Nuevas curvas para el Ceo

Prologo

Lia Parker siempre había sido una mujer que caminaba con la frente en alto. Ojos grises como el cielo antes de una tormenta, cabello castaño con reflejos dorados que atrapaban la luz como hilos de sol, y un cuerpo curvy que no solo aceptaba, sino que amaba con una seguridad que desarmaba a muchos. Su sinceridad era un filo cortante: limpio, directo, a veces incómodo, pero siempre auténtico. Y aunque su estatura era baja, su presencia llenaba cualquier habitación.

Graduada en Administración de Empresas y Negocios Internacionales, había trabajado durante años como secretaria del vicepresidente de una constructora de tamaño mediano. Aquel hombre, de voz calmada y manos siempre ocupadas, se había convertido en algo más que un jefe para ella: el padre que la vida le negó. Con él aprendió que la confianza se construye, que la bondad aún existe en los altos mandos, y que su valor no se medía en tallas, sino en resultados.

Pero la vida no pregunta cuando decide cambiarte el rumbo.

Tras la repentina muerte de su jefe, la silla quedó en manos de su hijo, un hombre que no solo la miraba con desprecio, sino que convertía cada jornada en una experiencia hostil. Su cuerpo, que tanto amaba, se volvió blanco de burlas disfrazadas de profesionalismo; su voz, que solía ser escuchada, ahora era ignorada o silenciada. Lia comprendió que quedarse ahí sería traicionarse a sí misma. Así que se fue. Sin drama. Sin lágrimas. Con la misma dignidad con la que siempre había vivido.

Y entonces, el destino —caprichoso como suele ser— la condujo a la puerta de la empresa constructora más importante de Estados Unidos. Un mundo de acero, cristal y contratos millonarios, dirigido por un CEO que parecía tallado en mármol: Ethan Blackwell. Alto, apuesto, con ojos verdes como esmeraldas que no brillaban para nadie, y un corazón que había sellado bajo llave desde que su exnovia lo rompió en mil pedazos.

Era el tipo de hombre que no sonreía. Que no perdía el tiempo en charlas innecesarias. Que no creía en las segundas oportunidades ni en los giros románticos de la vida.

Hasta que Lia llegó.

Con su voz firme, su risa contagiosa, y esa forma tan suya de decir las cosas sin filtros, fue como si una ráfaga de aire fresco irrumpiera en su oficina cerrada. Y aunque él intentó resistirse —porque los hombres como él no caen, se mantienen firmes—, empezó a preguntarse si acaso el amor no era lo que creyó haber perdido... sino lo que estaba a punto de descubrir por primera vez.

Esta no es una historia de cuentos de hadas.

Es una historia de segundas oportunidades.
De cómo una mujer que se ama tal como es puede enseñarle al hombre más frío…
que el amor, cuando es real, derrite hasta el corazón más helado.



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Editado: 23.06.2025

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