El año de Alara fue larguísimo. Todo había salido mal, su padawan ya no estaba a su lado y el tiempo se había detenido para ella. Los días eran largos y tristes, nada ni nadie pudieron levantar su ánimo. No podía creer que se hubieran rendido con tanta facilidad y se hubieran olvidado de Shin. Su funeral fue hermoso, allí pudo notar todas las vidas que había afectado y hasta sus amigos de Coruscant habían venido a despedirlo. Su maestro habló por ella, ya que no se atrevió a decir una sola palabra frente a todos, ya que ella había sido la razón de su muerte. Luego de la ceremonia, Syo se acercó junto a una de las aprendices, ella iba a ser su nueva padawan cuando pasara sus exámenes. Alara no podía creer nada de lo que estaba pasando. Su ceremonia de maestra había sido rápida y no creía merecerse el título que daban, el único aprendiz que había tenido había sacrificado su vida para salvarla. Su pequeña padawan terminó sus estudios en Coruscant y una mañana la esperaba frente a su puerta con Syo. Tori era una pequeña humana de diez años, sus cabellos eran azulados y su mirada le recordaba mucho a Lira. Estaba llena de energía.
“Buenos días…” Dijo con seriedad Alara mientras los invitaba pasar a su habitación.
“Maestra, ya soy padawan.” Dijo contenta Tori. “Estoy lista para viajar contigo.”
“Tori está llena de energía.” Dijo divertido Syo mientras mirar las hermosas flores blancas que decoraban la habitación de su padawan.
Alara tenía una pared cubierta de pequeños recuerdos de todos los rincones de la galaxia, recuerdos de su amado Shin. Syo estaba impresionado por el orden y la limpieza de sus estantes.
“Quiero hacer algo antes de empezar con las misiones de la Orden.” Dijo pensante Alara mientras acomodaba su chaqueta. “Quiero... Necesito hablar con los Karadin.”
“No tienes que ir tú, Alara.” Dijo pensante Syo.
“Necesito ir, Syo.” Dijo pensante Alara mientras Tori miraba con curiosidad sus estantes. “Yo soy… era su maestra.”
“No puedo detenerte, Alara. Ya pasó un tiempo, así que podemos darles certezas a sus padres.” Dijo pensante Syo.
Alara acomodó su blaster en el cinturón y miró a Tori. Su sable estaba colgado de su cintura y parecía ser uno doble.
“Tori, me gustaría ver tu sable.” Dijo pensante la maestra.
Tori encendió su sable, era doble y su color era un tenue azul que casi parecía celeste.
“Pude construirlo doble, como el tuyo, maestra.” Dijo contenta la padawan.
“Hiciste un gran trabajo, deberías perfeccionar su filo un poco, pero eso podemos hacerlo durante el viaje.” Dijo sonriente Alara.
Shin nunca había tenido ese tipo de problemas.
“Entendido, maestra.” Dijo contenta Tori.
“Alara, yo sé que no te consideras una maestra y que piensas que hemos adelantado tu promoción, pero… Tengo toda mi fe puesta en ti.” Dijo sonriente Syo. “Todos los aprendices están encantados con tus clases y estoy seguro que van a ser un gran equipo. Vas a tener problemas distintos a los que tuviste con Shin…”
“¿Shin?” Preguntó con curiosidad la padawan.
“Shin era un caballero, el primer alumno de tu maestra. Murió peleando por la Orden y protegiendo a la República.” Dijo sonriente Syo. “Puedes preguntarle a cualquiera en el templo si quieres saber más de él.”
“¿Es el mismo que podía usar los Pasos de la Fuerza?” Preguntó con curiosidad Tori.
“Exacto.” Dijo sonriente Syo. “Vas a ser una gran padawan, Tori. Solo tienes que seguir el consejo de tu maestra.”
Tori miró con curiosidad a su maestra. Todavía tenía problemas al recordar a Shin, la culpa por su destino nunca se iba a marchar de su cuerpo.
“Hoy vas a conocer a Keyfour, Tori.” Dijo para cambiar de tema Alara.
