— Y-yo... en las noticias — dijo Videl insegura — debo haberlo escuchado allí.
— Hm... — soltó L llevándose el pulgar a los labios — ¿Sabes? Es curioso que lo sepas porque nadie dijo dónde fue la explosión exactamente. Sólo que fue en la casa de Gohan — dijo suspicaz.
— ¡No lo sé! — estalló, empujada por los nervios que la estaban devorando por dentro — me siento mal ¿De acuerdo? No puedo decirte nada más — terminó bajando la vista, ya que no era capaz de seguir aguantándole la mirada.
Y con esa reacción, L, que ya tenía la certeza de que ella sabía más de lo que estaba dispuesta a decir, terminó por confirmarlo.
— Está bien, Videl — dijo tras una breve pausa — tendré que citarte de nuevo, de momento puedes irte — concedió.
La joven no perdió ni un solo segundo a la hora de salir despavorida de allí. Sólo quería perder de vista a L y olvidarse de todo el asunto.
Y el detective, tras escuchar el portazo que ella dio, siguió con el plan que tenía entre manos.
— Sí, claro que nos volveremos a ver — se dijo de forma ausente — pero antes... — entonces tomó una honda bocanada de aire e hizo una llamada.
Pocas horas después, la persona a la que había citado telefónicamente estaba ante él en aquella enorme habitación.
— Gracias por venir, Sra. Milk — saludó amablemente a la mujer, ofreciéndole asiento y un té.
— Me alegra ver que está bien — habló ella cortés, con la vista aún triste y apagada, pero esforzándose en mostrar una afable sonrisa — ¿Cómo está su señora? ¿Ya tienen hijos?
— Todavía no — respondió escueto, queriendo pasar al quid de la cuestión — la he citado porque quisiera preguntarle qué oculta Videl sobre Gohan y Piccolo.
Al escuchar el último nombre, aquel maldito nombre, la cara de la mujer se descompuso en un gesto de absoluta rabia y asco.
— ¡Ese maldito violador no tiene nada que ver con mi niño! — bramó con los puños apretados, sintiendo cómo las lágrimas de rabia amenazaban con escapar de sus ojos.
— Violador... interesante — comentó L perplejo mientras anotaba aquella nueva información — ¿A quién violó?
— Es que... — la mujer bajó el tono, pero seguía visiblemente alterada aún. Sus manos temblaban — dicen que era un maldito, seguramente debe haber hecho eso y más —acusó sin un ápice de vergüenza — se rumorea que mató a muchas personas.
— ¿Sabe si Gohan y Piccolo se conocían? — prefiriendo ignorar de momento esas supuestas habladurías, L volvió a preguntar aquello que deseaba saber por encima de otras cuestiones. Esa pregunta que le abriría las puertas a sus posteriores investigaciones.
— Imposible — respondió tajante con la mirada dura — ese matón nunca fue a los mismos lugares que mi hijo. Si me disculpa, tengo cosas que hacer — dijo en un tartamudeo mientras recogía su bolso y se levantaba — adiós.
Y cerró la puerta tras de sí mientras su taconeo hacía ecos que terminaban muriendo en la mente de L, quien no dejaba de rumiar la poca información que hasta ahora poseía.
Siguió buscando en los registros durante algunas horas más. Efectivamente, nada vinculaba a las dos víctimas salvo que uno era un reconocido criminal y el otro pertenecía a la justicia.
El cazador y la presa. Un concepto interesante.
Tras tomarse una buena taza de café acompañado de un surtido de dulces, empezó a rebuscar entre los archivos que estuvo revisando Gohan, encontrándose con un documento que mostraba una de las escenas del crimen que su amigo había estado investigando. Pero lo que a L le llamó la atención realmente fue el dibujo que vio ahí representado, pues era el mismo que un par de veces le vio hacer a su amigo, cuando aún estudiaban juntos en la academia. Luego, al ir pasando las páginas, volvió a ver el mismo dibujo y entonces recordó que lo había visto también en un cuaderno de notas que siempre llevaba Gohan encima, pues no se fiaba demasiado de la tecnología.
Ante ese descubrimiento L empezó a buscar entre las cajas donde estaban guardadas las pertenencias de Gohan, pero no encontró nada. Así que no tuvo más opción que volver a hacer otra llamada, y ser algo más incisivo en esa nueva ocasión.
A la mañana del día siguiente, Videl volvió a mostrar su fastidio ante L, sentada de brazos cruzados al otro lado de la mesa.
— Ya te dije el otro día todo lo que sé — espetó molesta — no entiendo por qué me hiciste venir de nuevo.
— ¿Qué pasó entre Gohan y Piccolo? — volvió a preguntar él acuclillado en su sillón, sin más concesiones — sabes más de lo que me has dicho.
— Yo no...
— No saldrás de esta habitación hasta que me lo digas — cortó lo que ella iba a decir.
— Tú no puedes hacerme eso.
— Puedo hacerlo — aseveró — estás obstruyendo una investigación y sabes lo que ello implica — dijo con una voz suave que contrastaba con la dureza de sus palabras — sólo quiero la verdad.
— Es que, yo... — sabiendo que el detective tenía razón, empezó a dudar.
— ¿No quieres que se descubra la verdad? — inquirió L, sabiendo qué puntos sensibles tocar para hacerla hablar — tú lo amabas ¿No quieres que se haga justicia, que encontremos la forma de vengar su muerte? — la tentó.
— No quiero que se destruya la reputación de Gohan — respondió ella con la voz medio rota, al borde del llanto.
— ¿Por qué debería pasar eso? — la alentó a continuar, sabiendo que por fin obtendría respuestas.
— Porque él y Piccolo... — y tras soltar un hondo y largo suspiro, empezó a narrar aquello que sabía y que con tanto celo había callado, lo que ella había visto con sus propios ojos, y también lo que más tarde acabó descubriendo.
"Durante el tiempo que la familia de Gohan estuvo de viaje en París, él y Piccolo durmieron juntos todas las noches después de hacer el amor. Luego, cuando el amanecer llegaba a su ventana, cada uno volvía a su vida.
Y aunque el chico de piel verde odiaba separarse del otro sabía que, si su padre no lo veía en casa durante el día, cuando lo encontrase lo volvería a golpear y seguramente le rompería una pierna o un brazo para escarmentarlo, y ello le complicaría reunirse de nuevo con su amado.
Editado: 21.12.2021