Narrado por Ethan
Cuando Valerie apareció en mi oficina esa mañana, ya sabía que algo malo se avecinaba. Su tono condescendiente, su sonrisa artificial… todo en ella gritaba manipulación. Traté de mantenerme firme, de dejar claro que no había espacio para ella en mi vida, pero sabía que no se detendría tan fácilmente. Valerie no es de las que aceptan un “no” sin intentar torcerlo hasta convertirlo en un “tal vez”.
Pero lo que no esperaba era que fuera directamente hacia Lia.
Cuando me enteré por uno de los empleados que había habido un enfrentamiento en el vestíbulo, lo primero que sentí fue preocupación. ¿Le habría dicho algo cruel? ¿Se habría sentido herida, intimidada?
Corrí a buscarla. No la encontré en su oficina, ni en la mía. Cuando al fin la vi saliendo del ascensor, supe que algo había pasado. Caminaba con la cabeza alta, con los labios curvados en una sonrisa muy particular: la de alguien que había ganado.
—¿Todo bien? —le pregunté, deteniéndola.
—Mejor que nunca —dijo, guiñándome un ojo.
No necesitaba más. Esa era mi Lia. La que no se dejaba pisotear. La que podía enfrentarse a la tormenta con tacones y una respuesta afilada. La que, por más que intentara proteger, siempre encontraba cómo protegerse sola… y a veces incluso, protegerme a mí.
Quise abrazarla ahí mismo. Besarla. Pero estábamos en horario de oficina y aunque nuestras miradas lo decían todo, nuestras manos se mantuvieron en su lugar. Por ahora.
Porque esa noche, pensaba agradecerle… como solo un hombre profundamente enamorado lo sabe hacer.
Narrado por Lia
—¿Y entonces qué hiciste? ¿Le tiraste el tacón en la cara? ¿Le desabotonaste el ego con tu mirada? ¡Cuéntame todo, maldita sea! —chilló Annette al otro lado del teléfono.
Yo no podía parar de reír.
—No hubo tacones voladores, pero sí verdades como piedras. Le dije todo lo que pensaba. Que no era nadie para venir a desestabilizar lo que tenemos Ethan y yo. Que ya no forma parte de su historia. Que… lo que tuvimos es de verdad. Y que se fuera por donde vino.
Annette aplaudió. Literalmente.
—¡Eso, reina! ¡Así se defiende el amor, carajo! ¿Y cómo está Ethan con todo esto?
Me recosté en el sofá, con una sonrisa tonta en la cara.
—Está orgulloso. Me lo dijo con los ojos. No necesitó decir mucho. Solo me miró como si yo fuera su sol después de una tormenta.
Annette suspiró.
—Tú estás muy enamorada, amiga.
—Lo estoy —admití—. Y cada día más.
—¿Y tú crees que Valerie va a volver a intentarlo?
—Probablemente. Pero si vuelve, encontrará algo más fuerte que su ego inflado: a mí. Y a un Ethan que ya no la necesita ni la quiere.
—Te admiro, Lia —dijo ella, bajando un poco la voz—. Porque amas sin miedo, pero también sabes dónde poner límites. Me inspiras.
—Tú también a mí, Nette. Cada vez que me recuerdas que las mujeres fuertes no nacen... se hacen. Y se hacen entre nosotras.
Esa noche me dormí con el corazón lleno. Por lo que viví. Por quien soy. Y por tener un amor que, a pesar de los desafíos, no se tambalea.
Porque el verdadero amor… también sabe defenderse.
Y yo estoy más que lista para proteger el mío.
Editado: 03.08.2025