Nuevas curvas para el Ceo

CAPÍTULO 25 — MÁS ALLÁ DE LAS PALABRAS

Narrado por Lia

Ha pasado un tiempo desde que Ethan y yo somos novios.

No fue un cambio drástico, pero sí uno que puedo sentir en cada parte de mí. Es como si el mundo se hubiera acomodado un poquito mejor desde que estamos juntos. Hemos salido a varias citas, algunas sencillas, otras un poco más elaboradas. Y en cada una de ellas descubro algo nuevo de él. Algo que me enamora más.

Sí, estoy enamorada de Ethan Blackwell.

Pero aún no se lo he dicho. No porque no lo sienta, sino porque no quiero asustarlo. Sé lo que ha vivido. Sé lo difícil que fue para él confiar de nuevo. Así que estoy esperando… aunque por dentro, a veces, me cuesta no gritarlo.

En la oficina somos discretos… más o menos. Intercambiamos miradas cómplices, algunas caricias escondidas y, de vez en cuando, algún beso furtivo en su oficina cuando nadie más está cerca. Nada ha pasado más allá de eso. No porque no queramos, sino porque lo que tenemos se siente suficiente… por ahora.

A veces, cuando estoy sola, recuerdo nuestras salidas. Me asomo a esos recuerdos como quien mira por la ventana de un tren en movimiento:

Flashback: Un domingo de picnic en Central Park. Él trajo comida casera que intentó preparar solo. Terminamos riendo sobre su intento de pasta, pero fue perfecto.

Flashback: Una noche en casa viendo películas, yo con su camiseta, él haciéndome palomitas en la cocina. Terminamos dormidos en el sofá, abrazados.

Flashback: Caminando bajo la lluvia sin paraguas, solo riendo mientras corríamos hasta encontrar refugio. Me quitó la chaqueta para cubrirme. Me besó como si ese momento fuera eterno.

A veces me descubro mirando al techo antes de dormir, preguntándome si él también siente esto. Si también le pesa no poder decirlo aún. Si también lo guarda en el pecho, como yo.

Narrado por Ethan

Desde que Lia es mi novia, mi vida ha cambiado de formas que ni siquiera imaginaba posibles.

Hay luz. Hay risa. Hay momentos que antes se sentían vacíos y que ahora están llenos de su voz, su aroma, su ternura.

Nunca pensé que volvería a ser feliz. No de esta manera. Pero Lia… ella me está devolviendo a ser lo que era. Lo que siempre quise ser. Alguien que cree en el amor. En los inicios. En las segundas oportunidades.

Estoy enamorado de ella.

Y no se lo he dicho.

Me detengo muchas veces con las palabras en la garganta, justo antes de que salgan. No porque dude de lo que siento, sino porque tengo miedo. Miedo de que al decirlo, todo cambie. Porque decir “te amo” es un puente sin regreso. Y yo… aún estoy aprendiendo a cruzar.

Hoy amanecí enfermo. Dolor de cabeza, cuerpo cortado. Nada grave, solo el tipo de resfriado molesto que te deja sin ganas de nada.

Así que decidí quedarme en casa para descansar. Mandé un mensaje al equipo. Lia me respondió al instante:

“Descansa. No te preocupes por nada. Te mando un abrazo calentito.”

Sonreí al leerlo, aunque me dolía hasta la sonrisa.

Lo que no esperaba era escuchar el timbre una hora después. Me levanté envuelto en una manta, arrastrando los pies hasta la puerta.

Y ahí estaba ella.

Con una bolsa de farmacia en una mano y una sonrisa en los labios.

—Hola, paciente número uno —dijo, levantando una sopa humeante—. Vengo con refuerzos.

La dejé entrar sin poder decir nada.

¿Cómo se hace para no amar aún más a alguien así?

Tal vez hoy… solo tal vez… encuentre el valor para decírselo.

O tal vez no. Pero lo que sí sé es que si algún día llego a pronunciar esas palabras, quiero que sea mirándola así, con ella curándome el alma… sin saberlo.




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