–”No esperaba una cálida bienvenida, pero no creía que los Towkuns reaccionaran a la defensiva, apenas Tao y yo aterrizamos una serie de armaduras nos rodearon. No serían rivales para Tao, sin embargo nuestra intención jamás ha sido causar problemas. Por lo que nos quedamos quietos y pedimos hablar con el rey”.
Las personas que estaban cerca se quedaban observandolos, algunos seguían su camino, otros se quedaron; no pasó mucho para que las armaduras se hicieran a un lado, un hombre apareció frente a ellos, junto con una mujer de cabello rizado y una mirada punzante, casi podía sentir como escaneaba cada parte, cada fibra de ellos.
–Majestad, déjeme presentarnos.
–Creo que no es el lugar para eso– mencionó Conall mientras miraba a su alrededor.
–No somos una amenaza para usted o su gente, al contrario, traemos noticias importantes para usted– habló Tao intentando calmar la situación.
–El rey tiene razón Tao, este no es el lugar para hablar sobre eso.
Dada la situación y el tamaño de Tao, entraron a la biblioteca, quisieron tomar su pequeña reunión imprevista en el antiguo salón de estudios de los chicos.
–Ahora ya estando solos, diganme. ¿Qué hicieron con mi hija?, por que supongo que es sobre ella de quien quieren hablar– dijo con un tono de voz poco agradable.
–Como ya dijo mi compañero, no somos una amenaza y mucho menos somos portadores de malas noticias– aclaró Rafferty sereno y paciente, tratando de ganarse la confianza de Conall –Si conocimos a la princesa, Evangeline nos explicó lo que sucedió esa noche en Verklig, y para nuestra desgracia, nosotros no iniciamos el ataque, de alguna forma alguien intenta culparnos, alguien quiere que nos matemos entre nosotros, la princesa, ella viene en camino.
–¿Cómo sé que me dice la verdad?.
Tal y como predijo Evangeline, querían pruebas sobre sus palabras por lo que sacó el regalo que años antes Conall había entregado a su hija. Rafferty extendió su mano, mostrando a Conall la prueba que pedía.
–No tenemos intenciones de engañarlo, y si así fuera, no ganaremos nada.
–¿Por qué ella no llegó con ustedes?– preguntó Dandara.
–Lo intentó pero las alturas no son sus mejores amigas, por lo que decidió seguir su camino a pie, no pudimos convencerla de lo contrario.
–¿Porque no se quedaron con ella?, ¿como la dejaron sola? –volvió a interrogar Dan.
–Al momento ser descubiertos en Dracho, dos principes escaparon, dejando a Evangeline, la princesa Audrey y el principe Dago solos, con el temor de que un malentendido estallara en algo más grave, debíamos llegar a los respectivos reinos antes de que el resto lo hiciera, con respecto a Evangeline, no esta sola, el principe Cedric la acompaña, deben llegar en cualquier momento. Ahora sí nos permite, quisiéramos hablar con el rey, en privado.
–Lo que sea que tengan para decir, puedes hacerlo delante de Dandara.
–Soy Rafferty y al contrario de su alteza el príncipe Cedric, no tengo un cargo, ni un título de importancia. Si estoy aquí, es por asuntos personales, por una promesa que le hice al abuelo de su esposa, bisabuelo de Evangeline.
En el rostro de Conall la confusión salió a relucir, pues no podía entender las palabras que Rafferty decía.
–Fui la alianza del difunto padre de Sella, o tal vez la conozca como Courney, la madre de Clara.
–Eso es imposible, Kellan es la persona que menos “mezclaría su sangre”, quiere decir que…
–Clara fue descendiente de los Drache. Y para su sorpresa, Kellan estaba enterado de los orígenes de Sella.
–¿Cómo supo que mi hija era hija de Clara?.
–Cuando Sella falleció, Clara era apenas una niña, y mi amigo, su abuelo intentó cuidarla lo más que pudo pero sus días en este plano también estaban contados.
Después de explicar la larga y confusa historia, Conall seguía sin procesar toda la información que llegaba a su cabeza.
–Entonces, ¿Kellan siempre lo supo?.
–Si, por esa razón siempre protegió a Clara, por eso cuidado minuciosamente con quien hablaba, quien estaba a su alrededor, pero no le funcionó su plan– dijo Tao.
–Por esa razón, llegamos a la conclusión de que alguien más está detrás de ese ataque.
⧫⧫
–¡Dragón!– gritó uno de los guardias al ver a Celeste aproximarse, rápidamente prepararon cañones listos para atacar, cargaron sus armas y dispararon a toda prisa.
–¡Sostenganse!– exclamó Frost al ver que entrar sería mucho más difícil de lo que habían pensado, lo más rápido que pudo esquivar cada uno de los ataques, acercándose cada vez más.
Estando a punto de que encendieran la mecha del cañón, una flecha cayó frente el pie del guardia, bloqueando su camino, al alzar su mirada pudieron ver que la flecha era de la ballesta de Dago, un viento frío rozó sus cuerpos, el metal de sus armaduras estaba severamente frio, como si se tratará de un invierno en Abril, todos los cañones se encontraban congelados, fruto de Frost y su alianza.
–¡Bajen sus armas!– exclamó Audrey que cayó en la muralla donde se encontraban todos los guardias y soldados listos para atacar. Al verla inmediatamente bajaron la guardia.