Hasta hace un poco más de dos años yo era simplemente Vera Aguilar, una madrileña con una vida tranquila, aburrida, pero tranquila. Aunque vivía en un mundo de engaños y telarañas creadas y orquestadas por mi familia y mi exprometido; pensaba que estaba bien.
Pero conocí a Jacob una noche de verano y mi tranquilidad se acabó. Me vi envuelta en un mundo para nada monótono y con pruebas y dificultades cada vez más difíciles de superar, pero conocí el amor y la verdadera amistad y tuve que convertirme en una mujer valiente y salir de mi zona de confort.
Ahora, frente a estos dos desconocidos, siento que he vuelto a esa época.
— Hola. Lo siento, estoy embarazada y no podía esperar, ya saben, me refiero a las necesidades básicas de una mujer encinta — Los chicos cruzan los brazos y miran mi vientre — Es evidente, claro — Me digo a mí misma.
Siento el dolor un poco más fuerte ¡Ay Dios! Me llevo la mano al vientre y ellos siguen mi movimiento.
— ¿Qué has visto? — Me pregunta el más alto y rudo.
— ¿El suelo? La verdad es que cuando estás así de grande como una ballena, es casi que imposible ver algo — Los dos fruncen el ceño a la vez, mientras les indico mi gran vientre — Y sinceramente, ya me iba — Intento sonréir con gracia y levanto la mano para despedirme — Que tengan una buena noche, chicos.
Camino hacia la salida del callejón; lo hago de manera lenta y desproporcionada, como un bendito pingüino, porque llueve, estoy muy pesada y tengo demasiado miedo.
— Espera un momento — ¡Mierda! Me detengo y siento como todo mi cuerpo tiembla y no es por el frío — ¿Qué estabas haciendo aquí? ¿Eres una espía? — Me giro, los miro y señalo mi vientre.
— Estaba haciendo pipí — Es una vergüenza tener que decir esto, pero es literalmente la verdad.
— ¿Y qué has visto? – ¿En serio? ¿Otra vez?
— No he visto nada. Además, no entiendo cuál es el problema. Ni porque hubiesen estado haciendo una entrega de drogas – Pienso y en el instante siento la presión del brazo de uno de los tipos en mi cuello ¿Qué ha pasado?
— ¿Por qué hablas de entrega de drogas? ¿Lo has visto? — He hecho el comentario en voz alta, es que a veces me pasó de idiota.
Comienzan a hablar en otro idioma, ¿ruso?, ¿rumano?; soy pésima para los idiomas ¿Por qué no estudié lenguas en lugar de arquitectura?
Me obligan a entrar a un callejón y me arrastran hasta una furgoneta. Les toma algo de tiempo hacerme subir al vehículo y aprovecho para morder la mano del más rudo, olvidé si es mejor atacar al más fuerte o al más débil. Sin embargo de nada vale, porque un fuerte dolor en mi vientre me hace perder el equilibrio y la respiración.
El dolor cada vez es más fuerte, por lo que empiezo a ser consciente de que podría estar poniendome de parto y no puedo tener a mis bebés en la furgoneta de unos narcos y sin Jacob.
— Los niños — Logro decirles, en un suspiro. El dolor ha pasado, pero la espalda me está matando.
— ¿Dos? — me pregunta uno de ellos y oyo asiento obedientemente.
— Podrían llevarme al teatro de al lado, ¿por favor? — Llevo la mano a mi espalda — Les aseguro que no he visto nada, solo quería hacer pipí y luego caminar hasta el teatro — El dolor me deja sin respiración.
— Nada de teatro — Me grita en rudo que está empezando a tocarme los ovarios.
— ¿Puedo llamar a mi marido? ¿Por favor? — Se miran y el chico rudo saca un teléfono de su bolsillo, al final no va a ser tan rudo como parece.
Pensé que había un atasco, pero el conductor de la furgoneta se mueve por las pequeñas calles y a una velocidad increíble. Debería darle clases a mi taxista.
— Tienes un minuto — me dice entregándome el teléfono y tecleo el número con dificultad.
Temo por mi seguridad, pero por la forma en la que conducen la furgoneta.
— ¡No puede ser! — Grito, de nuevo el teléfono apagado. Intento con Bianca y ni siquiera me responden.
— Se te acaba el tiempo, mami linda — ¿En serio voy a morir rodeada de estos tipos? Así como vamos, tendremos un accidente y yo todavía no quiero morir, no he tenido a mis bebés.
— Jacob, soy yo de nuevo, no he podido llegar al teatro, he tenido otro inconveniente y ahora voy con unos tipos rudos a no sé dónde, porque estaba haciendo pipí en un rinconcito y llegaron ellos a hacer, no sé... — le dejo un mensaje.
El tipo rudo me quita el teléfono, termina la llamada y lo guarda.
— No puedes decir nada sobre nosotros — me advierte y vuelve a hablar con su hermano.
Quiero ponerme a llorar, no quiero tener a mis bebés en New York, quiero hacerlo en los Ángeles, son mis milagros de Navidad, no pueden nacer una semana antes de lo previsto y sin Jacob y mucho menos, un día de lluvia - nieve, es que ni siquiera la nieve me interesa.
— Hola, tipo rudo — Aclaro mi garganta — ¡Hola! ¡Creo que estoy en trabajo de parto! — grito y los dos tipos se vuelven a mirarme con cara de terror.