Claudia.
—Sí, mi Angelita negra. Necesitaba escuchar de tu boca lo que sentías sobre nosotros, y agradezco que no hayas querido besar a un desconocido —oigo su voz melosa.
—Eran lindas las cajas, mi negrito precioso. ¡Espera!, ¿te pusiste mis guantes y mis leggins? Es por eso que no los encontré antes de venir —lo acuso al señalarlo y diviso como traga grueso—. ¡Papacito!, quiero que las uses cuando estemos juntos. —Todos ríen mientras ronroneo al recordar ese detalle—. Grrrr.
—¿Se van a casar o no? —cuestiona el juez.
—¿Qué dices, mi chocolata refinada, que quieres ser mía? —me sugiere con algo de temor.
Se levanta del piso y pone la sortija en la punta de mi dedo para deslizarla, mientras yo cavilo que no voy a quedarme con las ganas de hacerle una pequeñita maldad, y niego con la cabeza.
Un jadeo en unísono sale de parte de las mujeres.
—¡Ahhh! ¿Te asustaste? —Sonrío, y mi mamá me da un codazo en el brazo. ¿En qué momento llegó hasta dónde estoy?—. Perdón, perdón, terminemos lo más rápido posible que todavía nos queda ir a la iglesia.
Luego de que firmamos el sagrado libro y nos besamos con demasiadas ganas, por civil, entre chistes, llanto y palabrotas. —Sí, ya soy oficialmente de mi chocolatote ante la ley—: Corremos todo el trayecto hasta la iglesia.
Pueden creer que el cura se ha olvidado de avisarnos que cambiaron de edificio para llevar a cabo todas las festividades del día, debido a que la capilla que reservamos para la celebración, se encontraba llena de goteras.
Averiguamos las siguientes fechas para llevar a cabo la nueva ceremonia ante Dios y son dentro de más de tres meses.
—¡Corramos!
Decimos ambos, tomados de las manos, cuando al volver a llamar al sacerdote, nos confirma que nos espera en un lugar muy cerquita de donde estamos.
¿Qué nos puede pasar en dos cuadras?
Todo es especial y muy puro. Algo raro, sin explicación, pero al estar dentro de esa capilla junto al amor de mi vida, todo lo vivido pasa a segundo plano.
Hablo no solo por las flores que él coloca en mi cabello, esas que al querer sacarlas de una casa por la que pasamos mientras la señora le traía una tijera, casi cae dentro del rosal.
Si pasaba eso, estaríamos en el hospital, puesto que él hubiera quedado todo cortajeado y lastimado.
Aunque también lo digo por el agua que nos chorrea de nuestros cuerpos, es que le pedimos a una monjita con carita dulce que se encontraba afuera esperándonos, que por favor nos enjuague un poco el barro que teníamos adherido a nuestras piernas.
Se ve que a ella le tocaba limpiar luego de nuestro casamiento, puesto que nos agarró con una hidrolavadora y quedé más pelada de lo que ya estaba. Igualmente, solo me interesa él y ahora estoy más tranquila sabiendo que soy su prioridad.
Ya somos uno, tanto para la ley como para Dios.
Salimos cada uno con nuestros anillos reales y también los de caramelo. Uno de mis hermanos pone algo de música lenta al llegar a una plaza que está enfrente y bailamos bajo la lluvia. Abrazados. Enamorados. Felices, a pesar de las adversidades y sin dudas.
Lo cómico que, luego de eso, terminamos casi todos en cama con una terrible gripe, pero riéndonos de esa odisea de verano, esa que me hizo la mujer más feliz del mundo.
No faltaban los estornudos y mocos en la fiesta que estaba preparada en el hotel. Esa, que no me la iba a perder luego de todo lo que nos costó organizarla.
Tuvimos que cambiar nuestras vestimentas mojadas y más de uno estaba vestido con maya colorida, o sudadera, o con vestidos floreados comunes.
La gala de cada invitado se fue al traste. Pero bailamos toda la noche, nos reímos de cada payasada que a mi chocolatito y a sus amigos se les ocurrían, comimos a más no poder y hasta se armó una guerra de comida al meterle la cara en la torta.
A pesar de nuestra salud, igualmente nos fuimos de luna de miel.
Lo disfrutamos a lo grande entre remedios y médicos, considerando que nos levantó una terrible fiebre durante tres días. Eso no nos impidió darnos el amor que uno sentía por el otro.
Los otros cuatro días, disfrutamos del lugar paradisiaco y en cada rincón oscuro nos dimos amor. Conociendo el hermoso sitio que él encontró para sorprenderme.
Volvimos a ser solo nosotros dos.