Todavía tenía que fingir que estaba bien, que ya podía seguir con su vida. La realidad es que extrañaba a su padawan todos los días. Usualmente soñaba con él y sentía en el fondo de su corazón que estaba esperando por en algún lugar de la galaxia, cosa que era imposible. Nunca encontraron ningún rastro de él, aunque el único que nunca se había rendido había sido Lyrian. Que preguntaba sobre él en cada rincón de la galaxia. Su nave la esperaba en el hangar, allí Kysho estaba con Lira y Athos, que se preparaban para abordar el Cóndor Dorado. Lyrian bajó por la rampa para saludarla.
“Buenos días, Alara…” Dijo apenado el capitán. “Yo…”
“Lo sé, Lyrian… No tienes que…” Respondió apenada Alara.
“No puedo rendirme como ustedes…” Dijo con seriedad Lyrian. “Shin me salvó el culo demasiadas veces como para hacerlo…” Agregó mirando a Tori. “¿Quién es tu nueva amiga?”
“Esta es mi padawan, Tori.” Dijo pensante Alara.
“Mucho gusto, pequeña.” Dijo sonriente Lyrian. “Así me imaginaba a la mayoría de los padawans.”
“Después de un tiempo crecemos…” Opinó al aire Lira. “Hola, Tori.”
“Lira, estamos camino a mi primera misión.” Dijo contente la padawan.
“Ya era hora.” Dijo divertida Lira. “¿Cómo estás, maestra?”
“Bien, estamos camino a… Kyros-4.” Respondió con seriedad Alara. “Ya es hora…”
“Mi ofrecimiento sigue en pie, Alara.” Dijo apenda Lira.
“Necesito hacer esto, Lira. Gracias.” Dijo pensante Alara. “Por aquí, padawan.”
Todo la siguió hasta quedar enfrenta a Keyfour, que se quejó de que la niña no era Shin.
“Tampoco querías a Shin cuando lo conociste.” Dijo sonriente Alara. “Este es Keyfour, Tori. Es nuestro astromech y se encarga de cuidar nuestra nave.”
“Mucho gusto.” Dijo contenta Tori. “Teeone dice que eres malo…”
Keyfour se metió a la nave quejándose del otro astromech mientras Tori saltaba hacia su habitáculo. Era la primera en subirse desde Shin. Este viaje iba a ser más difícil de lo que esperaba.
Tori era alta para la edad que tenía y sus inquietos ojos marrones recorrían sus alrededores con prestancia. El magtrain los llevó directo a Bosan, el día estaba despejado y era la primera vez que no sentía el frío viento del planeta. Su padawan estaba abrigada de pies a cabeza y la seguía de cerca preguntándole sobre el lugar.
“¿Es todo de hielo?” Preguntaba sorprendida Tori.
“Sí, el centro del planeta es más cálido, pero mayormente es hielo…” Respondió sonriente Alara.
Tori le recordaba a su pequeño hermano, en una vida aún más antigua que la que había compartido con Shin.
“Las ventiscas con famosas por estos lugares, así que no te alejes de mí, Tori. Mañana vamos a practicar la técnica de Kysho.” Agregó mirando hacia el frente.
“Entendido, maestra… ¿Qué tenemos que hacer aquí?” Preguntó con curiosidad su padawan.
“La familia de Shin vive en este pueblo, es nuestro deber… anunciarles lo que ha pasado con él. Necesito que escuches con atención y que respetes a la familia.” Respondió con seriedad Alara. “Después tenemos que visitar Onderon para resolver un conflicto interno.”
“Me gusta viajar contigo.” Dijo contenta Tori.
Alara sabía que iba a ser muy distinto a sus viajes con Shin, ya que Tori la necesitaba mucho más que su anterior padawan.
“A mí también me gusta viajar contigo, padawan.” Respondió sonriente Alara.
La taberna de los Karadin parecía ajena al tiempo. Estaba igual que la última vez que la había visto, Tresha iba entre las mesas mientras Mara dejaba los pedidos en la barra. La sorpresa fue ver a Shintou en la cocina. El padre estaba limpiando platos y utensilios en una bacha mientras alguien más cocinaba. Alara se paró frente a la barra sin saber que decir, por suerte su padawan era extrovertida.
“Buenos días.” Dijo contenta Tori. “Mi maestra necesita hablar con ustedes.” Agregó mirando a Alara.
“¿Alara?” Preguntó Mara mientras se acercaba a la barra. “Bienvenida.” Agregó sonriente mientras buscaba a alguien más con la mirada.
“Buenos días…” Dijo apenada Alara.
