Era época de exámenes en Santa Catalina y eso significaba; alumnos nerviosos, andando por los pasillos con libros en las manos, aprovechando cada minuto que tenían libre para estudiar.
Normalmente, era una de las épocas favoritas de Sara, sin embargo, este año, entre la edición de su manuscrito y el colegio apenas le quedaba tiempo para dormir.
-Bien señores, esto es todo por hoy, recordar que para el examen de la próxima semana entrará hasta el tema siete inclusive. Y los que no me hayan entregado el trabajo sobre la segunda guerra mundial, antes de esa fecha, que no se molesten en presentarse, porque serán suspendidos automáticamente -Les advirtió la monja.
El timbre sonó y los exhaustos estudiantes, comenzaron a abandonar en masa, la clase.
Alicia y Mike se acercaron al pupitre de Sara, siempre se quedaba la última recogiendo todos sus libros y apuntes.
-¡¡Madre mía Sara, estoy en un grave apuró!! -exclamó Alicia alarmada.
- ¿Por qué? ¿Qué te ha pasado?
-Me he olvidado completamente del trabajo. No tengo ni una sola línea escrita.
- ¿Lo dices enserio? Al tienes tres días como mucho para hacerlo. No te va a dar tiempo.
-Lo sé, esto es un desastre ¿Que voy a hacer? No puedo suspender.
Sara, estaba agotada y había planeado volver a casa para descansar, sin embargo, al ver a su amiga tan desesperada, supo que no podía dejarla sola.
-Tranquila, vamos ahora a la biblioteca, yo te ayudaré.
Alicia respiró aliviada.
-Mike, Te vienes con nosotras. Podríamos hacer el trabajo entre los tres -le propuso.
- ¿Y sacarte las castañas del fuego? eso no sería propio de mi -rio -Además tengo que entrenar. Acordaos que tengo un partido muy importante el sábado, al que no podéis faltar.
-Por supuesto Mike, allí estaremos para animarte. Lo prometo – dijo Sara.
La biblioteca, era uno de los muchos edificios adyacentes a la escuela y el lugar preferido por la joven escritora, quien había pasado muchas horas de su vida entre aquellas paredes, repletas de libros.
-Muchas gracias, Sara, sé que ahora estás muy liada.
-Sí... empiezo a pensar si no he asumido demasiadas cosas. Hace unas pocas semanas que Kai empezó con la edición y en ese tiempo ya he tenido que viajar varias veces a la capital, por no hablar de la cantidad de veces que me llama a lo largo del día, es agotador.
-Se está tomando el trabajo muy enserió, y sigue manteniendo su promesa, no ha vuelto a salir en ninguna publicación, ni se le ha visto en fiestas ni con mujeres. Eso es bueno ¿No?
-Supongo, cuando hicimos ese pacto, no pensé que lo mantendría durante tanto tiempo. Me ha sorprendido, es como si ya no fuese la misma persona, que vi por primera vez.
- ¿Y cuál es el problema? Odiabas a ese tío.
-El problema, es que a veces cuando estoy con él, siento que, yo..., también estoy cambiando -confesó con preocupación.
Al la observó, sin entender lo que su amiga quería decir con eso. Cuando entonces, le vino una loca idea a la cabeza.
-Oye ¿no será que tú…?
Olvidó lo que estaba a punto de decir cuando, una música emergió de la mochila de su amiga.
-Oh no -se lamentó la joven escritora, al sacar su móvil y ver el nombre en la pantalla – Él otra vez.
-Hablando del rey de Roma… ¿Qué querrá?
Un montón, de “Shhh” se escucharon al unisonó alrededor de ellas y al ver que una de las hermanas se dirija hacia ellas con una mueca nada amistosa, Alicia cogió del brazo a Sara y salieron corriendo del lugar, mientras el teléfono continuaba temblando en su mano.
-Por los pelos, casi nos pilla – observó Alicia, recuperando el aliento.
-Sí, es la primera vez que tengo que salir de esa manera de la biblioteca y todo por culpa de este maldito móvil - refunfuñó Sara.
-Sí…, por cierto, deberías contestar, aún sigue llamando - le aconsejó su amiga.
-Claro, tienes razón -dijo descolgando con desgana – Di…
- ¿Se puede saber por qué demonios has tardado tanto en contestar? -Grito una exaltada voz – Para futuras referencias, cuando te llame, debes contestar inmediatamente ¿entendido?
Sara exhaló.
-Señor Roswell, que sorpresa, me alegro de hablar con usted -saludó con sarcasmo -Dígame, que es lo que pasa.
-Bueno…te llamaba porque quería hablar contigo acerca de un tema, un poco delicado.
- ¿Qué ocurre? -preguntó con voz temblorosa.
-Odio tener que admitirlo, pero tenías razón, esto no es lo mío, así que me vuelvo a Nueva York.
- ¿Cómo dice? – Espetó estupefacta.
-Tranquila, la publicación sigue adelante, la he dejado en las mejores manos posibles. Sin mi participación, como tú querías.
- ¿Como yo quería? Usted me hizo una promesa -le recordó.
-Lo sé, pero como ya te dije una vez, son fáciles de romper.
-Eso lo dirá por usted. Me ha vuelto a decepcionar señor Roswell.
-Lo sé, y lo siento… -Fueron sus últimas palabras antes de colgar.
Sara se quedó callada con el móvil puesto en la oreja, escuchando el intermitente pitido, tratando de encontrar una explicación a lo que acababa de suceder.
- ¿Qué ha pasado? Parecía que estabais discutiendo -dijo Alicia, preocupada al ver la cara de cabreo de su amiga.
-Nada que no hubiese visto venir. Ha abandonado, se vuelve a NY.
-¡¡QUE!!! ¿Por qué? ¿Qué ha pasado?
-Eso me gustaría saber a mí. ¡¡Después de perseguirme hasta aquí, insistir e insistir -sus mejillas se hincharon de rabia -¡¡Grrr!! Te juro que si lo tuviese delante le obligaría a cumplir con su palabra o le cortaría ese dedito pequeño, para que no pudiese hacer más promesas banales.
-Pues hazlo, ves hasta la capital y hazlo – la alentó.
- ¿Quieres que le corte el dedo? Lo decía de broma.
-No…, me refiero a que le obligues a cumplir con su palabra, o al menos que te de la explicación que te mereces.
Sara frunció el ceño, pensativa. Increíblemente, no le parecía una idea tan descabellada.
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Editado: 14.10.2024