Narrado por Ethan
Desde que Lia se fue, los días se convirtieron en una copia gris de sí mismos. Me levanto, voy a trabajar, finjo que todo está bien. Sonrío para las cámaras, para los accionistas, para la imagen perfecta de CEO exitoso que esperan de mí.
Pero por dentro… estoy vacío.
No recuerdo la última vez que sonreí de verdad. Ni siquiera cuando cierro un trato millonario siento algo. Es como si algo se hubiera apagado. Como si todo lo que me hacía humano se hubiese ido con ella.
Lia.
Su nombre me quema la lengua cada vez que intento pronunciarlo. Así que no lo hago. Me he convertido en ese Ethan que pensé que ya había superado. Frío. Distante. Desconectado.
Hasta que un día cualquiera, el pasado tocó mi puerta.
—Señor Blackwell, hay una mujer aquí. Dice que es amiga de la señorita Lia Parker… —dijo la recepcionista por el intercomunicador—. Su nombre es Annette.
Me quedé en silencio por un momento. En otro momento, hubiera ordenado que la echaran. Pero algo dentro de mí… se removió. Una punzada de necesidad. De saber. De oír su nombre aunque fuera en labios de otra persona.
—Dile que suba —ordené.
Minutos después, una mujer de cabello rizado, mirada decidida y actitud desafiante entró en mi oficina. No pidió permiso. No se detuvo a saludar. Me miró directo a los ojos como si me conociera de toda la vida.
—Tú eres Ethan —dijo con una mezcla de desdén y juicio—. Vaya, pensé que lucirías más inteligente.
Fruncí el ceño.
—¿A qué has venido?
—Tranquilo, no me quedaré mucho. Solo vine porque mi amiga Lia me lo pidió, quería que supieras que está bien. Está en Washington, con sus padres. Que… si algún día quisieras conocer a tu hijo, podrías hacerlo.
Sentí que el aire me fallaba.
—¿Qué…? ¿Ella te pidió eso?
—Sí. Aunque sinceramente, si fuera por mí no te dejaría acercarte nunca. Porque negar a un hijo es desconocerlo. Porque la insultaste, la juzgaste, la rompiste. Pero ella… tiene un corazón más grande que el tuyo. Cree que su hijo merece un padre, aunque ese padre no lo merezca.
Intenté hablar, pero Annette levantó una mano.
—No digas nada. No mereces justificarte. Solo vine a cumplir con mi amiga. A decirte que, cuando estés listo para actuar como un adulto y no como un niño asustado… ella estará allá. Con su hijo.
Se giró, caminó hacia la puerta, y justo antes de salir, se detuvo.
—Si tienes un mínimo de humanidad en tu interior, Ethan, búscala. Porque te juro… que te vas a arrepentir de no haberlo hecho.
Y se fue.
Me quedé solo. De nuevo. Pero con algo diferente esta vez.
Dudas.
Muchas más de las que podía soportar.
Editado: 03.08.2025