¿nueva familia en navidad?

¿nueva familia?

En la cocina de la casa de los Evans, un chico de pelo castaño, se dirigía furioso a su habitación. Su padre pretendía traer a vivir a la mujer con la que se casaría, justo para la navidad. Manny no podía creer que su padre se fuera a casar de nuevo, cuando apenas su madre tenía dos años de muerta. Lo peor, era que su nueva madre tenía un hijo de 8 años, y ella quería que compartieran su habitación. «¡Tiene cuatro años menos que yo! ¿Qué piensan? Que me levantaré a darle el biberón por las noches, pues no, no lo haré» contestó Manny cuando se lo propusieron la primera vez.

El señor Ricky lo miró con tristeza mientras se alejaba, y azotaba la puerta de su habitación al cerrarla tras él. Manny se había negado al nuevo matrimonio de su padre, y no había querido conocer a Esteban, su futuro hermanastro. Conocía a Esther desde siempre, era la señora que tenía una pastelería en el centro, donde todos los años habían comprado su tarta de cumpleaños, incluso la del año cuando murió su madre. Esther le pidió a Ricky que vivieran juntos antes del matrimonio, ya que para ella era importante saber cómo se llevarían los chicos, y le pareció que la mejor época era la navidad.

El día 23 de diciembre estaba Manny sentado en la sala de la casa, con los brazos cruzados y con cara de perro rabioso, esperando la llegada de su nueva familia. El timbre de la casa sonó, y Ricky abrió la puerta. Allí estaba Esther acompañada por un chico regordete de piel trigueña y ojos verdes. Manny abrió los ojos llenos de sorpresa, ¡era el idiota de la escuela!, y traía un perro mediano, de pelo liso y blanco, con una gran mancha negra en la cara, y el lomo. Se levantó del sillón, tomó por un brazo a su padre, y sin saludar a los recién llegados, lo arrastró hasta la cocina.

—¡Ese es el idiota de la escuela! ¿Cómo me haces esto? –gritó indignado Manny,

—No grites –dijo Ricky con voz baja, haciéndole señas con las manos–. Él es Esteban, es un gran chico, no le digas así.

—Pero lo es, papá –dijo Manny con los ojos brotados de súplica.

—Apenas tiene ocho años. Ven, acércate para que se conozcan.

Ricky colocó su mano sobre el hombro de Manny y regresaron a la entrada de la casa. Esteban había escuchado los gritos, y se había puesto un poco nervioso. Esther saludó a Manny y le presentó a su hijo. Él se metió las manos en los bolsillos de su pantalón, y cabizbajo dejó oír un desganado «hola». Esteban le devolvió el saludo cortésmente, mientras Ricky tomaba la maleta de su futura esposa, y la llevaba a su habitación. Esther cerró la puerta, y le pidió a Manny que llevara a Esteban a su habitación. El chico la vio con odio, pensando que se refería a su habitación, pero ella le aclaró que Esteban dormiría en la habitación de huéspedes. Desganado, llevó a Esteban a la habitación, y luego se encerró en la suya.

A la hora de la cena, salió de su habitación y al pasar por la sala, se detuvo boquiabierto, Esteban estaba terminando de poner el árbol de navidad. La sangre inundó la cara de Manny, haciéndolo parecer un tomate, y se acercó a Esteban para reclamarle.

—¡¿Qué crees que haces?! –preguntó Manny furioso.

Esteban se quedó inmóvil, con un adorno de peluche en su mano. Se veía asustado por el grito que había recibido, y no sabía cuál era el crimen por el que lo estaban acusando. Se quedó mirando con miedo los ojos de Manny, sin poder emitir algún sonido. Ricky corrió hacía él, y tomó por los hombros a su hijo para calmarlo. El chico con los ojos brotados de rabia, miró a su padre y le reclamó:

—¿Por qué está poniendo el árbol? Sabes que no me gusta.

—Yo mismo se lo pedí –respondió Ricky—. Ya es tiempo de dejar el pasado atrás. Ven, vamos a la mesa a cenar.

Ricky acarició el brazo de Esteban, a manera de disculpar a su hijo, y todos se sentaron a la mesa para cenar. Esther sirvió la lasaña en los platos, y comenzaron a comer. Los chicos se mantuvieron en silencio, pese a los intentos de los padres por tratar de hacerlos conversar.




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