Nuestro Último Atardecer

Capitulo Segundo: La Espera.

Sentada en su reconfortable asiento, miraba por la ventana, intentando que el hermoso paisaje la distrajese de sus pensamientos, ya que ni tan siquiera con su fiel amigo de papel lo había conseguido.

Eran muchas las preguntas y muchas las emociones. Desde que recibió esa llamada en la cafetería se sentía como si flotara sobre una nube de algodón, aun no podía creerse que aquello fuese real; estar en un tren camino a la capital, para cumplir con su sueño de convertirse en escritora, era lo que siempre había deseado, por lo que tanto había luchado y lo más importarte; era la promesa que le hizo a él antes de marcharse. Aunque debía mantener los pies sobre la tierra y no ilusionarse demasiado, pues no sabia lo el viaje le depararía.

El trayecto apenas duró una hora, pero para ella, fueron sesenta eternos minutos.

Al llegar a la estación se quedó impresionada, comprandola con la pequeña estación de la que había partido, aquel lugar era enorme, incluso había un jardín en el centro y a su alrededor estaba lleno de tiendas y locales de comida rápida. Aquello era como un laberinto, cuando pensaba que había conseguido encontrar la salida, aún tenia que bajar más de esas dichosas escaleras mecánicas.  

Cuando por fin salió a la calle, exhausta, no quiso arriesgarse a dar mas vueltas, así que decidió coger uno de los muchos taxis que allí aguardaban. Por fortuna, el taxista conocía muy bien la dirección.  La editorial se encontraba situada en una de las principales calles de la capital, una zona muy conocida por tratarse del centro financiero de la ciudad donde se concentraban las grandes empresas.

El coche la dejó en la puerta. Subió unos cuantos escalones, y se detuvo frente a un enorme portó de cristal. Durante ese instante, justo antes entrar, tuvo la tentación de darse la vuelta y se alejarse lo mas rápido de allí, pero enseguida desecho ese pensamiento, de dio unas palmaditas en la cara, respiró hondo y entró.

Una vez en el interior se dirigió hacia el puesto de recepción, allí había una mujer de, cabello rizado y belleza exótica, vestida con lo que parecía ser el uniforme de la empresa, que remarcaba aún más, las curvas de su esbelto cuerpo. La tarjeta que colgaba de su cuello ponía que se llamaba: Lidia Martínez.

-Buenos días, bienvenida a NBlank ¿En que puedo ayudarla?

-Buenos días, tengo una reunión concertada a las once.

-¿Me dice su nombre? Por favor.

-Sara Márquez.

-De acuerdo, vamos a ver… - la recepcionista se puso a teclear en el ordenador, pero tras varios intensos, parecía tener algún problema – Maldito trasto, se ha vuelto a bloquear ¿Podrías decirme con quien tienes la reunión?

-Con el editor jefe, aunque no me dijo su nombre que yo recuerde.

-¿Con.. el editor jefe? - repitió con incredulidad arqueando una de sus cejas – ¿Me estas tomando el pelo?

-Eso fue lo que me dijo la mujer que me llamó ayer. Cristina, me parece que se llamaba

-Cristina… -la recepcionista aun parecía dudar de ella – Dame un momento que lo compruebe- Cogió el teléfono y tras una breve conversación colgó, mirando a Sara de arriba abajo -Disculpame, parece que dices la verdad. Tienes que entender por aquí pasan muchas de esas fans locas que intentan verlo y ademas no pareces el tipo de chica con las que él suele reunirse, tú ya me entiendes -añadió con tono algo despectivo -Bueno coge el ascensor del fondo. Piso catorce.

- Va-vale, gracias.

 

Sara se marchó con el entrecejo fruncido, porque lo cierto es que no había entendido ni una sola palabra de la ultima conversación. Ni siquiera sabia como sentirse al respecto, aunque algo le decía que no había salido muy bien parada de ella.

Siguiendo las instrucciones de la recepcionista se subió en el ascensor hasta el piso catorce, que era el ultimo de todos. Por lo que tardo un poco en llegar hasta arriba y cuando por sin se abrieron las puertas, se encontró con una mujer frente ella que parecía estar esperandola.

-La señorita Márquez, supongo.

-Así es.

- Bienvenia a NBlank.Yo soy Cristina, habló conmigo ayer por teléfono - Se presentó, educadamente,  extentiendole la mano.

-Encantada de conocerla, es un placer para mi estar aqui.- respondió, devolviendole el saludo con timidez.

-El placer es nuestro -dijo la mujer con una amable sonrisa -Acompáñeme, hay que ultimar algunos detalles antes de su reunión.

-Por supuesto, estoy a su disposición.

Siguió a Cristina por una largo pasillo, con un montón de gente caminando a paso ligero de un lugar a otro.

La secretaria, tenía apariencia pulcra y delicada: vestía una falda negra de tubo, conjuntada con un precioso suéter de cachemira de cuello alto, color rosa pálido. Su pelo estaba teñido de un rubio cobrizo, y lo llevaba recogido con un sencillo moño, dejando al descubierto su rostro, el en que se vislumbraban ya, esas marcas propias del la edad.

La condujo hasta lo que parecía ser su lugar de trabajo, o al menos eso ponía en la placa que había encima del escritorio: Cristina Pérez, Secretaria de dirección. Sara también se fijó que en la mesa habían varias fotografías, todas ellas de amigos o compañeros de trabajo, pero ninguna con un hombre o unos niños.

-Por favor, toma asiento. Trataré de que esto vaya lo mas rápido posible. Por la poca información que he podido averiguar sobre ti, me he fijado en que todavía eres menor de edad.

-Así es. Tengo diecisiete años -confirmó la joven escritora – Sin embargo, estoy emancipada, así que puedo responder por mi misma de mis propios asuntos legales.

-Vaya, sin duda eso nos facilitara mucho las cosas. Aunque… - Sara notó que la forma de mirarla había cambiado, como si sintiera pena por ella – Debe de haber pasado por momentos muy difíciles, para llegar a ese extremo.

-Oh! No, no es lo que piensa – Negó reiteradas veces al darse cuenta de que la secretaria se había formado una idea equivocada -Mi padre y yo nos llevamos muy bien, pero a causa de su trabajo, pasa mucho tiempo fuera de casa, por lo que decidimos que era lo mejor para los dos.




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