Aquel día, Kai y Sara proclamaron al mundo que estaban juntos, y las consecuencias no tardaron en hacerse notar. Hordas de periodistas los seguían, acechándolos en cada esquina. Cualquier cosa valía con tal de conseguir una foto o una declaración.
Por eso, tan pronto como le dieron el alta en el hospital, Kai insistió en mudarse a casa de Sara, al menos hasta que la tormenta mediática se calmara. Pocos meses habían pasado desde la última vez que compartieron techo, y aunque ya no eran las mismas personas de antes, la tensión entre ellos seguía siendo palpable. Esta vez, sus sentimientos estaban expuestos y era imposible huir, en todos los sentidos.
Sara anhelaba hablar de lo que sentía y esperaba que Kai diera el primer paso. Pero él mantenía las distancias, como si temiera lo que podría descubrir en sus ojos.
"Después de aquel beso, pensé que le había dejado claro lo que sentía por él, pero sigue actuando como si nada. No puedo culparlo; si pudiera, también huiría de mí misma. ¿Es eso lo que está haciendo? No sé cómo actuar a su lado…” Sus pensamientos fluían descontrolados mientras daba vueltas por la casa, como un tigre enjaulado.
—Sara, ¿estás bien? Me estás poniendo nervioso con tanto pasear —dijo Kai, frunciendo el ceño.
—Sí, solo estoy un poco agobiada. Llevamos varios días sin salir de casa —mintió. No podía revelar que la causa de su inquietud era él.
—Tienes razón. ¿A dónde te gustaría ir? —preguntó, con un tono de preocupación.
—A la playa —respondió, el primer lugar que se le ocurrió.
—Claro, ¿cómo no? —suspiró—. Entonces, a la playa será.
—No podemos —exclamó, incrédula ante su aceptación—. La entrada está llena de fotógrafos, nos perseguirán donde vayamos.
—Eso déjamelo a mí. Dame media hora y verás lo que sucede.
Treinta minutos después, los reporteros comenzaron a dispersarse, dejando la zona despejada.
—¿Cómo lo has hecho? —preguntó, sorprendida.
—Les he hecho llegar el rumor de que estábamos en otro sitio.
—Vaya, Kai Roswell, eso es muy astuto. Se nota que tienes experiencia en este tipo de situaciones.
—Sí, pero hay que darse prisa. La magia no durará mucho tiempo.
Con una mezcla de alivio y emoción, Sara sintió que, por fin, tenían una oportunidad de escapar juntos. Aunque el pasado seguía presente, había una chispa de esperanza en el aire. Quizás, al salir de casa, también podrían enfrentar lo que sentían el uno por el otro.
Llegaron al pequeño rincón escondido de arena y mar, un lugar que la escritora no había visitado en mucho tiempo. Antes, cuando Allen estaba a su lado, venía con frecuencia, porque aquí se sentía más cerca de él. Ahora, aquella sensación se había transformado en un hermoso recuerdo, dejando espacio a nuevas emociones, las que la envolvían al estar junto a Kai.
—¡Esto era justo lo que necesitaba! —exclamó, inhalando profundamente. Su sonrisa resplandecía, y había un brillo en sus ojos que la hacía aún más hermosa.
Kai extendió la toalla, incapaz de apartar la mirada de ella. Se sentaron uno junto al otro, mientras el mar estaba en calma. Los graznidos de las gaviotas resonaban sobre ellos, y de vez en cuando, una se lanzaba al agua en picado, emergiendo con un pequeño pez en el pico.
—Creo que nunca te había visto tan feliz —observó él, sonriendo.
La calidez de Kai a su lado, su risa, el modo en que la miraba, la hacían sentir viva de una manera que no había experimentado desde hacía mucho.
—Debe ser por estar en esta playa; me da una gran sensación de paz —afirmó ella, disimulando sus verdaderos pensamientos.
Kai, por su parte, sintió una punzada de inseguridad mientras la observaba. Sabía que la sombra de Allen podía interponerse entre ellos, y no podía evitar preguntarse si era suficiente para llenar ese vacío. Su pecho se apretó, sintiéndose vulnerable.
—La última vez que estuve aquí contigo, recuerdo que casi te congelas tratando de mitigar tu sufrimiento.
Sara soltó una carcajada.
—Es cierto, y también recuerdo que te obligué a meterte en el agua a pesar de tus quejas —respondió entre risas.
—Debo decir que este lugar no ha cambiado mucho al respecto —protestó él.
—Esta playa no, pero nosotros sí hemos cambiado —reflexionó ella.
Kai respiró hondo, contemplando el horizonte.
—Tienes razón; recuerdo cuánto me odiabas aquel día.
Sara rio.
—¿Bromeas? Te maldecí un millón de veces. Eras vanidoso, controlador, déspota... una auténtica molestia.
—Sigo siendo todas esas cosas —reconoció él, con un guiño.
—Es cierto. Sin embargo, con el tiempo descubrí otras cualidades en ti que tal vez ni siquiera sabías que tenías.
—No las tenía. Todas esas cosas buenas surgieron a raíz de conocerte.
Ella sonrió, un ligero rubor asomando a sus mejillas.
—Creo que exageras.
—Todo lo contrario. Lo que soy ahora te lo debo a ti, con todas sus consecuencias.
-Yo... también tengo mucho que agradecerte, es la primera vez que puedo estar en esta playa sin que mis ojos se empañen por las lágrimas y eso de lo debo a ti. Mejor dicho, es por ti.
-Sara... hay algo que no ha cambiado y es el miedo que me da lo que siento por ti. Mi amor es como esas olas que tratan de llegar a la orilla una y otra vez, pero nunca llegan a alcanzarla
La escritora inquieta enterró sus manos en la arena y comenzó a juguetear con ella, mientras se armaba de valor una vez más para decirle lo que sentía
-Kai lo que intento decir es... -En ese instante sus dedos se encontraron bajo la tierra con los de él y al rozarse ambos se miraron. Entonces ella agarró su mano con fuerza -Kai lo que intento decir es… -Le acarició la mejilla y lentamente se inclinó sobre sus labios.
Kai la apartó y dejó escapar su aliento.
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Editado: 14.10.2024