Ante aquella amenaza final, a pesar de que había quedado tirado de cualquier modo en el piso sangrando por la boca, Piccolo abrió los ojos y por fin, como tanto había anhelado su padre, un brillo de locura apareció en ellos. Su mirada se tornó desquiciada, con los ojos opacos y sin vida, abandonó a su suerte los resquicios de cordura que a duras penas se habían mantenido en pie hasta ese instante. Entonces se levantó parsimonioso para comenzar a caminar hacia su padre que, al ver a su hijo en semejante estado, estaba orgulloso por haber logrado su propósito, siempre había sabido lo que moraba en el joven y por fin lo había despertado.
Sin embargo, su estúpida sonrisa triunfal se le borró del rostro cuando el primer puñetazo en el tórax lo hizo doblarse, sin aliento. El primer golpe precedió al segundo y Piccolo perdió la cuenta de las patadas y puñetazos que le propinó a su padre. Fue como sacar toda su rabia y su dolor contenidos, y no se sintió satisfecho hasta que vio a su progenitor en el suelo, respirando entre silbidos y estertores sobre un charco de su propia sangre.
O eso pensó Daimaku, que por fin se detendría...
Sin embargo, los ojos sin vida de su hijo le revelaron que aquello apenas había comenzado. Vio con terror como Piccolo abrió el cajón de la mesa de su despacho para sacar de allí un machete. Curioso, porque esa arma era la favorita de Daimaku, y ahora sería la que sentenciaría su final.
Piccolo no lo dudó ni un instante y se abalanzó sobre él, acuchillándolo sin control entre gritos rabiosos. Fueron tantas las puñaladas que perforaron su cuerpo que quien viera el cadáver sería incapaz de pensar que esa masa sanguinolenta y deforme había sido un hombre.
Y luego el sobrecogedor silencio, que sólo se llenaba por las hondas bocanadas de aire que tomaba Piccolo para volver a calmar su respiración, lentamente abrió la puerta del despacho.
— Malon, Jonny — llamó el joven tras haber recuperado el resuello.
— ¿Qué quieres? — espetó uno de los matones, de mala gana.
— Más respeto — dijo con la mirada afilada y peligrosa — ahora yo soy el jefe.
Pero Malon, que siempre había sido el fiel perro obediente de Daimaku, quiso sacar su pistola para matar al bastardo por haber asesinado a su jefe, sin embargo, Piccolo fue más rápido que él y machete en mano le rebanó el cuello de un tajo sin dudarlo. Cuando su cuerpo cayó al suelo desplomado, el joven se tomó la molestia de terminar de decapitarlo por completo para luego agarrar la cabeza por la cabellera y darse la vuelta para enfrentar al otro hombre.
— ¿Tú qué dices, Jonny? — sonrió ladino, su rostro se veía mas más macabro al verse salpicado por la sangre.
— Ordene, jefe — respondió el tipo tras haber tragado en seco, mejor eso que ser pasto de los gusanos como su compañero.
— Que despejen esto — dijo Piccolo sin concesiones mientras se iba encaminando hacia la puerta — quiero que mi casa esté limpia."
Ninguno de los dos supo cuánto tiempo había transcurrido perdido en sus recuerdos y a Gohan, que no le había quitado los ojos de encima, le pareció que Piccolo al fin estaba volviendo a sus sentidos. Sintió una suerte de esperanza renacer en su interior, pero ésta terminó muriendo tal y como había nacido en cuanto el hombre de piel verde abrió los ojos. De nuevo estaba allí aquella mirada desquiciada que parecía burlarse de él.
Antes de que el detective pudiera procesarlo, ya lo tenía encima con toda la intención de acabar con su vida. Entre el forcejeo el detective intentó sacar su pistola de descargas dado que era su única posibilidad contra Piccolo, pues si de fuerza bruta se trataba, el moreno no estaba en igualdad de condiciones. Terminaron rodando por el suelo un par de veces hasta que a Gohan se le iluminó la mente y tomando un puñado de tierra se lo lanzó a los ojos a su contrincante, aprovechó el momento para impactar su pistola contra él y dejarlo inconsciente.
Con la respiración entrecortada y la adrenalina mezclada por el terror fluyendo en su interior, el joven detective pudo levantarse del suelo, teniendo que tomarse la cabeza para intentar frenar las náuseas que sentía. Y es que era tan duro para él ver al amor de su vida tirado de cualquier modo ante sus pies... se lo había quedado mirando sin saber qué hacer con él.
Pasado un breve instante y sobreponiéndose de su pelea, terminó por acercarse a él un poco titubeante, para luego cargarlo sobre su hombro y llevárselo de allí.
Para el resto del plan, ya improvisaría algo más adelante.
— Amigo ¿Por qué no lo entregaste? — se preguntó L, que se había metido tanto en la lectura y en los detalles que le pareció haberlo presenciado todo.
Pasó a la página siguiente con una sed insaciable de conocimiento.
"Ahora está encadenado, las cuerdas las rompía, no sé qué hacer con él. Si lo entrego a la justicia lo condenarán a muerte, y aunque sé que es lo correcto y que debe pagar por lo que ha hecho, no quiero eso para él."
L siguió leyendo sin parar atraído por esa nueva sentencia y con una terrible curiosidad por ver qué pasó tras la pelea. Encontró una entrada que databa de unas pocas semanas después de lo relatado, en la que se describía la solución que a Gohan se le había ocurrido.
"He hecho poner barrotes en las ventanas del sótano. Sé que no parece la gran cosa viendo a quién tengo encerrado, pero de momento es la única alternativa que tengo. Además, puse una televisión para que pueda entretenerse, algunos muebles y una puerta blindada. No quiero dejar nada al azar, lo importante ahora es evitar a toda costa que pueda escapar y así tener yo más tiempo para pensar qué hacer. También abrí un hueco en la puerta blindada, un cuadrado con una gruesa plancha de vidrio ultrarresistente lo suficientemente grande como para poder ver el panorama antes de entregarle la comida a Piccolo. No quisiera que por un descuido mío las cosas se pusieran más complicadas de lo que ya están...
Editado: 21.12.2021