Narrado por Lia
Desperté con el sonido del mar aún en la memoria y la sonrisa de Ethan atrapada en el corazón. La noche anterior había sido... distinta. Liviana. Intensa. Confusa. Era la primera vez desde que comencé a trabajar con él que lo veía como algo más que mi jefe. No sé si eso es bueno o un boleto directo al desastre emocional.
Salí a caminar temprano por las calles soleadas de California, con la esperanza de despejarme. Pero la cabeza me latía de preguntas. ¿Es correcto sentir esto? ¿Debería parar antes de que se vuelva más real?
Y entonces supe que necesitaba hablar con alguien que pudiera decirme algo con sentido. Alguien que me conociera. Alguien como mi madre.
La llamé sin pensarlo mucho. Ella contestó al segundo tono, como siempre.
—Hola, hija. ¡Justo pensaba en ti!
—Hola, mamá. Necesito un consejo. Pero... ¡wow!, suenas diferente. ¿Todo está bien?
Hubo una pausa. Un silencio que me erizó la piel. El tipo de pausa que uno recuerda.
—Lia... antes de que me cuentes lo tuyo, necesito decirte algo. Algo importante. Y te prometo que después hablamos de lo que quieras.
Me senté en una banca frente a la playa, sintiendo que algo acababa de girar en el eje de mi mundo.
—Dime, mamá.
Respiró hondo.
—El pasado puede olvidarse, hija, pero no se borra. Hoy... hoy lo he confirmado.
FLASHBACK: MÉXICO, HACE 25 AÑOS
Tu padre se llamaba James Carter. Era estadounidense. Un hombre amable, divertido, generoso. Viajó a Guadalajara por negocios durante tres semanas y yo trabajaba en el hotel donde se hospedaba. Era alto, elegante, con una sonrisa que desarmaba.
Comenzó con conversaciones cortas, luego paseos por el centro, cenas sencillas en fondas. Era diferente. Me hacía sentir vista, segura. Enamorada.
Nos enamoramos rápido, con esa intensidad que sólo el primer amor permite. Pero tenía que volver a Nueva York. Me prometió que regresaría por mí en cuanto arreglara unos temas familiares y laborales. Me dejó una carta, un colgante con su nombre grabado y una promesa.
Pero nunca regresó.
Esperé meses. Lloré noches enteras. Me sentí abandonada, rota. Luego supe que estabas en camino. Y decidí seguir sola, pensando que me había dejado.
Nunca supe por qué desapareció. Nunca obtuve una explicación.
PRESENTE: CALIFORNIA
—Hoy, hija... lo vi. Nos encontramos de casualidad en un evento de negocios. Me reconoció. Lloró. Me pidió perdón. Me dijo que jamás me había olvidado, que había tenido un accidente grave justo al regresar a su país. Que estuvo en coma durante dos años y que perdió la memoria por un tiempo. Que cuando la recuperó... me buscó. Pero ya no me encontró.
Y cuando le dije que tenía una hija... Lia, casi cae al suelo. Dijo que tenía que conocerte. Que había vuelto para recuperar lo que la vida le quitó.
Yo no podía hablar.
Solo sentía.
El mar frente a mí desapareció. Todo lo que sabía de mi historia cambió en un instante.
Mi padre... nunca me abandonó.
Y ahora... está de vuelta.
—Quiero que lo conozcas —dijo mi madre con voz temblorosa—. Pero solo si estás lista.
No sabía qué responder. Parte de mí quería correr. Otra parte quería abrazarlo sin conocerlo. Y una parte nueva... quería compartirle esto a Ethan.
Porque por primera vez en mucho tiempo, sentí que quería que alguien más supiera de mí. No solo como secretaria. No solo como mujer. Sino como alguien real. Con historia. Con raíces.