperar.Quieren datos ya. A cualquier precio. Maldita sea.
Los minutos siguientes fueron mecánicos, como un ritual previo a la ejecución: cargar munición pesada en la unidad ligera, probar radios que crujían con estática, limpiar armas con manos que temblaban levemente. Nadie hablaba de más. El viento aullaba alrededor, llevando olor a nieve y pólvora lejana.
A las 6 en punto, el ejército salió como una marea gris. Tanques rugiendo, orugas mordiendo la nieve, camiones llenos de soldados jóvenes que miraban el horizonte con ojos demasiado brillantes. Cazas cubriendo el cielo, motores retumbando como truenos lejanos.
Llegaron a la estructura bajo un cielo plomizo que amenazaba tormenta. La torre hexagonal se alzaba como un dedo acusador, treinta metros de metal frío brillando bajo la luz débil, tuberías y muros perimetrales extendiéndose como venas de una bestia dormida.
La bienvenida fue fuego puro.
Enjambres de drones surgieron de la torre como avispas enfurecidas. Cazas automatizados barrieron el cielo, misiles silbando. Varios aviones humanos cayeron en llamas, explotando contra la nieve en bolas de fuego naranja que iluminaron el campo por segundos.
Al pie de la estructura, el ejército enemigo esperaba: humanoides grises moviéndose con precisión inhumana, perros mecánicos con ojos rojos brillando, tanques sin tripulación, bípedos gigantes alzándose como titanes de metal.
Las tropas humanas se desplegaron en caos organizado. Blindados al frente, cañones rugiendo, infantería cubriéndose detrás de cráteres frescos. Camiones frenando, soldados bajando en masa; algunos destruidos antes de tocar suelo, cuerpos volando en explosiones de nieve teñida de rojo.
Sangre y aceite tiñendo la nieve blanca en manchas negras y carmesí. Olor a carne quemada, metal fundido y pólvora expandiéndose como una niebla tóxica.
La unidad ligera de Klaus avanzaba directa hacia las puertas, flanqueada por infantería que caía como moscas.
Klaus,con el visor en los ojos, voz firme por el intercom:
—Brandt,cuatro ligeros delante. Fuego.
El cañón de la torreta rugió,retroceso sacudiendo la unidad. Cuatro impactos. Cuatro humanoides cayendo, chispas azules brotando de torsos perforados.
Schmidt recargaba como un poseído,sudor en la frente a pesar del frío.
Un impacto sacudió la unidad. Torreta inutilizada, humo saliendo.
Klaus gritó:
—¡Sigan!Müller, a toda máquina.
La unidad aceleró,ruedas patinando en la nieve, chocando humanoides ligeros que explotaban bajo el peso, esquivando pesados que disparaban proyectiles que levantaban columnas de nieve y tierra.
Tres impactos directos.
Ruedas reventadas,motor tosiendo humo negro, munición explotando en cadena.
La unidad saltó por los aires en una bola de fuego naranja.
Klaus voló, aterrizando en nieve dura que le robó el aliento. Orejas zumbando, boca llena de sangre y tierra helada.
Se levantó tambaleante,pistola en mano.
Su equipo disparaba contra cinco humanoides que avanzaban inexorables.
Klaus corrió hacia una cobertura detrás de un cráter,disparó. Tres cayeron, torsos perforados, aceite negro goteando como sangre.
Tres soldados más llegaron corriendo desde el humo, uniéndose al fuego.
Derribaron a los restantes.
Uno jadeó:
—Teniente,mandados para ayudar. Dos cubren la puerta. Nosotros con usted.
Klaus asintió,aliento blanco.
Abrieron la puerta pesada. Ascensor industrial, luces rojas parpadeando.
Se subieron seis,apretados, olor a sudor y pólvora.
Klaus miró a los nuevos.
—Nombres.
—Jackson,americano.
—Marlon,británico.
—Antonio,español.
El ascensor subió con un zumbido bajo. Silencio pesado, respiraciones agitadas.
Las puertas se abrieron.Pasillo largo, estrecho, luces rojas intermitentes iluminando paredes metálicas frías.
Avanzaron,botas resonando.
Una puerta semiabierta.
Entraron.
El horror los golpeó como un muro.
Docenas de cápsulas alineadas en filas perfectas,iluminadas por una luz azul fría. Dentro, personas. Semidesnudas. Tubos gruesos incrustados en costillas, nuca, espalda. Líquido viscoso burbujeando alrededor. Caras presionadas contra el vidrio, ojos abiertos pero vacíos, como si miraran sin ver.