Nuestros Milagros de Navidad

Capítulo 2 : No he visto nada

Hasta hace un poco más de dos años yo era simplemente Vera Aguilar, una madrileña con una vida tranquila, aburrida, pero tranquila. Aunque vivía en un mundo de engaños y telarañas creadas y orquestadas por mi familia y mi exprometido; pensaba que estaba bien.

Pero conocí a Jacob una noche de verano y mi tranquilidad se acabó. Me vi envuelta en un mundo para nada monótono y con pruebas y dificultades cada vez más difíciles de superar, pero conocí el amor y la verdadera amistad y tuve que convertirme en una mujer valiente y salir de mi zona de confort.

Ahora, frente a estos dos desconocidos, siento que he vuelto a esa época.

— Hola. Lo siento, estoy embarazada y no podía esperar, ya saben, me refiero a las necesidades básicas de una mujer encinta — Los chicos cruzan los brazos y miran mi vientre — Es evidente, claro — Me digo a mí misma.

Siento el dolor un poco más fuerte ¡Ay Dios! Me llevo la mano al vientre y ellos siguen mi movimiento.

— ¿Qué has visto? — Me pregunta el más alto y rudo.

— ¿El suelo? La verdad es que cuando estás así de grande como una ballena, es casi que imposible ver algo — Los dos fruncen el ceño a la vez, mientras les indico mi gran vientre Y sinceramente, ya me iba — Intento sonréir con gracia y levanto la mano para despedirme Que tengan una buena noche, chicos.

Camino hacia la salida del callejón; lo hago de manera lenta y desproporcionada, como un bendito pingüino, porque llueve, estoy muy pesada y tengo demasiado miedo.

— Espera un momento — ¡Mierda! Me detengo y siento como todo mi cuerpo tiembla y no es por el frío — ¿Qué estabas haciendo aquí? ¿Eres una espía? — Me giro, los miro y señalo mi vientre.

— Estaba haciendo pipí — Es una vergüenza tener que decir esto, pero es literalmente la verdad.

— ¿Y qué has visto? – ¿En serio? ¿Otra vez?

— No he visto nada. Además, no entiendo cuál es el problema. Ni porque hubiesen estado haciendo una entrega de drogas – Pienso y en el instante siento la presión del brazo de uno de los tipos en mi cuello ¿Qué ha pasado?

— ¿Por qué hablas de entrega de drogas? ¿Lo has visto? — He hecho el comentario en voz alta, es que a veces me pasó de idiota.

Comienzan a hablar en otro idioma, ¿ruso?, ¿rumano?; soy pésima para los idiomas ¿Por qué no estudié lenguas en lugar de arquitectura?

Me obligan a entrar a un callejón y me arrastran hasta una furgoneta. Les toma algo de tiempo hacerme subir al vehículo y aprovecho para morder la mano del más rudo, olvidé si es mejor atacar al más fuerte o al más débil. Sin embargo de nada vale, porque un fuerte dolor en mi vientre me hace perder el equilibrio y la respiración.

El dolor cada vez es más fuerte, por lo que empiezo a ser consciente de que podría estar poniendome de parto y no puedo tener a mis bebés en la furgoneta de unos narcos y sin Jacob.

— Los niños — Logro decirles, en un suspiro. El dolor ha pasado, pero la espalda me está matando.

— ¿Dos? — me pregunta uno de ellos y oyo asiento obedientemente.

— Podrían llevarme al teatro de al lado, ¿por favor? — Llevo la mano a mi espalda — Les aseguro que no he visto nada, solo quería hacer pipí y luego caminar hasta el teatro — El dolor me deja sin respiración.

— Nada de teatro — Me grita en rudo que está empezando a tocarme los ovarios.

— ¿Puedo llamar a mi marido? ¿Por favor? — Se miran y el chico rudo saca un teléfono de su bolsillo, al final no va a ser tan rudo como parece.

Pensé que había un atasco, pero el conductor de la furgoneta se mueve por las pequeñas calles y a una velocidad increíble. Debería darle clases a mi taxista.

— Tienes un minuto — me dice entregándome el teléfono y tecleo el número con dificultad.

Temo por mi seguridad, pero por la forma en la que conducen la furgoneta.

— ¡No puede ser! — Grito, de nuevo el teléfono apagado. Intento con Bianca y ni siquiera me responden.

— Se te acaba el tiempo, mami linda — ¿En serio voy a morir rodeada de estos tipos? Así como vamos, tendremos un accidente y yo todavía no quiero morir, no he tenido a mis bebés.

— Jacob, soy yo de nuevo, no he podido llegar al teatro, he tenido otro inconveniente y ahora voy con unos tipos rudos a no sé dónde, porque estaba haciendo pipí en un rinconcito y llegaron ellos a hacer, no sé... — le dejo un mensaje.

El tipo rudo me quita el teléfono, termina la llamada y lo guarda.

— No puedes decir nada sobre nosotros — me advierte y vuelve a hablar con su hermano.

Quiero ponerme a llorar, no quiero tener a mis bebés en New York, quiero hacerlo en los Ángeles, son mis milagros de Navidad, no pueden nacer una semana antes de lo previsto y sin Jacob y mucho menos, un día de lluvia - nieve, es que ni siquiera la nieve me interesa.

— Hola, tipo rudo — Aclaro mi garganta — ¡Hola! ¡Creo que estoy en trabajo de parto! — grito y los dos tipos se vuelven a mirarme con cara de terror.




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