Nuestros Milagros de Navidad

Capítulo 8: Nena, estás gordita

Miranda

— Despierta que tu esposito ya viene — escucho la voz de Lara y abro los ojos y parpadeo con rapidez.

— Me duele todo — le digo 

— Creo que dormiste en una mala posición, si quieres asearte, hay un cepillo de dientes nuevo y te dejé unos protectores, no tengo ropa interior nueva de tu tamaño — sonríe.

 — Ja, ja, ja — Simulo una sonrisa y entro a la sala de baño.

Cuando termino, me siento mejor, Lara ha preparado chocolate caliente, huevos con beicon y pan tostado. La boca se me hace agua.

— Trato de desayunar bien, porque luego no sé cuándo vuelva a comer en el día — La entiendo, su trabajo debe ser duro.

— Tienes un trabajo complicado, ¿Verdad? — le pregunto.

— Pero me encanta — revisa su teléfono y sonríe — John viene para acá, acaban de detener a los tipos y a las dos bandas, se emborracharon y llevaron a cabo la entrega — me mira — No entiendo cómo hicieron eso, normalmente son demasiado prevenidos.

Las dos estamos contentas, yo voy a ver a Jacob y ella ha logrado su objetivo.

— Tu esposo denunció tu desaparición y tienen imágenes de los narcos en el hotel, los van a juzgar también por secuestro — se lleva la mano a la boca — Esto es grande, van a darles un montón de años — se levanta y me abraza — vas a tener que ser testigo — No sé qué decirle — ¿No estás contenta?

— Pues, al final no fueron malos conmigo, me prestaron el teléfono y me dieron una barra de cereales y chocolate.

— Te entiendo, Miranda. Porque todos no somos solamente buenos o malos — me dice — Pero, lo que esos chicos hacían no estaba bien, traficaban y vendían drogas y no sabes cuánta gente, especialmente jóvenes, se enganchan y pierden su vida a diario por el veneno que gente como ellos vende. Mi hermano fue uno de ellos — sus ojos se humedecen y logro entenderla — me prometí ayudar a meter a la cárcel a la mayor cantidad de narcos que pueda.

— Tienes razón y siento mucho lo de tu hermano — le digo.

— Fue hace años, aunque, todavía duele, hay que seguir adelante— se queda en silencio un rato — sería interesante que tu esposo y sus amigos se dieran un paseo por las calles esta noche, podría mostrarles la otra cara de New York — Creo que eso podríamos hacerlo.

En menos de treinta minutos, el pequeño apartamento de Lara está lleno de gente, John no puede creerse que tenga frente a él a la banda completa. Jacob se encuentra en una esquina con una taza de café en las manos, me observa, pero no sé acerca ¡Qué tontito!

Si no me sintiera tan pesada y cansada iría hacia él, pero de solo pensar en levantarme, me da algo. 

Así que le hago un gesto con la mano, deja el café sobre una mesa y se acerca a mí.

— Perdóname — decimos los dos a la vez y sonreímos, se sienta en el brazo del sofá y toca mi mejilla.

— Desde que llegaste a mi vida no dejas de darme problemas y de atrapar criminales — sonrío y recuerdo todo lo que vivimos el año pasado con el bendito acosador, que al final eran varias personas.

— Perdóname — Lo beso suavemente en la boca que me demanda un poco más, ¡sus besos me saben a cielo! — Estaba celosa — admito.

— Yo solo tengo ojos para ti, mi gordita — lo empujó y cruzo mis brazos.

— No me digas gordita — Jacob sonríe y vuelve a tocar mi mejilla.

— Nena, estás gordita. Pero a mí me encantas así y no puedo dejar de desearte — sonríe — A mí la verdad es que no me importa que estés así, porque llevas en tu interior a nuestros hijos y tu cuerpo ha cambiado solo para darle vida a ellos, así que sería un desgraciado si no te amara por eso — Mis ojos se humedecen, estás hormonas mías están haciendo de las suyas — Cada día estás más hermosa — Vuelve a besarme.

— ¿No estás enfadado? — Si yo fuera él, lo estaría.

— Debería estarlo, porque viajaste sin informarme, el pobre Lucas y la pobre Carla casi se mueren de un infarto — se muerde los labios — Mira todo lo que te pasó, solamente por ser terca y no avisar para que te recogiéramos en el aeropuerto — Sonrío — Vale, no hubiese estado de acuerdo en que viajaras — Agrega.

— Te amo — le digo y vuelvo a besarlo.

— Y yo a ti, terquita, aunque un día de estos vas a matarme de un infarto — Me siento tranquila por poder arreglar las cosas con Jacob, aunque me perdí su concierto.

Bianca ha logrado comunicarse con la chica y la ha despedido porque además publicó fotos confidenciales del concierto. 

Almorzamos en el restaurante latino. La familia nos acoge con alegría, están llenos y tienen fila, hay mucha gente joven y han recibido a los chicos del grupo con gritos y canciones ¿Qué ha pasado aquí?

La señora Juana me explica que están muy felices, ya que las ventas estaban regulares y hoy, cuando abrieron, ya había gente esperando y todo al parecer por una foto que puso Pierre en sus redes sociales.

 Aprovecho toda la distracción para decirles a las chicas que creo que John y Lara están enamorados. Inmediatamente, ponemos un plan en acción y le pedimos ayuda a Pierre que comienza a coquetear con Lara.

— Pensaba que tenías novia — le dice John a Pierre.

— Es solo publicidad. Pero ahora que veo lo lindas que son las chicas neoyorquinas, tal vez considere  pasar mucho más tiempo por aquí, ¿Qué opinas Lara? — La pobre se pone roja como un tomate.

— Sí, Lara, ¿dinos que opinas? — Ella mira a John como si se estuviera volviendo loco y Pierre aprovecha para tomar su mano entre las suyas y besar su mejilla.

— A mí me encantan las mujeres de acción, que meten a los malos en prisión — dice un poco alto — Dime, podría un simple músico como yo, ¿aspirar a poder besar algún día tus hermosos labios? — Se está pasando.

— No podrías — responde alterado John 

— ¿Por qué no? — Para ser una detective tan astuta, Lara es algo inocente.




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