Nuestro verano

Capítulo 2

Claudia.

—Te toca pagar el siguiente juego por no contestar —sisea él chasqueando sus dedos en frente de mis ojos.

—¡No se vale! Eso es trampa. Lo hiciste sabiendo que no te estaba escuchando, ni prestando atención —me quejo por estar recordando los momentos que añoro y extraño junto a mi amor.

—Gatita. Deja la rabieta y paga. —Meto en la máquina las fichas que necesito para el “Gálaga”. Ya que nos cambiamos de juego.

Amo matar a los aviones extraterrestres y voy a intentar no distraerme esta vez.

Estamos jugando y nuevamente, como voy ganando, no le presto mucha atención a lo que le contesto cuando comienza con su interrogatorio.

—Por lo que entendí, mañana te casas.

—¡Ajam! En realidad, en unas poquitas horas. ¿Eres hombre o mujer? —Muevo ágilmente mis dedos hundiendo los botones. No pienso dejar que me gane—. De igual modo, no me interesa, voy a derrotarte.

—Soy hombre —ríe—. ¿Por qué, en vez de estar en una despedida de soltera con amigas o con hombres sexis bailándote muy acaloradamente, estás jugando a los videojuegos con un desconocido?

—¡Siiii!, te voy ganando, señor de las cajas y vos rara. —Doy leves golpecitos en una de ellas—: Lo positivo de tu vestimenta es que no tienes frío. El cartón aísla las bajas temperaturas, y no nos olvidemos de los guantes y leggins blancos que usas. Los pelitos de tus piernas ruegan que los liberes por lo apretado que están. —siseo repasando su vestimenta, esquivando su inquietud.

—¿Por qué no estás con tu esposo o futuro esposo? —Me matan en el juego al oírle y algunas palabritas feas pasan por mi cabeza para gritarle a todo pulmón, pero me contengo.

—Desde que él tuvo que viajar con sus padres a otro país y nos separamos, no somos los mismos. Él ya no me llama tan seguido como en los primeros días, tampoco viaja constantemente como lo hacía y es eso lo extraño. Me hace mucha falta, pero creo que ya no me ama y sigue con todo esto, solo por compromiso. —Siento unos dedos cerca de mi rostro y me aparto rápidamente.

—Perdón. Una lágrima se te estaba colando por los bigotes. —Sonrío por su acto.

—Espero que hables de los de la máscara, porque, ¡mi amorzote!, me he preparado para mi machote con dedicación para nuestra noche de bodas. —Mientras hablo, levanto mi mano chasqueando mis dedos y muevo mi cabeza agitando mis cabellos al viento como la diva que soy a pesar del antifaz.

—¿Puedo hacerte una última pregunta? —inquiere y ya me está hartando.

—Pareces detective. Ya estoy agotada de escuchar y contestarte todo. Una última vez aguanto. —Me siento en el piso, atenta a lo que hace, ya que me ha sacado las ganas de jugar, mientras él se para frente a mí.

Somos los únicos en el sitio, mas el cuidador, a las seis de la madrugada. ¿Qué persona cuerda haría lo que estamos haciendo nosotros? Peor aún, ¿qué persona en su sano juicio tendría este sitio abierto?

Y les tengo la respuesta. “Mi tío”.

Él perdió una apuesta con mi futuro marido y mi chocolatito le pidió esto como recompensa. Por lo menos, hasta que nos casemos, mi pariente tiene que mantenerlo de esta forma para mí. Abierto, las veinticuatro horas del día. No puede cobrarme ni el osito de goma que me gane. Nada. Yo, mientras tanto, disfruto de los últimos minutos. Este templo es al que venía cuando extrañaba demasiado a mi chocolatito.

—¿Me vas a responder? —me saca de mis pensamientos al percibirlo. ¡De verdad, esa voz es muy chistosa!

—No te escuché… otra vez. Repite lo que me has preguntado antes de que me arrepienta —advierto.

—¿Lo amas? —Miro hacia un lado cuando escucho sus palabras.

—¿A quién te refieres? —Me hago la desentendida.

—No te hagas. Sabes que hablo de tu chocolate. —Bajo la cabeza y respiro hondo.

—Más que a mi vida. Con cada pelito de mi cuerpo y latido de mi corazón —contesto con seguridad.

—¿Le has dicho cómo te sientes? —Niego con mi cabeza—. ¿Por qué?

—Me aterra su respuesta. ¡Sabes! —largo un sonoro suspiro para continuar—. Puedo escribir muy buenas historias y de los temas que me pidan. Mi cabecita hace un clic y miles de ideas se proyectan en mi mente ante ese pedido, desde “veinte a los cincuenta y ocho” o “the one”. ¡Y sí! Soy escritora antes de que me lo preguntes. Pero con él… a él no puedo hacerle esa interrogante tan directa. Antes nos contábamos todo, ahora creo que le molesto cada vez que le hablo —mi nostalgia y tristeza flotan en el aire.

—Si tanto lo amas, ¿no crees que tiene derecho a saber cómo te sientes? —Sigue de chusma el tipo este.

—Ya no tengo por qué contestarte nada más, y gracias por dejarme descargar mis frustraciones. —Me levanto y estiro mi mano—. Mucho gusto, señor de las cajas y voz chistosa. Me voy antes de que me vengan a buscar.

—¿Me podrías dar un rico beso en la boca como despedida? Total, no nos vamos a volver a ver —¡Este está loco!, ¿qué se cree?

—Ni lo sueñes. A mi negrito no lo traiciono ni estando ebria. —Voy hasta la máquina de golosinas bajo su atenta mirada y saco sigilosamente con las garras de acero lo que busco—. Toma. —Extiendo el chupetín de anillo que como a menudo—. Te deseo lo mejor y ojalá que encuentres en tu vida a esa mujer especial, como al hombre que yo encontré en mi chocolatito precioso.




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