Narrado por Lia
Desperté entre sus brazos. El amanecer se filtraba entre las cortinas y pintaba la habitación con una luz cálida y suave. Podría jurar que nunca había dormido tan profundamente, ni sentido tanta paz. Ethan respiraba tranquilo, una mano sobre mi cintura, el ceño relajado. Me quedé mirándolo unos minutos, grabando cada detalle en mi mente como si fueran las primeras páginas de un diario nuevo.
Salí de la cama en silencio, con una sonrisa boba en los labios. Me preparé café en su cocina, usando una de sus camisas que me llegaba hasta medio muslo. Me sentía ligera, feliz… enamorada.
Más tarde, cuando llegué a mi apartamento, tenía un mensaje de Annette:
Annette: ¡Bebé! ¿Sobreviviste a la semana infernal o te fuiste a vivir con tu jefe galán?
Yo: ¿Y si te digo que las dos cosas? 🙈
Annette: ¡Videollamada YA! Y trae el chisme completo o te bloqueo hasta el fin del mundo.
Reí tan fuerte que casi derramé el café. En menos de un minuto ya estábamos hablando. Ella apareció con una mascarilla verde en la cara, su bata de satén rosada y una copa de vino blanco en la mano.
—¿Qué demonios pasó, mujer? ¡Ese emoji no es suficiente para el nivel de drama que estoy esperando!
—Pues… Ethan y yo... —dije, bajando la voz—. Somos novios oficialmente. Y anoche fue… ya sabes. Nuestra primera vez.
Annette pegó un grito que seguro hizo temblar a los vecinos.
—¡Nooooo! ¡Te me entregaste al jefe! ¿Y qué tal? ¿Cumplió expectativas o hay que mandarlo a entrenamiento intensivo?
—Fue perfecto —le dije, sonrojada—. Me cuidó, fue dulce, atento, apasionado... estoy enamorada, Nette.
Ella se quedó unos segundos en silencio y luego me sonrió de una forma más suave.
—Ay, mi niña. Siempre supe que ese hombre era más que traje y corbata. Pero lo que más me gusta es que tú también estás brillando más. Se nota en tus ojos.
—¿En serio?
—Te juro que sí. Y no es el iluminador, es el amor. Pero prométeme que si alguna vez se porta como idiota, lo pateamos juntas. ¿Vale?
—Hecho —le dije riendo.
Pasamos casi una hora riendo, hablando de cosas sin sentido, y luego ella dijo que tenía que ir a quitarse la mascarilla o amanecería con cara de Hulk. Colgué sintiéndome más liviana, más feliz.
Esa noche tenía cena familiar con mis padres. Desde que descubrí que tenía un padre que siempre me había buscado, nuestras cenas de fin de semana se habían vuelto algo especial. James, o mejor dicho, papá, cocinó estofado. Mamá lo ayudó con la ensalada. Y yo me encargué de robar trozos de pan antes de que sirvieran la mesa.
La conversación fluyó como si hubiéramos tenido toda una vida juntos. Les conté de mi trabajo, de cómo Ethan y yo seguíamos saliendo, aunque aún no les había dicho todos los detalles.
—¿Y cuándo lo conoceremos? —preguntó mi mamá con una ceja levantada.
—Pronto —dije, jugando con mi vaso—. Quiero que todo esté más calmado en la empresa primero. Además, es un poco… tímido para los eventos familiares.
Papá soltó una carcajada suave.
—Entonces tendrás que ayudarlo. Yo también me asusté la primera vez que tu madre me llevó a conocer a su familia. Me escondí en el baño quince minutos.
Reímos todos, brindamos por las segundas oportunidades y por las hijas que llenan de luz la vida de sus padres.
Cuando volví a casa, lo sentí: el amor. No solo el romántico. El amor completo. El que une, reconstruye, y te hace saber que estás exactamente donde debes estar.
Editado: 03.08.2025