Nuestro Último Atardecer

Capitulo sexto: Una extraña convivencia

Hacía ya tres días que Kai Roswell, ese famoso, guapo, rico y desesperadamente irritante editor se había instalado en su casa, para poder trabajar juntos en la publicación de su libro. Sin embargo durante todo ese tiempo, Sara no había hecho otra cosa que tratar de evitarle....

-Chicos ¿A qué vienen esas somnolientas caras? ¿Por qué estáis viniendo tan pronto estos días a la cafetería? ¿No se habían terminado ya los exámenes?-preguntó el barman mientras dejaba los cafés sobre la mesa.

-Eso pregúntaselo a Sara. No quiere encontrarse con su nuevo inquilino y nos está arrastrando con ella – se quejó Al.

-Lo siento mucho, es que aun no me he acostumbrado a tenerlo en casa -se disculpó Sara.

-Y a este paso nunca lo harás – le replicó Alicia.

-Lo que no entiendo es, ¿cómo has podido consentir que ese individuo se instalará en tu casa? ¿Has pensado en cómo se sentiría Allen si se enterara de que hay un tío viviendo contigo? ¿Lo has pensado? -Insistió- ¿O es que acaso ya no te importa? ¿Te estás olvidando de él?

-Mike.... -Alicia nunca lo había visto, encararse a Sara de aquella manera. Debía estar verdaderamente furioso con ella.

Sara se levantó de golpe, derramando sobre la mesa parte de su café.

-¿Cómo te atreves a decirme algo así? -inquirió muy ofendida - No he dejado de pensar en él ni un segundo desde que se marchó. Pero..., se trata de mi sueño y fue Allen el que me dijo que hiciese todo lo posible por conseguirlo y eso incluye tener a Kai Roswell en mi casa.

Michael también se levantó un poco más calmado. Se puso la chaqueta y recogió su inseparable balón de básquet.

-Pues, si esa es tu decisión, deberías de enfrentarte a ella, en vez de ir evitándole- dijo mientras se dirigía hacia la puerta -En fin, aprovecharé el madrugón para echar unas canastas. Nos veremos luego en clase -se despidió visiblemente afectado.

Sara lo vio alejarse con el corazón lleno de tristeza. Se podían contar con los dedos de una mano las veces que Mike y ella se habían peleado y si había una opinión que ella respetaba por encima de todas las demás era la suya.

-Odio admitirlo, pero Mike tiene razón; Por las mañanas te vas pronto de casa para no verlo y por la tarde te encierras en tu habitación. No puedes seguir así.

-Lo sé, lo sé. Es que llevaba tanto tiempo viviendo sola que no logro acostumbrarme a que haya otra persona. Me siento como una extraña en mi propia casa -explicó.

-Ya veo. Supongo que tener a Kai Roswell debe ser bastante intimidante.

Sara sonrió avergonzada.

-Mike tiene razón, una parte de mi piensa que estoy traicionando a Allen. 

Aquella misma tarde, Sara trataba de mantener aquella determinación, mientras abría la puerta de su casa. Al entrar vio a Kai, trabajando con su portátil, en la mesa del salón.

-Bienvenida -saludó él sin apartar su vista del teclado.

-Ho -hola -Tartamudeó ella nerviosa.

-He pensado en hacerme un té ¿Te apetece uno, o te vas a meter de nuevo en tu cuarto a estudiar?

Sara dio unos cuantos pasos en dirección a su habitación,  estaba a punto de perder su valor, pero recordó las palabras de Mike y reunió el valor para quedarse.

-Creo.... Creo, que a mí también me apetece un poco de té – le respondió.

Kai alzó la vista de la pantalla y la miró con sorpresa, a la vez que se le dibujaba una gran sonrisa en el rostro.

-Perfecto, me pondré a prepararlo entonces -dijo dirigiéndose con ímpetu hacia la cocina.

La cocina y el salón, estaban separados únicamente por una pequeña barra americana, que también hacia las veces de mesa.

Sara se quedó apoyada sobre esa barra, observando como el editor preparaba la bebida, como si llevase toda su vida en esa casa.

-Señor Roswell ¿No le ha resultado extraño, venirse a vivir a una ciudad y una casa distintas?

-¿Extraño? Supongo que se a lo que te refieres. He vivido en muchos sitios diferentes durante toda mi vida y aunque he tenido esa sensación algunas veces, lo cierto es que me encuentro muy cómodo estando en este lugar.

-Vaya, bueno me alegro escuchar eso.

-Se que tú no te sientes igual que yo, por eso has estado evitándome estos días. Solo espero que con el tiempo nos sintamos los dos igual de cómodos el uno con el otro.

-No sé si eso llegará a ocurrir

-Ocurrirá si quieres que ocurra, solo tienes que liberarte de esa sentimiento de culpabilidad y dejarte llevar – Kai vertió el agua hirviendo en las tazas y puso las pequeñas bolsitas de té.

-¿Por qué debería sentirme culpable? No estoy haciendo nada malo

-Eso es algo, que solo tú te puedes responder

Se produjo un breve silencio. La escritora se quedó observando, meditabunda la humeante taza, tratando de hallar esa respuesta, cuando repentinamente, sonó el timbre de la puerta a la vez que se escuchaban las inconfundibles voces de Michael y Alicia.

-Chicos ¿Que estáis haciendo aquí? -Preguntó Sara con desconcierto y cierto alivio.

-Nos tenias preocupados y hemos decidido pasarnos para ver qué tal te iba -Informó Al, mirando hacia el interior con disimulo.

-Gracias, pero no hacía falta, estaba a punto de...

-¡Vaya, pero si tenemos visita! -dijo Kai apareciendo de pronto, con un desmedido entusiasmo - Bienvenidos, pasad por favor, estábamos tomándonos un té ¿Os apetece?

-¡Claro! -Exclamó Alicia, aprovechando la invitación para entrar.

-¿Y tu Mikey?

- Solo he venido para hablar con Sara. Así que si no te importa, me gustaría que nos dejases solos -Pidió con un tono muy seco.

-Vale, entendido. Alicia y yo estaremos en la cocina...

-Mike ¿Qué ocurre? -preguntó Sara, una vez se alejaron.

-Quería pedirte disculpas, por lo de esta mañana, no tenía ningún derecho a decir lo que dije.

-Mike, no tienes porque...

-No, por favor, déjame terminar. Lo cierto es que por un momento pensé que estabas empezando a sentir algo por ese tipo y yo... no sé me puse furioso, al pensar que podrías traicionar a Allen. Sin embargo, después he recapacitado, al fin y al cabo sois tú y Allen. Nunca podrías hacerle eso y si ese Roswell está aquí en tu casa, solo es porque es lo mejor para tu libro y es exactamente lo que Allen querría. Así que... -Hizo una pausa, acercándose a ella para envolverla entre sus brazos – Perdóname, por favor.




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