Nuestros recuerdos

Capítulo 2 - La princesa y el dragón

—¿Conseguiste el trabajo? —preguntó Elisa cuando llegamos a casa.

Hace poco había terminado mi entrevista de trabajo, el señor Fernández estaba ocupado en una junta por lo que tuve que pasar más tiempo ahí. Cuando pude hablar con él, me explicó que había leído mi currículo y me daría el trabajo, sentía una gran felicidad por ello pero aún tenía que hablar con Julián, solo esperaba que lo tomara de buena manera.

—Sí, mañana empiezo... ¿Cómo te fue en la escuela? —le pregunté mientras peinaba su cabello.

—Bien, hoy la profesora nos dijo que hiciéramos un dibujo... —Elisa hablaba y hablaba sin parar.

Sonreí al verla tan feliz mientras me contaba como fue su día, ella parecía muy entusiasmada con su nuevo inicio de clases de igual forma por tener amigos nuevos.

Poco después escuchamos como la puerta de la habitación se abrió, Elisa se levantó de la silla y corrió para abrazar a Julián pero este no le respondió su saludo con gran entusiasmo, me miró con seriedad y en sus ojos pude comprender que quería hablar conmigo. Besé la cabeza de Elisa y le dije que volvería, salí de la habitación con Julián y cerré la puerta.

Antes que pudiera decir algo, levantó su mano y me enseñó un papel y comprendí. Ahí estaba el nombre de la empresa, su dirección y el numero de piso, lo que estaba buscando hoy.

—Julián...

—¿Qué significa esto? Lo hablamos y te lo dejé muy en claro, Dayana.

—Es por nuestro bien —hablé con rapidez.

—¿Por qué siempre tienes que desobedecer? ¿Nunca escuchas lo que digo? Tu lugar está aquí.

—Ya me cansé de esta situación —levanté la voz.

—No me hables de esa forma, no tienes ningún derecho —dio un paso desafiante.

—Conseguí el trabajo Julián, no me importa lo que pienses.

Le dije aparentando mostrar seguridad pero la realidad era otra, mi corazón latía con fuerza y un gran miedo se apoderaba de mi cuerpo.
Su brazo se levantó y lo siguiente que sentí fue un gran golpe en mi cara. Sólido y frío, mi mejilla comenzó a arder.
Sus ojos me miraron con enojo, volvió a levantar su mano pero se detuvo cuando escuchó los pequeños pasos de nuestra hija, ella corrió hacia mí y me miró con preocupación.

—¿Por qué lloras mami?

¿Desde cuando empecé a llorar?

Con mis manos quité cualquier rastro de lágrimas de mi cara.
Miré a Julian y luego a Elisa, vestía con una pijama rosa, sus cabellos claros estaban revueltos y sus ojitos mostraban tristeza. Me agaché a su altura y sujeté sus manitos, tan pequeñas y frágiles, ella no debía verme así. Tenía que ser fuerte por ella.

De inmediato hablé.

—No es nada, ven, vamos a tu habitación. Ya deberías estar durmiendo —le dije mientras caminabamos.

—No podía dormir —murmuró cuando entramos a su habitación, la ayudé a incorporarse en la cama y coloqué una manta sobre su pequeño cuerpo—, ¿puedes contarme un cuento? El de la princesa.

Sonreí y la miré con ternura, desde que era muy pequeña le contaba ese cuento para dormir. Todavía recuerdo cuando ella era una bebé, me levantaba en la madrugada con su llanto, le cantaba y pedía que se calmará pero ella seguía llorando, terminé contándole ese cuento y desde ese momento Elisa mágicamente dejó de llorar y se dormía. Era como si le diera una gran paz interior.

—Está bien, vamos a ver. Hace años atrás en un reino muy lejano existía una bella princesa llamada Elisa...

《Ella estaba comprometida con el príncipe de otro reino pero la bella princesa no lo amaba de verdad, ella amaba a un lindo plebeyo con quien había compartido mucho tiempo juntos, la princesa no sabía que hacer para romper ese casamiento y vio que la mejor forma sería escapándose con él; pasaron mucho tiempo planeando irse juntos y cuando el día había llegado la joven princesa se escabulló en el castillo en busca de su amado, pero el príncipe la encontró, él se enojó mucho y se convirtió en un gran dragón lanza fuego, Elisa muy asustada no salía que hacer, su bello plebeyo la estaría esperando y tal vez nunca más lo volvería a ver. Se entristeció al pensar en eso. Se puso a llorar pero la alegría y esperanza volvieron a su cuerpo cuando el plebeyo apareció con una gran armadura y luchó contra el gran dragón. Despues de una gran lucha el dragón desapareció, el plebeyo corrió donde su amada y se abrazaron con fuerza, se juraron amor eterno y se escaparon del reino. Vivieron felices para siempre, fin.

 

Los ojos de Elisa se habían cerrado, besé su frente y después de unos minutos apreciando su belleza salí de su habitación y me dirige a la mía, Julián estaba ahí.

—Te tardaste mucho.

—Elisa no podía dormir —él suspiró y se sentó en el borde de la cama—. Una relación es de dos, Julián. Tenemos nuestras necesidades y lo mejor en estos momentos es que trabajemos en equipo por el bien de nuestra hija.

Él se mantuvo callado por unos segundos.

—Tienes razón, lo entiendo —habló— Pensé en nuestra hija, ella no pasará tiempo con su madre; los horarios y todo eso, es aún muy pequeña —forcé una sonrisa.

—Lo hará, y también con su padre —sujeté sus manos y le di un pequeño apretón. Julián depositó un beso a mi mejilla golpeada.

Me miró por unos instantes y deseé saber que pasaba por su cabeza, a veces Julián era todo un misterio. Se comportaba bien conmigo y otras veces solo me gritaba o golpeaba, quería entenderlo pero no lo lograba, siempre trataba de ser la mejor esposa para él, lo atendía y le brindaba mi amor pero él pasa de mis actos y se concentraba en el mínimo error que encuentre. A veces me preguntaba desde cuando comenzó toda esta situación, cuando Julián y yo éramos novios todo era muy bonito y lleno de color de rosas, lograba recordar sus "te amo" y sus muestras de cariño pero cuando nuestra hija nació su humor y actitud fue cambiando hasta lo que es ahora.

Era un gran misterio todo lo que pasa por su cabeza cada vez que me veía.

Un gran misterio que quería descubrir.



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En el texto hay: amor, empresa, jefeysecretaria

Editado: 21.12.2018

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