Gohan y Piccolo estaban ahí, de pie, sin decir nada más. La tensión era palpable entre ellos, pero antes de que se volviera pesada y amenazara con destrozar todo cuanto habían ido construyendo con el paso del tiempo, quisieron retomar su naturalidad habitual para facilitarse las cosas y poder hablar tranquilamente.
Sin embargo...
— Hijo... — Milk, quien no se había molestado en llamar primero a la puerta, entró en la habitación.
Por suerte Piccolo, agudo de oído y con una rapidez envidiable a ojos de cualquiera, pudo meterse en el ropero del fondo en una fracción de segundo, justo cuando la puerta se abría para dar paso a la mujer.
Gohan se había quedado boqueando como un pez intentando recobrar la compostura.
— ¿Por qué estas fuera de la cama a estas horas? — inquirió ella con una sonrisa maternal — supongo que ibas a buscar tu chaqueta — dijo levantando el brazo para mostrarle la prenda, cuidadosamente doblada — la vi antes y me pareció que estaba algo sucia, por eso la lavé — explicó.
— Así es, mamá, la estaba buscando — respondió Gohan suspirando aliviado mientras recogía la chaqueta. Dio gracias internamente por no tener que improvisar, aquello le había venido de perlas.
— Quería pedirte un favor, hijo — abordó su madre sin preámbulos, sentándose en el borde de la cama.
— ¿Qué pasa, mamá? — aquella sentencia acaparó toda la atención del joven, que con ojos curiosos observaba el rostro de su madre en busca de algún indicio.
— Tu padre debe ir a París por un mes — comenzó a argumentar — quisiera llevar sólo a tu hermano, puedo enseñarle nuevas cosas esos días, pero contigo es más complicado — dijo tomando la mano de su hijo entre las suyas — iba a pedirle a la familia de Videl que te acogiera durante ese tiempo, pero tampoco estarán. Eres un niño muy responsable — sonrió orgullosa — ¿Podrías quedarte solo ese tiempo?
— Claro, mamá — suspiró ya más calmado. Su mente, jugándole una mala pasada, le había llevado a imaginar que su madre había descubierto de alguna forma lo que había pasado en el sótano unos días atrás.
— Me prometes que de la escuela vendrás a la casa directo ¿De acuerdo? — comentó, casi imponiéndole aquella norma — y el fin de semana no saldrás para nada.
El jovencito miró de reojo hacia el ropero antes de contestar, algo nervioso de nuevo.
— Sí, te prometo que así lo haré.
— Estás preocupado ¿Verdad? — exclamó la mujer, tan teatral y dramática como acostumbraba al ver el rostro tenso y brillante de sudor de su hijo — si quieres pido permiso en tu escuela y...
— No es necesario, mamá — replicó Gohan, pensando a la velocidad de la luz — no quiero atrasarme en los estudios.
— Yo sabía que mi niño siempre me entendería — con una sonrisa a medio camino entre la ternura y el orgullo, le acarició la mejilla con amor.
Por otro lado, en la oscuridad y el camuflaje del ropero, Piccolo no pudo evitar plasmar una sonrisa ladina en su rostro al haber escuchado la conversación. Así que un mes solo...
— Bien, eso es todo, hijo — dijo la mujer levantándose de la cama — dame, te dejaré la chaqueta aquí — y tras tomar la prenda de las manos de su hijo, abrió el mueble para guardarlo.
Piccolo cerró los ojos por mero impulso, esperando escuchar un grito histérico o algo similar, pero...
— ¡Espera, mamá...! — ante su tono elevado y tembloroso, su madre quedó atónita, esperando una explicación — e-es que... quisiera dejarla a los pies de mi cama, así me abrigará — improvisó rápidamente — mañana me la pondré al levantarme, ha estado frío estos días.
— Bueno, mi amor - dijo endulzando sus ojos y regresando sobre sus pasos — duérmete enseguida, nos iremos a primera hora. Te amo, hijo.
Tras cerrar la puerta y saberse a solas de nuevo, Gohan siguió en la misma posición intentando recobrar el control sobre su sistema nervioso. Se sintió como si le hubieran arrancado algunos años de vida con aquel imprevisto.
— Parece que tendré que venir por las noches a cuidarte... — le susurró Piccolo desde atrás en el oído, con la misma sonrisa ladina aún dibujada en sus labios.
Le dio la vuelta sin perder ni un segundo y volvieron a fundirse en un apasionado beso.
Esa noche Gohan llegó molido a su casa, el tema del dibujo en los casos que había revisado lo habían llevado a permanecer más tiempo del que hubiera esperado en la oficina.
Suspiró cansado mientras se masajeaba los hombros para destensarse un poco, pero cuando quiso darse cuenta sus pies ya lo habían dirigido como en piloto automático hacia su habitación. No pudo evitarlo. Nada más poner los pies en la estancia sus ojos se dirigieron de forma inmediata hacia el ropero donde aquella vez el joven de piel verde se había tenido que ocultar de su madre.
— No debo buscarte... — se dijo con desánimo, y una fuerte sensación de desazón terminó instalándose en su pecho, apretando, doliendo — me lo dejaste muy claro, Piccolo, no querías saber nada de mí nunca más... pero yo... — entonces las lágrimas afloraron en sus ojos, viéndose incapaz de detener su llanto desconsolado, con los puños apretados, se desplomó sobre la cama vencido por todo lo que guardaba en su interior — yo... no he podido dejar de amarte.
Editado: 21.12.2021