Nuevas curvas para el Ceo

Capítulo 14 — Coincidencias y confesiones

Narrado por Lia y Ethan

LIA

(Sábado por la mañana)

—¡¿Te cruzaste con los papás de tu jefe y terminaste cenando con ellos?! —gritó Annette desde la cocina mientras preparaba palomitas.

¡Todavía no me adelantes el final! —le respondí, riéndome, mientras colgaba la llamada con mi mamá.

Porque sí, acababa de contarle todo a mamá.
Desde la cena de negocios hasta la mirada de Ethan que me tiene más confundida que tutorial de impuestos.
Y claro, el encuentro de película con unos desconocidos muy adorables que, sin saberlo, son los autores intelectuales del mismísimo CEO que me hace suspirar y enojar por partes iguales.

Pero retrocedamos unas horas…

Era sábado. No tenía que trabajar, mi apartamento necesitaba víveres, y yo necesitaba aire fresco, así que salí sin mayor plan más que pasear por el mercado local, comprar frutas, y posiblemente alguna planta que terminara con nombre propio en mi escritorio.

Estaba en la fila de una tienda de té cuando vi a una pareja mayor discutir, en voz bajita, porque no encontraban un té específico que ayudara con “el estrés de los millonarios”.

—Perdón —intervine, como siempre con cero filtro—. ¿Están buscando uno para calmar los nervios o para dormir después de invertir millones?

La señora se echó a reír con esa risa franca y abierta que solo tienen las madres sin vergüenza.
—Para ambas cosas, querida.

Terminamos hablando más de lo esperado.
Sus nombres: Emma y Richard.
Casados desde hace décadas. Agradables. Educados.
Y con ese tipo de calidez que hace que olvides que los acabas de conocer.

—¿Ya almorzaste? —preguntó Emma de pronto—. ¿Te gustaría acompañarnos? Conozco un lugar cerca que tiene el mejor pastel de zanahoria de Nueva York.

—¿Pastel? ¿Gratis? ¿Y gente amable? No sé decir que no a eso.

La cena fue… una de las mejores de los últimos meses.

Reímos como si nos conociéramos de siempre.
Les conté que soy mexicana, que vine por mis sueños, que vivo sola y que trabajo en una constructora (omití nombres).
Ellos me hablaron de su hijo, el CEO de una gran empresa, con mucho orgullo… y cierto dejo de preocupación.

—A veces se encierra tanto en sí mismo que nos cuesta llegar a él —dijo Emma, con dulzura—. Pero es buen hombre. Solo… tiene miedo de volver a sufrir.

Sentí un nudo en la garganta.
Sabía perfectamente de quién hablaban.

Y me pregunté si el universo tiene un sentido del humor muy retorcido…
O demasiado perfecto.

Me despedí con abrazos y promesas de volver a vernos.
Emma me apretó la mano al irme.
—No sé por qué, pero me caes tan bien, querida. Como si ya fueras parte de algo importante en nuestras vidas.

Y yo solo sonreí.
Porque tal vez… lo era.

El lunes llegó rápido.

Entré a la oficina sintiéndome más ligera.
Más centrada.
Como si algo de mí hubiera encajado en su lugar.

Y al ver a Ethan en su despacho, más guapo que nunca en su camisa azul marino y esa expresión de “nunca me afectan las emociones”…
no pude evitar sonreír.
Porque yo ya conocía a quienes lo crearon.
Y si él tiene aunque sea un poco de lo que sus padres tienen…
tal vez, solo tal vez, aún hay mucho por descubrir.

ETHAN

(Lunes por la mañana)

La oficina huele a café, papel nuevo… y a ella.

Desde que llegué esta mañana, he sentido algo distinto.
Una calma extraña.
Un presentimiento.

Y entonces la vi entrar.
Lia.
Con su andar ligero, su carpeta en mano y una sonrisa suave que no es escandalosa como otras veces. Es… genuina. Tranquila.

—Buenos días, señor Blackwell —me dice.

—Buenos días, Lia.

Mi voz sale más baja de lo normal.
No sé por qué.
O tal vez sí lo sé, pero no quiero admitirlo.

Pasa a mi oficina con los informes.
Nos quedamos en silencio unos segundos mientras reviso las cifras.
Y luego, como si no pudiera evitarlo, le pregunto:

—¿Tuvo un buen fin de semana?

Ella se sorprende.
Le brillan los ojos por un momento.

—Sí. Muy bonito, de hecho. Conocí personas increíbles. Me sentí en casa por unas horas.

No sé por qué…
pero algo en mí se remueve.

Como si ella hubiera estado cerca de algo mío.
Como si nuestras vidas se hubieran cruzado…
de una forma que ninguno de los dos se imagina aún.

Y sin darme cuenta, me encuentro preguntándome:
¿Qué tan cerca está ella de conocer todo lo que soy… y aún querer quedarse?



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Editado: 23.06.2025

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