1
En la oscuridad de la ciudad nocturna, donde los sueños se apagan,
los borrachos vagan como sombras, sin esperanza,
sus lágrimas, como lluvia, caen sobre el asfalto, tristes como estrellas
que no conocen la luz.
El olor del alcohol en el aire
trae consigo historias olvidadas,
cada paso es un grito que nadie escucha,
cada uno de ellos es un héroe, pero sin gloria, sin honor.
La oscuridad no es solo la noche, es un símbolo,
símbolo de pobreza que ahoga como serpiente,
abraza a los que han perdido la esperanza,
a los que viven en el fondo, donde la luz no brilla.
En los susurros de las calles, en los gritos mudos,
resuena la melodía del sufrimiento y el dolor,
cada uno lleva una máscara, pero por dentro — vacío
que devora sus almas.
Entre la multitud de desconocidos que pasan,
cada uno oculta sus lágrimas, cada uno su dolor,
pero ¿quién se detiene para escuchar el grito?
¿Quién cargará con el peso de sus destinos?
La oscuridad no solo quita, también da,
enseña que incluso en la desesperación se puede encontrar fuerza
para levantarse de nuevo, mientras el corazón lata,
mientras el alma respire.
2
¿Han escuchado cómo lloran los borrachos,
cuando la noche cubre la ciudad con oscuridad?
Sus lágrimas — ríos de desesperanza
que recorren sus rostros como lluvia de agosto.
Vagan por las calles, olvidando lo que es un sueño,
olvidando que alguna vez sus almas rieron.
El alcohol es su escape, un puente hacia el olvido,
pero cada trago es un paso al abismo donde duermen los miedos.
Las lágrimas que caen
no son solo tragedias personales,
sino dolor colectivo de una sociedad que se oculta tras máscaras de sonrisas.
Sueñan con la luz, con el calor de un abrazo,
pero cada amanecer trae nuevas sombras a sus rostros.
¿Habrá camino de regreso? ¿Podrán levantarse?
En este abismo donde la oscuridad arrebata las últimas esperanzas.
Las lágrimas de los borrachos no son solo agua,
son reflejo de nuestro dolor,
gritos de almas que imploran ayuda, salvación desde el fondo.
Y mientras vagan,
recordemos sus sueños,
porque en cada corazón
puede haber una luz esperando despertar.
3
En los bordes del existir, donde los sueños duermen,
mujeres en la sombra, en los brazos de la noche,
esperan amor como señal de salvación, olvidadas en un mundo
donde sus voces no se escuchan.
En sus corazones arde el fuego,
pero el frío de las camas de metal
mata la esperanza, como el rocío en el amanecer,
y cada día es una lucha por un pedazo de felicidad.
Sueñan con lo que no se les da,
con manos que abracen, con miradas que no desprecien ni juzguen,
pero la vida es una sombra que no suelta.
En las calles donde caminan los borrachos,
lágrimas olvidadas caen por los rostros como ríos de dolor,
cada paso es un grito que nadie escucha.
¿Hay esperanza en este abismo?
¿Puede el amor encontrar un camino,
cuando el mundo alrededor es solo oscuridad y los sueños, estrellas que se apagan?
Pero incluso en los tiempos más oscuros, cuando el corazón se aprieta por el miedo,
todavía tienen esperanza,
porque en cada uno de nosotros vive un sueño.
Y aunque el mundo gire en el abismo,
se aferran a sus sueños,
al derecho a algo mejor, al derecho al amor,
a la luz que algún día encenderá sus almas.
4
Detrás de los muros de la prisión, donde los sueños se apagan,
las madres lloran, sus corazones desesperados,
cada grito es un eco del olvido,
cada lágrima como rocío sobre el asfalto.
Aquí los alcohólicos que han perdido la risa vagan en la sombra,
donde el miedo vive, sus almas son gritos en el abismo,
olvidados en el tiempo como cartas muertas.
La prisión no son solo muros, sino estrechez que aplasta el corazón,
como grilletes; miedo y soledad — compañeros fieles,
almas que luchan como pájaros en jaulas.
Aquí la madre que espera, con esperanza en los ojos,
recuerda risas que se fueron como sombras,
cada día es lucha contra la desesperanza,
cada amanecer, un nuevo golpe al corazón.
¿Alguien escuchará sus lamentos?
¿Podrá el mundo detener este dolor?
Aquí, detrás de los muros, donde el silencio es sordo,
las almas sufren como en el fuego.
Pero en la oscuridad que devora la esperanza
siempre hay espacio para un sueño de luz,
incluso en la prisión donde el tiempo se detuvo,
un nuevo día puede nacer.
5
Entre la multitud, donde las máscaras brillan,
el dolor invisible vaga como sombra,
todos sonríen, pero en el corazón hay traición,
las palabras callan, y las almas sufren.
Las calles zumban como ríos rotos,
aquí los borrachos sueñan con mejores días,
lágrimas que caen como lluvia en agosto,
memoria de pérdidas, de sueños que no aparecieron.
Caminan sin saber adónde,
cada uno con su herida invisible,
problemas de la sociedad, desempleo — en la sombra,
cada segundo lleva una máscara, sin saborear la vida.
En los bordes del existir, donde los sueños desaparecen,
las prostitutas sueñan con amor, con un hogar,
pero sus corazones están encadenados,
el frío de camas de metal es su hogar.
Allí, detrás de los muros de la prisión,
las madres lloran, sus lágrimas un océano,
los alcohólicos olvidaron la risa, olvidaron la luz,
solo el miedo vive como recuerdo eterno.
A veces ni el sol calienta,
los discapacitados en los bancos, como sombras,
conocen el precio de la caída,
pero creen en la luz que volverá.