“¿Shin está contigo?” Preguntó sonriente Mara.
“De él quería hablarles…” Dijo acongojada Alara.
No pudo esconder el dolor en su mirada, Mara se percató de ello en el momento que la miró a los ojos.
“Deberíamos hablar en un lugar más privado…” Agregó mirando a la madre.
El temple de Mara cambió por completo mientras las invitaba a pasar al comedor. Alara se sentó para recordar a Shin en el mismo lugar donde estaba sentada. Su sonrisa era siempre la misma. Mara se sentó frente a ella junto a Shintou. Ella solo podía acariciar sus manos para intentar liberarse de los nervios. Tori se sentó a su lado y la esperaba en silencio.
“No sé cómo decir esto.” Dijo de la nada Alara mientras empezaba a llorar. “Debería decirles que su hijo murió en servicio de la República, protegiendo a la galaxia…”
Mara apretó su cara para llorar en el pecho de su esposo mientras Shintou la abrazaba con cariño.
“Pero quiero que sepan la verdad…” Agregó sin poder mirarlos. “Shin fue todo lo que esperábamos de él, fue un gran padawan y ha hecho muchos amigos en la Orden. Ha salvado la vida de muchos de ellos y siempre ha estado a mi lado cuando lo he necesitado. Shin… es… fue mi primer aprendiz y me han enseñado mucho más de lo que yo he podido enseñarle a él…”
“Alara… ¿Qué pasó con nuestro hijo?” Preguntó acongojado Shintou.
Alara no podía decirles toda la verdad, pero quería dejarles lo más cercano posible.
“Shin murió salvándome la vida…” Dijo entre lágrimas la jedi. “Estábamos en una meseta, la misión ya había terminado. Su hijo tenía una habilidad muy particular. Sabía exactamente dónde estaba el peligro y eligió salvarme a mí. Un misil salió de la nada, Shin me empujó por el acantilado para salvarme. Solo pude ver la explosión mientras caía…”
Tori apretó su mano con cariño mientras escuchaba el llanto de Mara.
“No sé cómo disculparme.” Terminó mirando a los padres.
“No tienes nada de qué disculparte, Alara…” Dijo con cuidado Shintou. “Parece que Shin eligió salvarte…”
Mara no podía dejar de llorar.
“Quería venir personalmente a hablar con ustedes…” Dijo Alara mientras se limpiaba la cara. “Shin era… es muy importante para mí…”
“Maestra… ¿Shin era un héroe?” Preguntó con curiosidad Tori.
Alara sonrió divertida.
“Familia primero…” Dijo recordando a su padawan. “Esa era su frase de cabecera… Siempre que alguien lo necesitara, dejaba todo para ir en nuestro rescate. Siempre sabía dónde estaban los problemas y se metía de cabeza a ellos…”
“Lira me contó una historia en una mina…” Dijo pensante Tori.
“Ah, eso fue en Tatooine, Shin salvó a Lira y su hermano de caer en una trampa… Estuvo en cama una semana por una infección… estúpido.” Respondió sonriente Alara.
Alara por fin había recordado a Shin con una sonrisa.
“Parece que mi hijo era todo un jedi…” Dijo apenado Shintou.
“Los maestros se peleaban para llevárselo…” Respondió sonriente Alara. “Así que recorrió la galaxia haciendo lo que le gustaba…”
Mara la miraba con los ojos llenos de lágrimas.
“También pasó un año en Coruscant recibiendo entrenamiento de otros maestros…” Agregó mirando a Mara.
“Mi bebé…” Dijo acongojada la madre.
Tori estaba mirándola con curiosidad.
“Perdón por llorar así… Todavía no puedo controlar mis sentimientos…” Dijo apenada Alara. “Supuestamente soy una maestra…” Agregó mirando a Tori. “Hasta olvidé de presentar a mi padawan…”
“Mi nombre es Tori.” Dijo contenta la jedi.
“Mucho gusto…” Dijo Mara mientras intentaba sonreír para ella.
“Quería preguntarles si tenían una habitación libre…” Dijo apenada Alara. “Nos vamos a quedar unos días así pueden preguntarme todo lo que quieran sobre mi… Shin, Tori quería conocer un glaciar…”
“¿Podemos entrenar afuera?” Preguntó divertida la jedi.
Alara miró a Tori pensando en que iba a hacer con su pequeña y extrovertida padawan.