Nuevas curvas para el Ceo

CAPÍTULO 55 — EL ECO DE UNA CITA

Narrado por Ethan

La noche anterior fue perfecta.

No porque todo saliera como en una película, no porque ella me haya dicho que me ama, ni siquiera porque haya habido un beso al final. Fue perfecta por lo simple, por lo genuino… por verla reír otra vez conmigo.

Lía tiene esa manera de reír que te hace olvidar el mundo. Esa mezcla de dulzura y desparpajo que nunca deja de desconcertarme. Su risa es el eco de todo lo que perdí una vez y de lo que ahora estoy dispuesto a pelear por recuperar.

No fue una cena elegante. Fue solo ella, sus bromas, su sinceridad desbordante y esa mirada que ya no me mira con rencor. Me sentí afortunado. Como si por fin, después de años, la vida me diera un respiro… y una segunda oportunidad.

Esta mañana desperté con el corazón ligero. Me preparé el café y en lugar de ir directo al trabajo, tomé una ruta distinta. Pasé por la panadería favorita de los niños. Compré sus rosquillas preferidas, esas que tienen cobertura de colores y chispas de chocolate.

Cuando llegué, me estaban esperando como si supieran que iba a aparecer con una sorpresa.

—¡Papá! —gritó Leo corriendo a mis brazos.

—¿Trajiste las de chocolate? —preguntó Ian con sus ojos tan verdes como los de su madre.

—¿Ustedes adivinan el futuro o qué? —dije riendo.

Nos sentamos en la sala, los tres, con las rosquillas entre nosotros y un jugo derramado que nadie se molestó en limpiar de inmediato. Era un desastre. Un hermoso, reconfortante desastre.

—¿Y? ¿Cómo te fue con mami? —preguntó Ian, con una mueca cómplice.

—Nos reímos mucho —respondí con sinceridad—. Caminamos. Hablamos. Fue como… como regresar a un lugar en el que alguna vez fui feliz.

Leo me miró en silencio, como si tratara de leer más allá de mis palabras.

—¿Te gusta mucho nuestra mami, cierto? —preguntó.

—Más que eso —admití sin rodeos—. La amo. Y aunque sé que le hice daño, estoy tratando de mostrarle que cambié. Que soy alguien diferente.

—¿Crees que ella te va a perdonar? —preguntó Ian, bajando la mirada.

Me agaché y los tomé a ambos de la mano.

—No lo sé. Pero estoy dispuesto a demostrarle todos los días que vale la pena volver a confiar. No solo por mí… sino por ustedes también. Porque merecen ver a sus padres en paz. Y si la vida me da la oportunidad, quiero que también nos vean siendo felices juntos.

Los dos se miraron y luego asintieron con una seriedad que no era propia de niños tan pequeños.

—Entonces tenemos que seguir ayudándote —dijo Leo decidido—. Porque tú eres nuestro papá. Y mami merece ser feliz. Pero contigo, no con otro.

No pude evitar reírme.

—Gracias, equipo —murmuré conmovido.

Y mientras los veía volver a jugar entre risas, entendí que si ellos no han perdido la fe… yo tampoco puedo hacerlo.

Lía está empezando a abrir su corazón de nuevo.

Y yo haré lo que sea para que, esta vez, se quede conmigo para siempre.




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.