Gohan, con la vista perdida, desenfocándose al compás de la sangre que se escurría por la herida, abandonado su cuerpo y dejándolo frío y níveo.
— ¿Pppor qué...? — musitó ahogadamente, sintiendo que hasta su voz se iba apagando. Fue cuando se dio cuenta de que nunca había tenido a Piccolo en sus manos, sino que había sido al revés — ¿Por... por qué? — insistió, con los ojos anegados de lágrimas y tratando de arrastrar su mano hacia la de su verdugo.
A Piccolo no le importó tomar su mano en un gesto confortador. Sabía que ya iba a morir, que no le quedaba mucho tiempo, y al menos Gohan, quien sí había sido siempre benevolente con él y lo había amado a pesar de todo, merecía una respuesta.
Mientras se sonreía de forma críptica observándolo a los ojos, le empezó a relatar la fábula de la rana y el escorpión.
"El escorpión le pidió a la rana que lo cargara para cruzar el río.
La rana le dijo:
— ¿Cómo sé que no me picarás?
Y el escorpión respondió:
— Porque haría que ambos nos ahogáramos.
La rana aceptó, y a la mitad del río el escorpión picó a la rana.
Entonces la rana le preguntó:
— ¿Por qué? Si así los dos vamos a morir.
El escorpión respondió:
— No pude evitarlo, es mi naturaleza".
Cinco segundos antes de la explosión, un último beso fugaz y un suspiro perdiéndose en el aire.
Un último latido de su corazón... y entonces el estallido que pondría fin a todo. La casa saltando por los aires y la onda expansiva arrasando con todo a su paso.
Y luego ya no hubo más imágenes que registrar, ni más vídeos que contemplar ni más cuadernos que leer para L. Ese había sido el fin.
— Gohan... amigo... — se había quedado medio ausente, con la vista aún enfocada en las pantallas que ahora reflejaban estática
"Por qué lo grabaste, si no te diste el tiempo de ver las imágenes, así podrías haber evitado tu muerte ¿Sabías que me buscarían para investigar esto y lo dejaste para mí?".
Ahora L ya no estaba viendo nada. Simplemente se había quedado ahí, procesando toda aquella información, reconstruyendo el rompecabezas que siempre había sido su querido amigo Gohan.
Al fin había despejados aquellas dudas añejas. Al fin sabía los motivos tras la mirada triste que tantas veces le había visto sacar a relucir. Toda su historia de amor con su trágico final.
Lo pensó mucho, y viendo todo friamente, daba igual cual fuera el motivo, Gohan y Piccolo habían muerto ¿Qué el mundo supiera porque era importante? Contra su costumbre de que la verdad saliera a la luz, decidió quemar el cuaderno de Gohan, y borró las grabaciones. En el informe que hizo determinó que su amigo había estado investigando al Jefe de la mafia por su cuenta, y cuando éste se dio cuenta puso cargas explosivas en el sotano de la casa del detective, pero hubo una pelea cuando ambos se encontraron, que termino con la detonacion anticipada de las bombas.
Luego se sentó cansado, agotado, tanto que no fue capaz de percibir la nueva presencia que de la nada apararció cerca de él.
— Tanto tiempo, L — la voz oscura y rasposa del shinigami despertó al detective de su ensoñación, que lo miró bastante confuso, como si ya casi lo hubiera borrado de sus recuerdos — ¿Cómo has estado?
— Bien — atinó a responder intentando centrarse en su visitante, pues le resultaba demasiado curiosa su reaparición — no te veía desde...
— Desde que hicimos un trato ¿Te acuerdas? — dijo, mostrando una amplia y demoníaca sonrisa.
— Sí, todavía tengo guardada la libreta que encontré cuando te vi, como me dijiste — la sacó de un bolso y la dejo en la mesa — pero tú no tomaste tu parte — comentó L, sin entender a dónde quería llegar el peculiar shinigami.
— ¿Quién dice que no? — preguntó ladeando su cabeza.
— Dijiste que, si Cyn sobrevivía, yo perdería a mi verdadero amor — le recordó, palabra por palabra — sin embargo, ella no se olvidó de mí ni nos hemos separado jamás — resolvió.
No sabía si se debía a la visita de ese ser del inframundo o si era cosa del anterior descubrimiento respecto a Gohan, pero era como si una alerta se hubiera despertado en su interior. Como si de repente no pudiera estar tranquilo.
— ¿Y quién dice que yo hablaba de ella? — sentenció, consiguiendo con ello que el detective se sintiera más perdido ¿A qué venía todo eso?
— Pero yo no podría amar a nadie más que no fuese a Cyn — aseguró mirándolo fijamente, si pretendía jugar con él haciéndolo dudar de sus sentimientos no lo iba a conseguir.
— Se supone que eres un gran detective — dijo riéndose entre dientes — dime entonces cuál es el verdadero amor de un humano.
L no pudo evitarlo. No tardó ni un segundo en llevarse el dedo a sus labios de forma mecánica y comenzar a cavilar. Según iba pensando y se iba acercando a la verdad, un sudor frío iba recorriendo su espalda, su sangre helándose en sus venas... sus ojos se agrandaron y se posaron con desespero en su visitante en cuanto tuvo la absoluta certeza y se tornó tan lívido que el dios de la muerte casi, sólo casi, sintió pena por él.
— Así es, amigo mío — reveló — es un hijo — entonces se rio y chasqueó los dedos.
Como salida de la nada, la imagen de un niño y una niña con un enorme parecido con L le fueron puestas ante sus ojos como si estuviera viendo una película. Los infantes estaban en una especie de limbo uno a lado del otro. Cerca, pero sin poder percibirse el uno al otro. Solos. Lloraban desconsolados abrazando sus piernas en completa oscuridad.
Y ante el impacto, todo llegó nítido a la mente de L pudiendo comprender por fin por qué nunca pudieron tener hijos con Cyn. Era algo a lo que nunca le habían dado mayor importancia, pero que ahora para L significaba demasiado. Un pedazo de sus vidas arrancado por la cruel e insidiosa mano de un shinigami aburrido y ocioso.
Editado: 21.12.2021